El Papa recibió en audiencia a los participantes en el Curso sobre el Fuero Interno organizado por la Penitenciaría Apostólica y entregó el discurso preparado, en el que propone una reflexión sobre el Acto de Contrición: quien ama a Dios ama al hermano y busca su bien, confesores y penitentes deben comprometerse para que en este año de preparación al Jubileo florezca en muchos corazones y lugares el sentido del perdón divino.
Ciudad del Vaticano, 8 de marzo 2024.- Vivir «cada confesión como un momento único e irrepetible de gracia» y dar «generosamente el perdón del Señor, con afabilidad, paternidad» y «ternura materna»: es el aliento que el Papa Francisco dirigió, tras un breve saludo, en el discurso entregado a los participantes en el Curso sobre el Fuero Interno organizado por la Penitenciaría Apostólica y recibidos en audiencia en la Sala Clementina del Palacio Apostólico. Una tarea «hermosa y crucial» confiada al confesionario, ya que «permite ayudar a tantos hermanos y hermanas a experimentar la dulzura del amor de Dios», reza el texto, que propone una meditación sobre el Acto de Contrición, la oración que se recita durante el rito de la Reconciliación, compuesta por san Alfonso María de Ligorio, «pastor cercano a la gente y hombre de gran equilibrio».
Meditar la relación con la misericordia de Dios
En la reflexión preparada, el Papa se detiene en «tres actitudes expresadas en el Acto de Contrición», para ayudar a meditar sobre la propia relación personal con la misericordia de Dios: «el arrepentimiento ante Dios, la confianza en Él y el propósito de no recaer». El primero «no es fruto del autoanálisis ni de un sentimiento psíquico de culpa», explica Francisco, sino que brota «de la conciencia de nuestra miseria ante el amor infinito de Dios, de su misericordia sin límites». Esto impulsa a «pedirle perdón» rezando: «Dios mío, me arrepiento y me duelen, de todo corazón, mis pecados, porque te he ofendido a Ti, infinitamente bueno», e induce a convertirse, a reflexionar sobre uno mismo y sobre las propias obras.
En realidad, en la persona, el sentido del pecado es proporcional precisamente a la percepción del amor infinito de Dios: cuanto más sentimos su ternura, más deseamos estar en plena comunión con Él, y más se nos hace evidente la fealdad del mal en nuestra vida.
Y debemos recordar, añade el Papa, que «Dios no se cansa nunca de perdonarnos», por lo que nosotros no debemos cansarnos nunca de pedirle perdón.
El amor a Dios anima todos los demás amores
Confesando, pues, haber ofendido a Dios «infinitamente bueno y digno de ser amado sobre todas las cosas», se reconoce la «infinita bondad de Dios» y la primacía de Su amor en la propia vida, aclara Francisco, de hecho «amar ‘sobre todas las cosas'» a Dios significa ponerlo «en el centro de todo, como luz en el camino y fundamento de todo orden de valores, confiándole cada cosa». Esto «anima todo otro amor: a los hombres y a la creación – precisa el Pontífice – porque quien ama a Dios ama a su hermano y busca su bien, siempre, en la justicia y en la paz».
El humilde propósito de no pecar
Por último, el Acto de Dolor expresa la voluntad de «no volver a caer en el pecado cometido». Se trata de un propósito y no de una promesa, señala Francisco, hasta el punto de que «san Juan María Vianney, el Cura de Ars, solía repetir que ‘Dios nos perdona, aunque sabe que volveremos a pecar'».
De hecho, ninguno de nosotros puede prometer a Dios que no volverá a pecar, y lo que se requiere para recibir el perdón no es una garantía de impecabilidad, sino un propósito actual, hecho con recta intención en el momento de la confesión. Además, es un compromiso que hacemos siempre con humildad, como subrayan las palabras “con tu santa ayuda”.
Misericordia es el nombre de Dios
En cuanto a la conclusión de la oración del penitente – «Señor, misericordia, perdóname»-, coloca las palabras «Señor» y «misericordia» «como sinónimos», haciendo notar que «Dios es misericordia, misericordia es su nombre» y que «en todo acto de misericordia, en todo acto de amor, resplandece el rostro de Dios». Y sobre esta consideración, el Papa invita a confesores y penitentes a rezar y comprometerse para que este año de preparación al Jubileo «pueda ver florecer la misericordia del Padre en muchos corazones y en muchos lugares».
TIZIANA CAMPISI