El llamamiento del Papa a los participantes en la Plenaria de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales recibidos en audiencia es el de no valorar la vida basándose en «criterios utilitarios y funcionales». El peligro es que las vidas de las personas discapacitadas puedan considerarse «una carga». “Los niños no nacidos con discapacidad son abortados y los ancianos en sus etapas finales reciben una muerte dulce: la eutanasia. Una eutanasia disfrazada, siempre, pero al final es eutanasia».
Ciudad del Vaticano, 11 de abril 2024.- Ante una cultura del descarte «que no tiene fronteras», debemos actuar promoviendo la «cultura de la inclusión». El Papa Francisco hace un llamamiento dirigiéndose a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales sobre el tema «Cambiar los determinantes sociales y construir una nueva cultura de la inclusión», este 11 de abril, en su última jornada en la Casina Pío IV en el Vaticano. Por primera vez desde su fundación, hace treinta años, una sesión plenaria está dedicada a las personas con discapacidad, esas mismas personas a las que el Papa mira porque en muchas partes del mundo, en los países más pobres, pero también en «contextos de mayor bienestar”, todavía son muchos, los “aislados y marginados de la vida social por la discapacidad”.
“La cultura del descarte, de hecho, no tiene fronteras. Hay quienes presumen poder establecer, sobre la base de criterios utilitarios y funcionales, cuándo una vida tiene valor y vale la pena vivirla. Este tipo de mentalidad puede conducir a graves violaciones de los derechos de los más débiles, a fuertes injusticias y desigualdades donde nos dejamos guiar principalmente por la lógica del beneficio, la eficiencia o el éxito”.
La cultura de la muerte, el aborto y la eutanasia
Sin embargo, el Papa Francisco también señala otro peligro, menos visible, pero muy insidioso para las personas con discapacidad, que es «la tendencia a considerar la propia existencia como una carga para uno mismo y para los seres queridos». Esta mentalidad, advierte el Papa, «transforma la cultura del descarte en una cultura de la muerte».
“Esto es muy importante, los dos extremos de la vida: los niños no nacidos con discapacidad son abortados y los ancianos en sus etapas finales reciben una muerte dulce, la eutanasia. Una eutanasia disfrazada, siempre, pero al final es eutanasia”.
Sostener la inclusión
La cultura de la inclusión es, por tanto, la manera de «luchar contra la cultura del descarte», garantizando que se creen y fortalezcan «los vínculos de pertenencia a la sociedad».
“Los protagonistas de esta acción solidaria son quienes, sintiéndose corresponsables del bien de todos, trabajan por una mayor justicia social y por eliminar barreras de diversa índole que impiden a muchos disfrutar de los derechos y libertades fundamentales”.
Apoyar a los países más pobres
Sin embargo, la inclusión y los derechos de las personas con discapacidad que viven en los países más ricos y desarrollados no son los mismos que se pueden encontrar en los países más pobres, «donde aún queda mucho por lograr».
“Por lo tanto, los gobiernos que se comprometan con esto deben ser alentados y apoyados por la comunidad internacional. Del mismo modo, también es necesario apoyar a las organizaciones de la sociedad civil, ya que sin su acción solidaria generalizada en muchos lugares las personas estarían abandonadas a sí mismas”.
Promover la participación social
Las sociedades deben aspirar a construir lo que el Papa define como «inclusión integral», que haga participar a las personas con discapacidad en la vida social, evitando convertirlas en «receptores pasivos».
“La subsidiariedad y la participación son los dos pilares de una inclusión efectiva. Y en este sentido, se comprende bien la importancia de las asociaciones y movimientos de personas con discapacidad que promueven la participación social”.
Los desafíos más urgentes
El Papa Francisco, al expresar su agradecimiento por la elección del tema elegido para la plenaria, reflexiona sobre el trabajo de la Academia, llamada «a abordar, según un modelo transdisciplinario, algunos de los desafíos actuales más urgentes».
“Pienso en la tecnología y sus implicaciones en la investigación y en áreas como la medicina y la transición ecológica; pienso en la comunicación y el desarrollo de la inteligencia artificial: ¡un verdadero desafío! – así como la necesidad de encontrar nuevos modelos económicos”.
Por tanto, la llamada del Papa es tener siempre en cuenta la dignidad de las personas con discapacidad y su derecho a «desarrollarse integralmente», ya que «la vulnerabilidad y la fragilidad pertenecen a la condición humana y no son específicas sólo de las personas con discapacidad». El Pontífice, al agradecer el compromiso de la Academia, subraya la preocupación de la Iglesia por las personas con discapacidad, tal como los Evangelios narran los encuentros de Jesús con estas personas.
FRANCESCA SABATINELLI