No ha sido una buena semana para Pedro Sánchez, pese a que los medios que controla (Efe y RTVE) se empeñan en desinformar acerca del cerco judicial y político que le impide respirar para todo aquello que no sea el insulto, la descalificación huera y el retorcimiento de los hechos incuestionables.
Por un lado, está lo de Begoña, es decir, lo del propio Sánchez. Cada día más hediondo y que se puede resumir de esta guisa: aprovechando el poder se montó una serie de chiringuitos (sola o en compañía de otros) para hacer caja, algo intolerable en cualquier sistema limpio y «decente» (la palabreja era la preferida de Sánchez cuando estaba en la oposición), más allá de la legalidad establecida ad hoc. Resulta además que cada día que pasa se van conociendo a través de la prensa libre, categoría en la que no entra desde luego la Agencia Efe en manos del comisario/presidente (el mismo que en tiempos de la pandemia remitía a un «comité de expertos» que nunca existió), más implicaciones de la segunda dama en asuntos destinados a enriquecerse y que afectan al corazón político mismo del jefe del Gobierno.
Ya no es sólo cosa de los jueces Peinado y Moreno. Las noticias sobre la corrupción que inunda al Gobierno español se plasman a diario en la gran prensa europea y ante ello la Fiscalía de la UE ha pedido intervenir directamente ante el hecho cierto de que en los enjuagues sanchistas se tiró del dinero que llegaba desde Bruselas. ¡Mal asunto para el autócrata! Y peor aún para el que fue su mano derecha en el partido y en el Gobierno, José Luis Ábalos, al que se ve atemorizado y encogido, temeroso de que la zarpa de la Justicia termine por echarle mano. Ábalos cree que guardando silencio, tras su pacto con Santos Cerdán, se va a librar de la soga y tengo para mí que está equivocado. Tarde o temprano tendrá que decir cómo, cuándo y con quién.
Las corruptelas en el Gobierno sanchista no se quedan en los márgenes del dinero público. Hasta la Universidad Complutense tuvo que recordar a su esposa (¡hay que ver qué descaro!) que estaba jugando con dinero público. No se queda en los márgenes del jurdó porque corrupción es también vender el Estado de Derecho por siete votos; vendido precisamente a independentistas ultras. Eso es la «amnistía», un trágala parlamentario por un margen de cuatro votos.
Un fango amarillo que ni siquiera su particular brunete mediática (El País de las 169 portadas contra el absuelto Francisco Camps) puede ya ocultar, aunque lo intenta. El resultado de las próximas elecciones del 9-J no puede tapar nada, que es lo que intenta Sánchez. La verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero. Eso, porquería y más porquería acumulada.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 1.6.2024