El arzobispo de Homs hace un dramático llamamiento tras la interrupción del plan de ayuda del Programa Mundial de Alimentos a partir del 1 de enero: «Las familias sirias comen una vez al día, han olvidado lo que es la calefacción, el agua caliente, lo que es una sociedad. Y viven en la oscuridad, sin luz».
Ciudad del Vaticano, 3 de enero 2024.- Hace seis meses se redujo a la mitad, desde el 1 de enero se ha cancelado por completo. El plan de ayuda del Programa Mundial de Alimentos -la agencia de la ONU encargada de la asistencia alimentaria en el mundo- a Siria ha sido interrumpido. Más de cinco millones de personas dependían de la entrega de alimentos y artículos de primera necesidad, en un país que se acerca a su 13º año de guerra (marzo de 2024) y que se vio aún más debilitado en febrero de 2023 por un dramático terremoto en las zonas fronterizas con Turquía. En el origen de la decisión, explica el PAM, está la falta de fondos, puesta en peligro por la epidemia de Covid, la guerra de Ucrania y ahora también la de Gaza, que han acabado con el presupuesto disponible. Y ahora el número estimado de personas que sufren inseguridad alimentaria grave supera los 12 millones.
Una decisión terrible e injusta
«El pueblo sirio está condenado a morir sin poder decir nada», es la dramática constatación de monseñor Jacques Mourad, arzobispo de Homs, desde hace un año, tercera ciudad de Siria por extensión. «Es una decisión terrible e injusta», prosigue el arzobispo, que se pregunta por qué se ha llegado a esta situación. «Para nosotros es como si el mundo dijera al pueblo sirio ‘están condenados a morir, sin levantar la voz, sin decir nada’. ¿Y por qué? ¿Qué culpa tiene el pueblo sirio?»
La Iglesia no puede cubrir todas las necesidades
Sus palabras son sentidas, pensando en el sufrimiento que el pueblo ha soportado durante todos estos años y que seguirá soportando, generado por una guerra que no parece terminar y que sigue cercenando cualquier esperanza. «Esta decisión -continuó el prelado- ha sido tomada para arrojar al pueblo sirio a la más completa desesperación, para apagar toda luz que pudiera permanecer encendida gracias a nuestra fe y gracias a la esperanza. Pero en esta situación estamos verdaderamente acabados». En efecto, las organizaciones no gubernamentales y la Iglesia católica han obrado milagros en Siria en los últimos años, apoyando a la población en todos los sentidos. Hoy, ante la interrupción de la ayuda humanitaria, que por ahora servía a casi 2/3 de la población, uno se pregunta si aún hay esperanza que pueda evitar que la gente muera de hambre. La Iglesia, así como las organizaciones no gubernamentales, no pueden cubrir todas las necesidades del pueblo sirio – prosigue Mons. Mourad – su capacidad de financiación es limitada. Además, hacer llegar dinero a Siria es imposible debido a las sanciones impuestas por Estados Unidos y la ONU, así que ¿cómo lo hacemos? ¿Cómo puede vivir el pueblo sirio? Ya hay muchas familias sirias que comen una vez al día, sólo una vez al día. Hemos olvidado lo que es la calefacción, porque no podemos comprar gasóleo ni leña, hemos olvidado lo que es el agua caliente, hemos olvidado lo que es una sociedad. Y vivimos en una oscuridad total, las ciudades de Siria están sin luz, desde luego los barrios ricos con sólo el 5% de la población no son representativos de la situación del pueblo sirio».
Los sirios están así condenados a muerte
Para Monseñor Mourad, la única solución no es sólo la Iglesia católica, sino también la Unión Europea, su esperanza es que la UE adopte una posición clara, dictada por «una sensibilidad humana y sincera». El llamamiento del arzobispo de Homs es desgarrador. «¿Por qué se quiere hacer morir a este pueblo?» es la atroz pregunta que lanza al mundo: «No es posible que el mundo entero abandone al pueblo sirio, ¿qué hemos hecho mal para que se nos condene a morir?».
JEAN-CHARLES PUTZOLU y FRANCESCA SABATINELLI
Imagen: La ciudad de Homs en Siria, dañada por la guerra.