Las representaciones de Es peligroso asomarse al exterior, de Enrique Jardiel Poncela, que dirige Pilar Massa en el Teatro Español, permiten no solo recuperar un texto magistral de uno de los mayores autores del siglo XX, sino ayudar a conocer una manera de hacer teatro poco frecuente.
La trama (que, según el autor, se extrae de Marcela o cuál de los tres, de Bretón de los Herreros) muestra a una joven comprometida con tres hombres a los que ha conocido en tres países diferentes, con la coincidencia de que son un padre viudo y sus dos hijos, y de que cada uno de ellos describe a su prometida con rasgos igualmente diversos, pese a tratarse de la misma mujer. Si el asunto alcanza valores vigentes (la identidad no es de una pieza sino que somos también aquello que los demás ven en nosotros y que saca a relucir partes de cada uno que no todos captan), la comicidad extremada sí representa una apuesta por la inteligencia y magisterio de lo humorístico, hoy en desuso.
Es peligroso asomarse al exterior no es sentimental ni pedagógica; se sustenta sobre la exposición un tanto ridícula de lo cotidiano y su sublimación mediante el ingenio y la ironía. Pilar Massa consigue que el ritmo físico vaya parejo con el verbal y que todo resulte punzante y aparentemente alocado, lo que implica un dominio preciso del juego escénico e interpretativo. El espacio tiene el sabor de los hermosos decorados de Emilio Burgos y Toni Cortés, y el rico vestuario de Rafael Garrigós transmite la esencia de cada personaje. Pero una función como esta, que trae el ayer sin amaneramientos ni condescendencias, exige ante todo unos intérpretes tan buenos como inteligentes, que encarnen el exceso sin parodias ni suficiencias. La convicción con que Lucía Quintana y Elena González interpretan los principales papeles (la versátil y poliédrica amada y la anfitriona de la casa familiar) tiene un magnífico equivalente en los criados de César Camino y Paco Ochoa, pero todos los 14 actores están igualmente entregados a la causa.
No se ve mucho a Jardiel hoy, y pocas veces con esta calidad. Si en su momento el autor aseguró que su propósito era demostrar que «en arte todo está por rehacer» y que los viejos temas podían florecer con nuevos puntos de vista y toques personales, el peligro de una obra y un montaje como este es constatar que a veces lo viejo es sencillamente lo mejor.
PEDRO VÍLLORA
Dramaturgo
Publicado en Alfa y Omega el 22.2.2024.