El estreno en España de la película coreana Nacimiento brinda al público occidental la oportunidad de adentrarse en un capítulo poco conocido de la historia de Corea: las persecuciones de católicos que tuvieron lugar entre 1791 y 1888. Pero la cinta no solo nos transporta a la Corea del siglo XIX, sino que también, al seguir los pasos de Andrés Kim Taegon, nos convierte en testigos de eventos como la guerra del Opio (1839-1842), que dejaron una marca significativa en la historia de Asia.
La península coreana, conocida entonces como Joseon, nombre derivado de la dinastía reinante (1392-1910), era muy distinta a la que conocemos hoy. No existía una frontera en el paralelo 38; a mediados del siglo XIX, Corea era una sola entidad, pero enfrentaba serios problemas internos con un sistema social y político caduco basado en el confucionismo. Para evitar cambios, los gobernantes de Joseon aislaron al país, rechazando cualquier oferta de las potencias occidentales para abrir sus puertos al comercio. Tal era el hermetismo que Corea recibió el sobrenombre de «la nación ermitaña».
En este contexto histórico surge la figura de Andrés Kim Taegon (1821-1846), protagonista de Nacimiento. Más allá de ser reconocido como el primer sacerdote católico nacido en Corea, su legado trasciende su labor religiosa. Kim Taegon promovió el conocimiento occidental en su país y acercó a Corea a las naciones occidentales mediante sus escritos y un mapa considerado un tesoro nacional en Corea del Sur por su trascendencia histórica.
En 1836, Kim Taegon emprendió un viaje crucial hacia uno de los epicentros de actividad misionera en Asia: Macao, un enclave portugués en territorio chino. No resultó ser solo un viaje para su formación, sino también un viaje de ida y vuelta entre dos mundos.
Durante su estadía en Macao y sus viajes a otras ciudades como Shanghái, Kim Taegon adquirió una sólida formación en ciencia, geografía y cultura occidental que transmitiría posteriormente en Corea. Esta formación le permitió elaborar el primer mapa de Corea accesible para Occidente, convirtiéndose en una referencia crucial para los oficiales navales franceses durante décadas, incluso durante la famosa expedición de castigo en 1866 contra Corea por las persecuciones católicas.
El mapa de Kim Taegon no solo facilitó la comprensión de la geografía coreana en Occidente, sino que también simbolizó la apertura de Corea al mundo. Presentaba la península coreana y sus alrededores con un detalle sin precedentes, incluyendo los nombres coreanos de provincias, ciudades, ríos, montañas e islas transcritos fonéticamente al latín, lo que facilitó su comprensión en Occidente. En 1846, el mapa fue entregado al sacerdote Libois y en 1885 llegó a la Biblioteca Nacional de Francia (BnF) como donación a través del cónsul francés en Shanghái, Charles de Montigny. Poco después, se presentó en la revista de la Sociedad Geográfica Francesa como Carte de la Corée. Traducido a seis idiomas, fue utilizado por cartógrafos y exploradores, como el inglés John Ross, el francés Charles Dallet y el alemán Wilhelm Lobscheid.
En la actualidad, este mapa, conservado en la BnF, es considerado una de las pruebas irrefutables de la soberanía de Corea del Sur sobre el archipiélago de Dokdo, una serie de islotes de gran valor geoestratégico situados en el extremo oriental de Corea. Durante la colonización japonesa de Corea (1905-1945) Japón ocupó Dokdo, perdiéndola tras la Segunda Guerra Mundial. Actualmente, Japón reclama su propiedad argumentando que los islotes no pertenecían a ninguna nación cuando los ocupó en 1905. Sin embargo, Japón tiene en su contra, entre otras pruebas históricas, el mapa de Kim Taegon, que demuestra que Dokdo era coreano en el siglo XIX. Esta evidencia se suma al mapa de Corea del siglo XVIII que se conserva en la Biblioteca del Senado de España, donde Dokdo aparece como parte de Corea.
Kim Taegon, cuyo legado cartográfico continúa sirviendo a su país, fue una de las 10.000 víctimas de las persecuciones que sufrieron los católicos en Corea (1791-1886). Estas persecuciones tuvieron diversas motivaciones, pero principalmente derivaban del rechazo a las ideas y prácticas occidentales, consideradas contrarias a la tradición y cultura coreanas, así como del temor a la influencia extranjera y la sospecha de que los católicos eran agentes de las potencias coloniales. Además, el orden social de Joseon se veía amenazado por los principios de igualdad y libertad promovidos por el catolicismo, lo que llevó a su difusión entre las clases bajas.
Kim Taegon es una figura respetada tanto entre creyentes (27,6 % de la población) como no creyentes de Corea del Sur. Sin embargo, la situación es diferente en Corea del Norte, donde a menudo se informa sobre condenas a cristianos, con penas que incluyen cadena perpetua o trabajos forzados.
LUIS JAVIER NICOLÁS SÁNCHEZ
Historiador y divulgador de la historia de Corea.
Publicado en Alfa y Omega el 15.2.2024.