El arzobispo presidente de la Pontificia Academia para la Vida califica la elección de ayer de la institución comunitaria de «atraso cultural», indicativo de «una concepción individualista de la vida», que defiende el “yo” pero no el “nosotros”.
Ciudad del Vaticano, 12 de abril 2024.- El aborto figurará en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE. La votación de ayer en el Parlamento Europeo -en la estela de lo ya establecido por Francia, primer país de la Unión que inscribió el derecho a la interrupción del embarazo en la Constitución francesa- dividió a los 27, lo que, teniendo en cuenta que este derecho requiere unanimidad para ser incluido en la Carta, hace que el voto siga siendo simbólico.
Inmediatamente después de la votación, la Comece, (Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea), manifestó su oposición y tristeza, por considerar que el derecho fundamental es la vida y no el aborto, que la niega cuando es más vulnerable. Un concepto retomado y defendido por monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, para quien la elección del Parlamento Europeo «contrasta» con el respeto a los derechos de los más débiles como el niño por nacer.
Monseñor Paglia, ¿qué opina de esta votación del Parlamento Europeo?
Lo considero una elección totalmente ideológica en el sentido negativo del término, porque imagínese si no deberíamos tener en cuenta a las mujeres, ayudarlas, apoyarlas, también porque muchas de ellas que abortan lo hacen por desesperación. El problema es: la ausencia total del derecho del niño por nacer. Esto en mi opinión es muy grave tanto desde el punto de vista cultural como social. En este sentido me parece una opción que va hacia atrás, no hacia delante, y va en contra de ese respeto a todos los derechos, incluso de los más débiles, y en este caso el niño no nacido es más débil, no puede hablar, no puede reclamar nada, y es lógico, demasiado fácil, hacer valer los derechos del más fuerte y olvidarse del más débil. Es una elección equivocada reivindicar un derecho sólo de una parte, no de ambas.
Entonces, ¿qué tipo de mentalidad está delineando el resultado de esta votación del Parlamento Europeo?
Delinea una mentalidad que, en mi opinión, es muy individualista y no tiene en cuenta la realidad de la vida. No olvidemos que cuando una mujer está embarazada existen dos realidades. En este sentido, la total revalorización de los derechos individuales en detrimento también de los deberes para con los demás, nos lleva a una triste deriva, la deriva de que cada uno puede ser juez de sí mismo. Y este cada uno puede ser el individuo, puede ser un grupo, una nación. Y en este sentido hay una borrachera de individualismo. Repito, esto implica también una cercanía total a las mujeres que se quedan embarazadas. Es necesaria una justicia eficaz que ayude a las mujeres a defender su dignidad, su derecho al trabajo, su derecho a expresarse plenamente como cada persona humana.
Entonces, como han denunciado los obispos europeos, ¿es la Unión Europea la que impone una determinada ideología?
Por supuesto, pero no cabe duda. Por otra parte, quiero señalar que la oposición al aborto no es sólo una cuestión católica. Tengo muchos amigos, por ejemplo, Angelo Vescovi, que es presidente del Comité Italiano de Bioética, que está en contra del aborto a pesar de no ser creyente ni católico. Aquí el problema es muy simple: ¿la persona engendrada es una vida o no? Si es una vida, ¿con qué derecho la excluyo o elimino? Por eso entiendo que pueda haber conflictos y a veces esto, nos extrañaría, forma parte de la dialéctica general. Pero despreciar totalmente el derecho de quien va a nacer en favor de los derechos de otro, sobre todo si luego no puede decidir nada, me parece claramente un retroceso cultural. De esto no tengo ninguna duda, debería crecer al contrario. Y sobre esto también me parece interesante la última declaración de la Doctrina de la Fe, de que la dignidad infinita pertenece a todos, nadie excluido. Por eso la Iglesia debe defender la vida: estamos contra la pena de muerte, contra la guerra, contra el aborto, contra la injusticia, contra la ausencia de derechos en el trabajo, la ausencia de defensa de la vida incluso para los que trabajan en condiciones terribles. Esto es lo que debemos promover absolutamente: la defensa de la vida en su conjunto, empezando por la de los más débiles.
Lo más probable es que esta votación no tenga consecuencias porque esta medida tendría que ser ratificada por unanimidad por los 27 países. Esto no será posible porque varios países ya han expresado su oposición. El hecho es que es una señal…
Pero claro, y es una mala señal. El problema ahora no es inmediatamente el legislativo, porque creo que será difícil que se apruebe. El problema es cultural y es muy profundo, precisamente porque creo que la acentuación exaltada, exagerada, de los derechos individuales nos hace olvidar que todos estamos interconectados, todos estamos vinculados. El misterio de la maternidad y del nacimiento es uno de los misterios que califica el sentido mismo de la vida y de la humanidad, a saber, que somos plurales desde el principio: si la mujer decide por sí misma sin tener en cuenta nada, es un vulnus a esa concepción del «nosotros» que está desde el principio. En este sentido también debemos redescubrir la corresponsabilidad por la vida que está naciendo. ¿Quién tiene derecho a suprimirla? Por eso creo que es un problema cultural mucho más profundo que una superficialidad, yo lo llamaría la borrachera del derecho individual. Vuelvo a decir que debemos tener en alta estima, en muy alta estima, la vida de las mujeres. La Madre Teresa dio un asilo diciendo a las mujeres embarazadas: den a luz, que yo me encargaré de ellos, porque tantas mujeres abortan porque tienen problemas, quizá económicos o incluso psicológicos o de otra índole, porque están solas y no reciben ayuda. Por eso creo que frente a una cultura que sigue exaltando el «yo», debemos empujar hacia una cultura del «nosotros». Porque el «nosotros» es la sustancia de lo humano, es la sustancia de la solidaridad, de la fraternidad y, por tanto, también de la justicia. En resumen, este voto va mucho más allá de una simple opción política. Apunta a una concepción individualista de la vida que no es la que todos vemos y todos realizamos, ese «nosotros» que hay que cuidar desde el principio.
FRANCESCA SABATINELLI