La Comunidad de Sant’Egidio en Madrid estrena la Casa Fratelli Tutti, un oasis para hacer familia y, además, facilitar nuevos servicios, como una casa hogar para ancianos sin recursos.
Si uno busca en Google Maps la calle Larra, 9, de Madrid, verá la foto de un bloque reformado de cinco plantas calificado como «edificio multiusos». Inevitable sonreírse pensando lo que realmente hay detrás de estos muros: ilusión, esperanza, amor, servicio, entrega, sacrificio… Familia, con todas las letras. Es la Casa Fratelli Tutti que la Comunidad de Sant’Egidio en Madrid acaba de inaugurar en pleno barrio de Malasaña, en un acto presidido la pasada semana por el cardenal Osoro. Él la definió como «la casa del padrenuestro», en la que todos son hijos de Dios y, por tanto, hermanos de todos los hombres. Un oasis que, en palabras de la responsable de Sant’Egidio en Madrid, Tíscar Espigares, es «un plus» para desarrollar todos sus servicios e incorporar algunos nuevos, como la casa hogar para ancianos sin recursos y sin familia. A ella se suman las salas para formación en lengua y cultura española para extranjeros, el espacio para la Escuela de la Paz para niños y jóvenes —que se une a los de Pan Bendito y Lavapiés— y una amplia cocina donde elaborar con holgura las 1.300 cenas calientes que se distribuyen tres días a la semana. Un ferrari de las cocinas, exclama José (55 años), que sueña con hacer allí un cocido, aunque a la que le sale bien de verdad, cuenta, es a Manuela, iniciadora, junto a Espigares, de la labor de la comunidad en Madrid allá por 1989.
«Empezamos esta preciosa aventura en Pan Bendito», comenta la colaboradora, con las familias llegadas de otras partes de España a buscar un futuro; «fue una revolución del corazón» que les llevó a plantearse cómo vivir la vida en serio. De las periferias físicas saltaron al centro, a las periferias existenciales, con tantas personas que para la mayoría son «mobiliario urbano», pero que para Sant’Egidio son los amigos de la calle.
Claves
• El nombre de la casa originario era otro, pero cuando el Papa publicó la encíclica Fratelli tutti, se vio en ella la síntesis de lo que se quería de este hogar.
• El edificio, cedido por la archidiócesis de Madrid, ha sido reformado tras unas obras que comenzaron en febrero de 2020, un mes antes del confinamiento.
• La casa, que «enseña a mirar a los demás», es reflejo de lo que el Papa transmitió en la pandemia: no nos salvamos solos.
En la Casa Fratelli Tutti hay un toque de padre y madre. Así lo ha vivido Ahmed, ejemplo de cómo es la nueva migración. Refugiado de Sudán, llegó a España hace cinco años y medio. Con las clases de español de Sant’Egidio no solo ha aprendido el idioma, también ha encontrado una familia. Es la «sorpresa» de ver que «esta gente da mucho, trabajan desde el corazón; son cosas que no puedes tocar pero sí sentir». Cuando le preguntamos qué es para él Fratelli Tutti, le brota el agradecimiento en forma de petición: que las administraciones se comprometan para poder devolver tanta ayuda prestada.
Como le pasa a José, «feliz» por colaborar ahora repartiendo alimentos, él que ha estado, «digamos, en las filas», para recogerlos. Cuando empezó a frecuentar Sant’Egidio volvió también a asistir a la iglesia, la de Santa Maravillas en este caso, referente de la comunidad. «Yo era creyente, pero hacía mucho que no iba a Misa». A José lo miraron con «ojos y corazón abiertos», apunta la responsable de la comunidad en Madrid, y por eso invita a hacerse «la pregunta de oro: y yo, ¿qué puedo hacer?». La respuesta, sostiene, es la misma que dio Jesucristo en el Evangelio a los apóstoles: «dadles vosotros de comer», que «hoy es construir una familia».
BEGOÑA ARAGONESES
Alfa y Omega
Imagen: Tíscar, Ahmed, Manuela y José en la sala donde se desarrollará la Escuela de la Paz.
(Foto: Begoña Aragoneses).