Me siento libre. Eso me decía al volver a casa con la bicicleta anoche. Los semáforos, los coches, el carril bici, las luces de las farolas.
Libre también al poder elegir entre varias cadenas de supermercado y en cada uno de ellos tener las estanterías repletas y múltiples opciones de cada producto.
Libre al recorrer 1.000 kilómetros por autopista, parar en gasolineras, elegir un bar y una marca de bebida, y una tapa de toda una carta.
Libre de ir a esta o a aquella iglesia a la hora que me venga mejor.
No, Jean Rabel (Haití), no ha pegado un giro de 180 grados en un mes. Te hablo después de pasar un tiempo en España. En esta burbuja que me dice que soy libre. ¿Es esto libertad?
He rezado algo de esto en los ejercicios este año. Pedía a Jesús ese «conocimiento interno» en su modo de ser libre. Esa libertad que le hace salir de su pueblo, de su zona de confort, para recorrer caminos, para romper las normas, para ser testigo de la misericordia de Dios, para sanar, para salvar, para amar hasta el extremo.
Miro hacia delante, pongo mi imaginación recorriendo los caminos de tierra de Jean Rabel, la pasión (o compasión) en la consulta, la vida más a la intemperie, vivir el hoy… y como siempre digo: son ellos, las personas, siendo en su cotidianeidad. Ciertamente esto me ayuda a ser libre. ¿Solo lo externo? Espero no ser tan básica. Creo que lo que me hace vivir más libre es saberme sostenida por Dios allá donde me encuentre, allá donde me envía.
Vuelvo a Haití contigo, Señor.
VALLE CHÍAS
Religiosa de Jesús-María y misionera en Haití.
Publicado en Alfa y Omega.
5 de octubre 2023.