Es difícil encontrar por el vasto mundo democrático un ministro del Interior más repleto de harapos, más huido e incapaz y un ex juez con menos dignidad y auto estima que este maqueto llegado de Bilbao que tuvo la habilidad de engañar a todos, especialmente a la muchachada del Partido Popular que en ocasiones se exhiben como los más tontos de la reunión.
La historia (si acaso le concede una línea para ponerle pingando) no le recordará como el ministro del Interior más longevo de la democracia. No. Le reconocerá como un felpudo batiente que pone lo que haya que poner con tal de que su jefe le considere su primer adorador. El último y brutal episodio acaecido en Barbate viene a situar al ex juez (ex PP) en un punto de no retorno. Esas imágenes, indignas en un país europeo y democrático, son más propias de la Colombia del cártel de Medellín y de Pablo Escobar en los años 80 que de una nación con honor y respetada en el mundo libre.
El cúmulo de errores de Marlaska –algunos entienden que «comprensibles» desde la plena sumisión del Gobierno Sánchez a Marruecos– no deja lugar a dudas de dónde debería estar ahora el responsable de tamaño desaguisado y de sus afrentas constantes al sentido común y a la lógica democrática.
Sánchez entendió desde el primer momento que Marlaska era el hombre adecuado para servir a sus intereses desde un ministerio de «Estado» como es Interior. Llega ya seis años acumulando errores garrafales, condenas por parte de los tribunales, desprecios por parte del pueblo llano y enfrentado a los cuerpos policiales, en especial la Guardia Civil, que en sí si es un bien de Estado.
Aplicando la más elemental lógica, cualquier mediano observador de esta dramática realidad (en ocasiones trágica como lo ocurrido en Barbate) pudiera concluir que entre Sánchez y su ministro hay informaciones de calado que pudieran poner en peligro la permanencia misma de este Gobierno. Me temo que no andaría muy descaminado.
El otrora juez perseguidor de terrorista ha devenido en un mal remedo de lo que se ha dado en llamar «servidor del Estado» para convertirse en un vulgar y fracasado tancredo de la política sanchista. No era eso, no era eso. Debía ser, Marlaska, todo lo contrario.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 17.2.2024.