Pues el crack mundial, el líder imperecedero, se ha vuelto a salir con la suya. Confeti por aquí, pompa de jabón por allá, casi todo el mundo parece haber olvidado que el quilombo Begoña con sus presuntas relaciones empresariales/comerciales/educativas ha sido el detonante del episodio más chusco y extravagante protagonizado por el marido «enamorado».
Lo más irónico del caso es que nadie, ni la protagonista, ni el coprotagonista, ni edecán alguno ha dado la mínima explicación a propósito de las denuncias concretas realizadas, documentos en ristre. Porque si esas denuncias son falsas no le hacía falta al matrimonio «enamorado» montar tanto espectáculo; con acudir a los tribunales de justicia, servidos.
Tras las cortinas de humo, de Begoña y sus presuntos enjuagues, ¿qué? Esta es la cuestión, no hay otra. Si alguien ha mentido, que lo pague. Y si la segunda dama ha utilizado su privilegiada situación política para cosas que no debía, los contribuyentes ciudadanos y los ciudadanos contribuyentes tienen todo el derecho del mundo a saber la verdad. No hay otra, insisto.
La oposición tiene toda la legitimidad y aún el deber de intentar apretar las tuercas. Para eso se les paga. Eso es la democracia. Y los fiscales (sic) y, sobre todo, los jueces la perentoria obligación de esclarecer dichas denuncias con los ojos vendados y sin atender presiones, coacciones, insultos o zalamerías.
Hasta la fecha, en todas las ocasiones en las que el jefe de la oposición en sede parlamentaria, en comparecencias públicas y en los medios de comunicación ha pedido a su oponente en el poder que ofrezca explicaciones al respecto, el silencio despreciativo ha sido total. Hasta la fecha, es manifiesta la cobra a todos los intentos de los profesionales libres en el ejercicio del periodismo limpio han intentado inquirir al presidente del Gobierno por las andanzas (o presuntas) de su mujer.
Dice el coro sanchista que nunca como con Begoña se había tocado a la mujer de ningún presidente. Claro, porque todas las anteriores fueron estrictas e incólumes sabiendo cuál era su obligación y su lugar.
Habrá que insistir, digo yo. Porque al final la verdad no sólo nos hará libres sino que hará justicia a unos y a otros. Especialmente, al pueblo pagano y escandalizado.
Oiga, de Begoña, ¿qué? Una y otra vez.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 5.5.2024.