Entiendo que el fútbol marca la diferencia del interés social y mediático en una sociedad tan extraordinariamente líquida.
Aún así, se me entenderá cuando afirme que me parece exagerado el caso Rubiales, un pobre muchacho que encontró su El Dorado cuando, con el apoyo inestimable de Pedro Sánchez, logró encaramarse a la presidencia de la Federación Española de Fútbol.
El granadino, iletrado, chulesco y fardón, creyó que a partir de ahí y con ese colchón todo eran amapolas, sin entender que su valedor político lo único que pretendía era controlar también un sector tan decisivo en la vida social española como es el de fútbol.
El caso Rubiales, en efecto, es un presunto asunto de trinque puro y duro, casi de libro. Pero también es algo más. Los mejores conocedores del tema subrayan que Rubiales sin Sánchez (su familia era patanegra socialista en el territorio granadino) no hubiera pasado de mero utillero de salón.
Muchos de los observadores que han seguido su trayectoria esperaban con interés que en su entrevista televisiva hubiera tenido el coraje de relatar sus tratos con el presidente del Gobierno, pero se quedó en un mira que te doy sin soltar la bofetada. Como está en caída libre y su antiguo protector quiere liquidarle –como a Iván Redondo, a Ábalos y a Koldo, entre otros– mantengo la esperanza que cante la traviata; de ser así, realizará un gran favor al país que le hizo millonario y también a la justicia poética. Podríamos conocer entonces los nexos rubialescos con Begoña (si los hubiera o hubiese), así como con otras personalidades que lo son o lo fueron de la gran camada izquierdista.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 7y.4.2024.