Uno de cada cinco menores afirma haber consumido medicamentos como forma de ocio. Una de las tendencias es una bebida que se consigue con jarabe para la tos.
29 de octubre 2023.- Detrás de la cotidianidad, de una aparente vida normal y sin apenas problemas, donde una correcta vestimenta, estudiar una carrera universitaria o tener un trabajo estable no dejan lugar a la sospecha, se esconde un mundo oscuro en aquellos que tratan de evadirse de la realidad mediante el consumo de drogas en forma de medicamentos. Toseina, codeína, cloretilo o benzodiacepinas como Xanax. Todos ellos fármacos de fácil acceso, habituales en cada casa. Simples pastillas antidepresivas y jarabes para niños que parecen ser el remedio para un trastorno de ansiedad o un dolor común, pero cuyo uso indebido y excesivo de los mismos pueden producir una drogodependencia que puede llevar a la asfixia, al desmayo o a la propia muerte.
El último informe del Ministerio de Sanidad sobre el consumo de drogas en la enseñanza secundaria (Estudes), realizado con menores de 14 a 18 años, alerta de esta tendencia. Según este documento, uno de cada cinco menores afirma haber consumido estos medicamentos como forma de ocio. Los jóvenes han convertido algunos medicamentos mezclados con bebidas en la nueva tendencia mainstream para «colocarse» y «sentir una mejor experiencia». Son cócteles con fármacos para disfrutar de un botellón tóxico. Como el ya popular purple drank o lean drink, que se elabora de una forma fácil con unos mililitros de jarabe para la tos, unas gominolas y una botella con Sprite. La mezcla de todo esto da un líquido de color rosa, similar al de un flúor bucal.
El elixir de los traperos
Esta bebida se puso de moda con el género musical trap, donde algunos artistas como Lil Wayne o Lil Peep mostraban esta bebida en sus videoclips. Posteriormente, otros cantantes como el reconocido Bad Bunny o el alicantino Kid Keo también lo incluyeron en sus canciones o en fotos a través de redes sociales. Además, su receta se puede encontrar en YouTube, donde algunos tutoriales enseñan cómo se fabrica paso a paso.
«Estéticamente no echa para atrás, como pincharse o meterse algo por la nariz. Es simplemente beber, tiene un color llamativo y sabe bien. Es como un jarabe de los que tomabas cuando eras pequeño», explica David, un joven de 24 años que lleva una vida normal, estudia y trabaja, pero que ha probado varias veces este cóctel cuando ha salido de fiesta, o como él dice, «por las mofas» (pasarlo bien). «Como son medicamentos que tomabas cuando eras niño, piensas que tampoco te pasará nada», añade. Pero no es tan inocuo. Ni mucho menos. «Cuando he mezclado la toseina o la codeína con alcohol he sentido que paso por diferentes fases, de estar aplatanado o chill a estar muy activo. Y así constantemente. No sé, es una mezcla de las dos, se te va la cabeza», relata David. «Lo he probado pocas veces y no me ha dado ningún chungo, solo que me encuentro más relajado o eufórico, según el momento», añade.
También existe otra moda en estos botellones tóxicos: el uso del cloretilo, un spray para calmar el dolor local y que actúa como anestésico. La mezcla con alcohol es peligrosa y puede llevar a la muerte súbita, pero genera una sensación de euforia y excitación que resulta atractiva para muchos. «Su efecto es efímero, similar a la de otras drogas, como el popper», cuenta Rafa, de 23 años . «Lo trajo un amigo y lo probé para pasar un buen rato, creo que de manera controlada se puede hacer», asegura.
Aparentemente, tomar estos fármacos en bebidas resulta atractivo. Pero algunos componentes de los mismos alteran el funcionamiento del sistema nervioso central. Al igual que las drogas, pueden clasificarse en tres grupos, de acuerdo con su acción sobre dicho sistema nervioso: hay fármacos depresores, estimulantes y perturbadores.
Las benzodiacepinas —entre las que se incluyen tanto medicamentos ansiolíticos como inductores del sueño— y los opioides —medicamentos analgésicos como la morfina, la metadona o la codeína— actúan como depresoras. En el caso de las primeras, la intoxicación se caracteriza por la presentación de relajación, sedación, somnolencia o disminución del nivel de consciencia. «Lo utilizo para escapar de mis pensamientos», admite Juan, otro joven que a menudo consume estas sustancias. Respecto a los opioides, la intoxicación produce euforia, sensación de bienestar o enlentecimiento psicomotor.
Si a estos efectos, que ya producen por sí solos los medicamentos mencionados, se les suma la mezcla con alcohol, el desencadenante puede ser mortal. «Si lo haces a diario o te pasas de dosis puedes sufrir problemas respiratorios y desmayarte, o incluso provocar la muerte, como le pasó a un amigo mío», cuenta un joven de 21 años, arrepentido de haberlo probado durante su estancia en Estados Unidos, donde algunos de sus colegas consumían estos cócteles de forma asidua.
Ahora parece que esta tendencia ha llegado a España. Basta con pasearse por algún parque y ver cómo un grupo de chavales hace botellón, no solo con litronas de cerveza y / o fumando cannabis, sino también acompañados de una botella grande de refresco con un color diferente al habitual, que llama especialmente la atención.
Fácil acceso y dependencia
Los expertos coinciden en que esta tendencia, convertida en algo popular entre los jóvenes, se ha visto incrementada desde la pandemia, cuando muchos empezaron a consumir benzodiacepinas y opioides. La situación inesperada que atravesó la sociedad —confinamiento, aislamiento, miedo a contagiarse por el coronavirus, etc.— provocó que algunos comenzaran a tomar pastillas. Otros que ya se drogaban con sustancias estupefacientes pasaron a experimentar nuevas sensaciones o a relajarse con estos fármacos para olvidar lo que ocurría en el mundo. A esto se suma la facilidad para conseguirlos. Existen canales de Telegram, como Grupo Farmacias Online, dedicados a la venta de los mismos. «No hay medicamentos falsificados en España, pero sí se da que el paciente lo obtenga por el cauce legal y luego lo revenda», explica Noelia Tejedor, farmacéutica y doctora en la Universidad Francisco de Vitoria. Este mercado negro opera con entregas a domicilio o en aquellos puntos que acuerde con el comprador. «No son farmacias, son pacientes que ilegalmente comercian con los medicamentos y, además, cometen fraude, porque muchas veces estos fármacos han sido adquiridos mediante financiación pública», detalla.
Existen expertos que estudian la mente de aquellos que recurren a las medicinas para escapar de la realidad. Exploran los riesgos inminentes que acechan a quienes se aventuran en este camino y tratan de ayudar mediante terapias. Es el caso del José Antonio Tamayo, especialista sanitario en Activa Psicología, que advierte de la facilidad para conseguir los fármacos y engancharse a ellos. «La disponibilidad en el hogar de estos medicamentos que han podido ser recetados para el control de la ansiedad, el insomnio o el dolor, así como utilizarlos sin seguir las indicaciones prescritas por el médico en cuanto a dosis y duración, pueden llevar a que se instaure la dependencia», explica. «El consumidor que se desmarca de la pauta puede comenzar a incrementar la dosis del medicamento para obtener el efecto deseado. Además, cuando se ha instaurado la dependencia, intentar reducir o interrumpir la dosis produce el síndrome de abstinencia, por lo que se mantendría el consumo indefinidamente para evitar que esto ocurra», concluye Tamayo.
SERGIO AGUILERA
Alfa y Omega
Imagen: Esta tendencia se ha visto incrementada en los jóvenes desde la pandemia.
(Foto: Freepik).