El 7 de mayo de 1824 tenía lugar en Viena el estreno de la Sinfonía n.º 9 de Beethoven, que desde hacía años padecía una completa sordera. En el estreno agitó con frenesí su batuta, aunque le habían puesto a otro director encargado de llevar el compás. Los aplausos del público fueron atronadores, pues el cuarto movimiento ofreció una insólita apoteosis coral por medio del texto de la Oda a la alegría de Schiller.
La emoción enardeció al público, aunque Beethoven solo pudo ver sus gestos y el semblante de sus rostros. Pese a la naturaleza tímida del compositor, la soprano Caroline Unger consiguió que se diera la vuelta para contemplar a sus admiradores.
Berlioz, un experto sinfonista, consideró la obra como la culminación del genio del compositor con una perfecta armonía entre tres movimientos sinfónicos y uno coral. Podría interpretarse incluso como una oda a la paz, tras la pesadilla bélica del sueño napoleónico. Sin embargo, aunque el canciller Metternich estuvo en el estreno, Beethoven no simpatizaba con la paz estable de la Restauración en Europa, la de los regímenes autoritarios que querían gobernar como si no hubiera sucedido nada. No era esa la paz de Beethoven, pues su mensaje se propone superar el pasado reciente hasta el punto de añadir al texto de Schiller estas palabras: «¡Oh, amigos, dejemos esos tonos! / ¡Entonemos cantos más agradables y llenos de alegría!». 20 años atrás Beethoven había puesto sus esperanzas en Napoleón, al que dedicó la Sinfonía Heroica, y ahora el primer movimiento de la novena recogía una marcha fúnebre, con la que acaso quiso enterrar el sueño de las conquistas militares. Lo sustituyó por otro sueño, el de la fraternidad, de la que había hablado también la Revolución francesa, aunque en ella estaba ausente la figura del padre. En cambio, en las estrofas finales del poema de Schiller, la música de Beethoven evoca a un Dios que todo lo contempla: «Hermanos, sobre la bóveda estrellada / tiene que vivir un Padre amoroso. / ¿No vislumbras, oh mundo, a tu Creador? / Búscalo sobre la bóveda.
ANTONIO RUBIO PLO
Publicado en Alfa y Omega el 9.5.2024.