Coincidiendo con el lanzamiento de la nueva campaña contra el hambre de Manos Unidas, el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, ha escrito una carta en la que pide que todos nos involucremos en esta lucha y señala que «el hambre no depende únicamente de las diversas situaciones geográficas en las que estemos ni tampoco de las climatologías de los países en los que habitan los hombres, ni siquiera de las circunstancias desfavorables que hacen que las cosechas no sean abundantes como teníamos previsto». «También el hambre lo provoca el hombre mismo, con sus egoísmos, que tienen versiones muy diferentes, como carencias en la organización social, rigidez de estructuras económicas que muy a menudo están destinadas al lucro, e incluso prácticas contra la vida humana; en sistemas ideológicos que reducen a la persona, le recortan sus dimensiones esenciales, le privan de su dignidad fundamental, la entienden como un instrumento más a su servicio», añade.
El prelado lamenta que «hemos descentrado al hombre» y pone como ejemplo de ello «el modo de atender el hambre en el mundo», ya que, «con mucha frecuencia, la acción internacional para combatirla ignora el factor humano y, en cambio, da prioridad a aspectos técnicos y socioeconómicos que, aunque son importantes, solo responderán a las verdaderas necesidades del ser humano cuando este esté en el centro». «Para lograrlo nos tenemos que implicar más todos y, con una fuerza especial, quienes tienen que tomar decisiones. Hemos de valorar y decidir qué uso damos a la tierra porque, muchas veces, se está orientando a otros objetivos que afectan al ambiente y se está volviendo improductiva para alimentar al ser humano», asevera.
En esta línea, cita la encíclica Populorum progressio del beato Pablo VI («Los pueblos hambrientos interpelan hoy, con acento dramático, a los pueblos opulentos») y la reciente Laudato si, en la que el Papa Francisco recuerda en que las criaturas de este mundo tienen dueño («Son tuyas, Señor, que amas la vida») y tienen «una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde» de las mismas, también del lugar tierra en que habitan. Y acto seguido, monseñor Osoro incide en que el cartel de la campaña de Manos Unidas de este año, que lleva por lema Plántale cara al hambre: siembra, «es muy sugerente: un plato blanco bellísimo con una cuchara de madera llena de tierra en la que nace una planta». «Me hace recordar que no todos tienen ese plato, ni siquiera una cuchara con tierra para sembrar y que dé frutos. El cartel no pide platos. Reclama que todos los hombres tengan tierra para sembrar y comer. Medios para que esas tierras produzcan. Semillas, agua, herramientas para el trabajo. Después, ellos mismos harán sus platos y cucharas, con el producto y valor de lo que plantan», explica.
Como detalla el arzobispo de Madrid, acabar con el hambre requiere «métodos y acciones que permitan una explotación adecuada de los recursos» y «que se respete el patrimonio de la casa común que es nuestra tierra, la que ha sido creada por Dios, quien también nos creó a nosotros y todo lo que existe, y quien nos ha dado la dignidad que tenemos todos los hombres, creados a su imagen y semejanza». «Con el cartel, entendemos muy bien el lema Plántale cara al hambre: siembra. Sembremos y cultivemos la tierra para que todos los seres humanos puedan alimentarse; sembremos de solidaridad la tierra; sembremos de cultura del encuentro el corazón de todos los hombres; sembremos de ternura, paz y amor, y renunciemos a la indiferencia», abunda.
Las bienaventuranzas de la lucha contra el hambre
Finalmente, monseñor Osoro formula una serie de bienaventuranzas en las que desgrana distintas formas de hacer este deseo realidad:
1. Bienaventurados los que hablan y viven el desarrollo auténtico, entendido como aquel que asegura una mejora integral en la calidad de vida humana.
2. Bienaventurados quienes ven con los ojos de Jesús el espacio donde transcurre la existencia de las personas, los escenarios donde viven y actúan, y dan las mismas respuestas que Él a quienes los habitan.
3. Bienaventurados quienes promueven el bien común, como es el respeto a la persona con sus derechos inalienables a su desarrollo integral, aplicando el principio de subsidiariedad en los grupos intermedios, entre los que destaca la familia.
4. Bienaventurados quienes se toman en serio la siembra, sabiendo que los países pobres necesitan de los ricos, teniendo estos como prioridad erradicar la miseria.
5. Bienaventurados quienes alientan la mejoría agrícola de las regiones más pobres, con inversiones, infraestructuras, organización de mercado, sistemas de riego, técnicas agrícolas sostenibles, cooperativas, etc.
6. Bienaventurados quienes se hacen estas preguntas para un desarrollo integral antes de emprender cualquier proyecto en favor de quienes pasan hambre: ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿De qué manera? ¿Para quién? ¿A qué costo? ¿Quién paga y cómo?
7. Bienaventurados quienes, pensando en el bien común, hacen posible que la política y la economía en diálogo se coloquen al servicio de la vida y con absoluta claridad al servicio de la vida humana.
8. Bienaventurados quienes promueven que no bastan las ciencias empíricas para explicar completamente la vida, el conjunto de la realidad, pues sostener lo contario hace desaparecer la sensibilidad estética y la capacidad de la razón para percibir el sentido y la finalidad».