En una semana en la que Sánchez ha terminado de perpetrar su gran traición a la España constitucional en aras de su propio y único beneficio, apareció una de sus vicepresidentas, Yolanda Díaz, en carne mortal comunista, para demostrar lo que realmente lleva dentro, no lo que dice llevar.
La otrora rescatada por Pablo Iglesias de su gueto laboral y político ferrolano, tras intentar apuntalarse políticamente arremetiendo contra empresarios, emprendedores y ejecutivos (a los que envidia) se fue a bailar en un programa de su televisión pública (RTVE), que cada día se parece más a la televisión chavista venezolana, para de paso decir que sufre como personal «condena» vivir en un piso de más de 400 metros cuadrados en el mismo centro de Madrid, con mayordomo, cocinera y el resto de los servicios pagados por el contribuyente. Al megapiso público que habita le falta un detalle: que desde tan bokassiano habitáculo se puede contemplar el mar…
¡Y se quedó tan ancha y tan pija! ¿Se habrá dado cuenta, esta señora gubernamental, lo que expresa, entre risita y risita, esa «condena»? ¿Se habrá percatado de la indignación que provoca entre millones de españoles mejor preparados técnicamente que ella que tienen dificultades para abonar la hipoteca tras comprarse humildes apartamentos? Díaz nos ha descubierto, por fin, el comunismo pijo y de paso saca los ojos a millones de contribuyentes.
No hace mucho que unos de sus conmilitones, que en el fondo no la traga, me dijo al respecto de Yolanda Díaz: «En la derecha hay mucho acomplejado ante la izquierda, pero en la izquierda hay una gran acomplejada porque le hubiera gustado y le gusta parecerse a las mujeres de la derecha».
No se engañe el lector, detrás de esa sonrisa continua y bolivariana hay una comunista en estado puro, bien vestida, of course, desde que se calzó el coche oficial, pero sus recetas son de socialismo del siglo XXI caribeño al más puro estilo chavista o castrista, es decir, consejos vendo que para mí no tengo. El principal input que exhibe, más allá de sus risas forzadas, son sus continuos ataques a los empresarios y emprendedores; justamente, la mujer que nunca levantó la persiana de un estanco o siquiera de una mercería para tener que comer. Los que se juegan su dinero, su vida, entre otras cosas, para pagar los impuestos que a ella le permiten llevar un tren de vida que ni hubiera soñado más allá de la actividad política y sindical del siglo pasado.
En sus desbarres, tiene como gran alumno a un tal Ernest Urtasun, ministro dice que de Cultura sin haber leído El Catón. La semana anterior propuso que todos los españoles estudien el catalán y lo hablen. Y el pasado lunes propuso que los museos españoles pidan perdón por el «colonialismo» que nunca existió, más bien, virreinatos, Urtasun, que no aprendes.
¿Puede sorprender en Europa y en el resto del mundo libre la deriva que España ha tomado en manos del sanchismo? ¿Tan difícil es leer, estudiar un poco, pensar, antes de lanzar una paqueirada? Si hasta los libros los tienen gratis…
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 27.1.2024.