No es un espejismo, ni un bulo, ni una calentura timorata. Lo dejó claro Pedro Sánchez el pasado miércoles desde la tribuna del Congreso de los Diputados: «Tras las elecciones del 9 de junio procederemos a tomar una serie de medidas destinadas a combatir los bulos y a regenerar la democracia española».
Lo subrayó varias veces, una especialmente para dar respuesta positiva a la demanda exigida por la podemita Belarra que, ni corta ni perezosa (al menos hay que reconocerle cuajo para referirse a periodistas corruptos con nombres y apellidos), pidió acabar con la prensa que no le baila el agua a la izquierda y la ultraizquierda.
Se delató el propio Sánchez. Oiga, si es tan grave la situación de bulos, mentiras, calumnias, ¿por qué espera a que pasen las elecciones del 9J? Oiga, si es tan grave que la prensa crítica contra usted, su familia, su Gobierno y sus planteamientos ultrademocráticos, ¿por qué lleva seis años sin levantar un dedo más allá de perseguir ad hominem al crítico?
Son tan majaderos como liberticidas. Pero, ¿en qué país de la tierra se creen que viven? España es un país de la Unión Europea donde la libertad de prensa, como otras fundamentales, son inviolables y están garantizadas, por mucho que le moleste al matrimonio Sánchez o al matrimonio de Galapagar. Me gustaría saber la razón según la cual no acuden a los tribunales, máxime cuando tienen a su disposición toda la batería de abogados del Estado que no les va a costar un euro.
Lo que pomposamente llaman «regeneración democrática» será exclusivamente censura. Punto. Regeneración democrática sería cesar al presidente de EFE, Miguel Ángel Oliver; regeneración democrática sería remitir a Galicia a Javier Fortes; regeneración democrática sería convertir en simple redactor a un tal Íñigo Alfonso, el conductor menos oído de toda la radio española y dudo que sirva siquiera para juntar letras…
Son tan estultos y van tan sobrados de poder que hoy es materialmente imposible poner puertas al campo; si consiguen cerrar medios mediante presiones políticas a inversores publicitarios, sus profesionales utilizarán las nuevas tecnologías para hacerse oír y remitir sus mensajes. Ya lo intentó a su manera jesuitica, cobarde y melosa aquel Iván Redondo, ¿recuerdan?, y lo único que consiguió fue que su jefe le pegara tal patada que tuvo que acabar en las faldas de Llorente&Cuenca, no sin hacerse socio de un paniaguado de Montilla y luego de Sánchez Llibre.
¿Que van a intentarlo? No les quepa duda. Lo que dudo es que consigan su propósito. Son bastantes pero cobardes, muy cobardes. Y no creen en la democracia; sólo en sus propios intereses, jurdó incluido.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 26.5.2024