Francisco recibe a los directivos del Merrimack College, de Massachusetts, un colegio fundado hace ochenta años por los agustinos y comprometido en la formación de los jóvenes y constata las tantas situaciones críticas que hoy los jóvenes tienen que afrontar, a nivel económico-financiero, laboral, político, ambiental y de valores, demográfico y migratorio.
Ciudad del Vaticano, 10 de mayo 2024.- «Educar a los jóvenes a afrontar los desafíos para crecer en solidaridad». El Papa Francisco alienta la labor que realiza el Merrimack College en favor de la educación de los jóvenes desde hace casi ochenta años, desde 1947, cuando la institución fue fundada por los Padres Agustinos. El Pontífice ha recibido esta mañana en el Vaticano a una delegación del colegio, de la que ha recordado el peculiar contexto en el que comenzó su historia, la Segunda Guerra Mundial. Fue precisamente para los soldados que regresaban del conflicto que los agustinos pensaron en iniciar una obra educativa.
Claramente, no bastaba con ofrecer a estos jóvenes, veteranos de experiencias traumáticas, testigos de los horrores de la guerra, cursos académicos: era necesario devolverles el sentido, la esperanza y la confianza en el futuro, enriqueciendo sus mentes, sí, pero también reavivando sus corazones y devolviendo la luz a sus vidas.
El lenguaje de la mente, del corazón y de las manos
Es decir, era necesario, dice el Papa, «ofrecerles, a través del estudio y de la comunidad escolar, un camino de renacimiento integral. Un camino de la mente, del corazón y del corazón a las manos». «Tres lenguajes», subraya Francisco: «El lenguaje de la mente, el lenguaje del corazón y el lenguaje de la mano. Que se piense lo que se siente y se hace; que se sienta lo que se piensa y se hace; que se haga lo que se siente y se piensa».
Tantas cuestiones críticas para los jóvenes de hoy
También hoy, después de décadas, nuestros jóvenes «viven en medio de muchas ‘criticidades’: económico-financieras, laborales, políticas, ambientales y de valores, demográficas, también, y migratorias», subraya el Papa Francisco.
Es importante que también a ellos, en el presente como en el pasado, se les enseñe a afrontar juntos los desafíos, sin dejarse aplastar por ellos, más bien reaccionando para que cada crisis, incluso en el sufrimiento, se transforme en una oportunidad de crecimiento.
Modelos de vida personal y social marcados por la justicia y la misericordia
Precisamente crecer en solidaridad es la segunda recomendación del Papa en su discurso, citando una vez más a Benedicto XVI cuando escribió que «no es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor». Se trata, pues, de «formar a las nuevas generaciones para que vivan las dificultades como oportunidades, no tanto para lanzarse hacia un futuro lleno de dinero y éxito, sino de amor: para construir juntos un humanismo». En otras palabras, se trata de enseñar a los chicos y chicas «a identificar y orientar los recursos disponibles, con una planificación creativa, hacia modelos de vida personal y social marcados por la justicia y la misericordia».
Aspectos positivos y negativos de la globalización
«Es verdad -señala el Papa- que la globalización en curso presenta aspectos negativos», como el aislamiento, la marginación y la cultura del despilfarro; pero al mismo tiempo -añade- «presenta también aspectos positivos, como la posibilidad de amplificar y magnificar la solidaridad y promover la equidad, a través de medios y potencialidades desconocidos para quienes nos precedieron, como hemos visto en los últimos tiempos, con ocasión de catástrofes climáticas y guerras».
Es importante en la labor educativa orientar a los alumnos hacia esta capacidad de discernimiento y elección, ampliando ideal y prácticamente el perímetro de las aulas, para llegar allí donde la educación pueda generar solidaridad, compartición, comunión.
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