Discurso del arzobispo Balestrero en Ginebra, en la 77ª Asamblea Mundial de la Salud: «La Iglesia proporciona casi el 25% de la asistencia sanitaria mundial y hasta el 40-70% en algunas de las zonas más pobres. El acceso a los servicios sanitarios no puede ser un privilegio».
29 de mayo 2024.- «Todos por la salud y salud para todos». El tema de la 77ª Asamblea Mundial de la Salud de la ONU, que se celebra del 27 de mayo al 1 de junio, es también el objetivo que la Iglesia católica quiere perseguir en todas las partes del mundo: «Proporcionando casi el 25% de la asistencia sanitaria mundial y hasta el 40-70% en algunas de las zonas más pobres del mundo, la Iglesia católica sigue comprometida en hacer realidad la “salud para todos”». Así lo afirmó el Nuncio Ettore Balestrero, Representante Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas y otras Organizaciones Internacionales en Ginebra, en su intervención en la sesión de hoy, 29 de mayo.
La solidaridad, más que un acto esporádico de generosidad
Para su discurso, el Arzobispo partió del difícil periodo de la pandemia del Covid-19 que, dijo citando las repetidas palabras del Papa, «nos ha enseñado algo» y es «que no podemos vivir los unos sin los otros, o peor aún, compitiendo los unos con los otros». Por ello, el tema de la reunión de la ONU, «centrado en la solidaridad colectiva en el contexto de la salud», es «necesario y oportuno». «La solidaridad -subrayó Balestrero, refiriéndose de nuevo al pensamiento del Papa Francisco- se refiere a algo más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone la creación de una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad y de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de unos pocos».
Crear una «cultura del cuidado
No se trata, pues, de una simple ayuda al prójimo, sino de «una cuestión de justicia». En el caso de la salud, significa realizar «una cultura del cuidado, basada en el reconocimiento del carácter sagrado de la vida y de la dignidad inalienable de toda persona humana, y en la que la prioridad sea siempre salvar vidas», dijo el prelado. En nombre de la Santa Sede, alabó los esfuerzos de los Estados, con el apoyo de la Secretaría de la OMS, para emprender dos procesos históricos encaminados a «reforzar la cooperación y hacer realidad la equidad y la solidaridad»: primero, «la actualización del Reglamento Sanitario Internacional»; después, «la elaboración de un nuevo “acuerdo sobre pandemias”».
Daño a los pobres
«No se deben escatimar esfuerzos para seguir construyendo el acuerdo para hacer frente a los desafíos. Sin embargo, es esencial mantener los esfuerzos realizados hasta ahora, reconociendo que un fracaso en este empeño afectaría principalmente a los pobres y a quienes se encuentran en situaciones vulnerables», subrayó monseñor Balestrero.
La salud no es un privilegio
Concluyó reiterando que «la salud no es un bien de consumo, sino un derecho universal, por lo que el acceso a los servicios sanitarios no puede ser un privilegio». Desde la Santa Sede, por tanto, se invita a los Estados a «trabajar juntos para hacer de esta aspiración una realidad concreta para todos».
VATICAN NEWS