En el contexto político actual, marcado por la claudicación del Gobierno al separatismo con una Ley de Amnistía que quiebra el principio de igualdad entre todos los españoles -clave de bóveda del Estado de Derecho-, no es casualidad que el discurso navideño del Rey haya pivotado este año -como nunca otro- en torno a la Constitución como instrumento fundamental de nuestra democracia. Es bien sabido que los discursos del Rey son escrutados por el Gobierno y es desde esa perspectiva como hay que interpretar sus palabras.
Felipe VI ha lanzado dos ideas fundamentales que se entienden en el marco de esa contención obligada por las circunstancias. La primera, cuando afirma que cada institución, empezando por la Corona, tiene que situarse en el «lugar que constitucionalmente le corresponde, ejercer las funciones que le estén atribuidas y cumplir con las labores y deberes que la Constitución le demanda». Todo un aviso a navegantes en tiempos en los que Pedro Sánchez se ha garantizado su continuidad en el cargo a través de un ignominioso pacto con los separatistas que representa un ataque sin precedentes a la línea de flotación de nuestro marco constitucional.
Y la segunda, cuando el Rey advierte de que «fuera del respeto a la Constitución no hay democracia ni convivencia posibles; no hay libertades sino imposición; no hay ley, sino arbitrariedad. Fuera de la Constitución no hay una España en paz y libertad». En esta frase se condensa el firme alegato del monarca contra quienes pretenden vulnerar la ley de leyes. La arbitrariedad a la que se refiere Felipe VI se entiende perfectamente dentro del contexto político que ha permitido a Pedro Sánchez seguir en el poder. En suma, que el mensaje navideño del Rey se ha convertido -por algo será- en toda una advertencia a quienes han pervertido el mandato constitucional del régimen del 78. Por supuesto, Sánchez no se dará por aludido, pero Felipe VI lo ha dejado alto y claro. A buen entendedor pocas palabras bastan.
EDITORIAL OKDIARIO
Publicado el 24 de diciembre 2023.