Cincuenta años después del histórico encuentro entre Pablo VI y el Patriarca copto ortodoxo Shenouda III, el padre Destivelle, oficial del Dicasterio para la Unidad de los Cristianos, traza en “L’Osservatore Romano” la parábola entre las dos Iglesias, de la ruptura a la nueva fraternidad.
Del 9 al 14 de mayo, Tawadros II, Papa de Alejandría y Patriarca de la Sede de San Marcos, estará en Roma para celebrar el 50º aniversario del histórico encuentro de su predecesor, Shenouda III, con Pablo VI (1973) y el 10º aniversario de su primer encuentro con el Papa Francisco (2013). Para comprender mejor el significado de esta importante visita del jefe de la Iglesia ortodoxa copta con motivo del décimo «Día de la amistad copto-católica», quizá sea útil ponerla en perspectiva.
El renacimiento de una Iglesia apostólica
Fundada en la tierra santificada por el destierro de la Sagrada Familia (Mt 2, 14-15), la Iglesia de Egipto es una de las más antiguas Iglesias cristianas, cuya fundación se remonta a la predicación del evangelista Marcos. Heredera de la famosa «escuela de Alejandría» ejemplificada por Clemente, Orígenes, Dionisio, Atanasio y Cirilo, siempre se ha presentado como la guardiana de la fe nicena.
También se considera la cuna del monacato cristiano, con Antonio, el «padre de los monjes», y su discípulo Pacomio, que inspiró las primeras reglas cenobíticas. Por último, la experiencia de la persecución y el martirio también contribuyó fuertemente a su identidad, hasta el punto de que inicia su calendario en el 284, año de la gran persecución sufrida bajo el emperador Diocleciano.
Compartiendo esta prestigiosa herencia con la Iglesia copta católica y con la Iglesia greco-ortodoxa de Alejandría, la Iglrdis ortodoxa copta experimentó un gran renacimiento a partir de la segunda mitad del siglo XX. Bajo el impulso de patriarcas visionarios como Kyrillos VI (1959-1971) y Shenouda III (1971-2012), el movimiento misionero de las «escuelas dominicales» de los años 40 propició el surgimiento de una nueva generación de pastores.
Sobre todo, la renovación monástica desde los años 60, promovida por los monasterios de Wady El-Natroun y por la figura del monje Matta el Maskine, ha contribuido a su renacimiento espiritual. Con unos quince millones de fieles, de los cuales unos diez se encuentran en Egipto (es decir, cerca del 10% de la población, mientras la Iglesia greco-ortodoxa y la Iglesia católica copta cuentan cada una con unos 250.000 creyentes en Egipto), es actualmente la mayor comunidad cristiana de Oriente Medio. La fuerte diáspora que experimenta desde los años 70, sobre todo en Norteamérica, contribuye a su vitalidad y a sus intercambios con el cristianismo occidental.
Una ruptura trágica
La relación entre la sede de Pedro y la de Marcos se remonta a los tiempos apostólicos. Baste recordar la relación entre los apóstoles Pedro y Marcos (a quien Pedro llamaba «hijo», I Pe 5, 13), y también el hecho de que Alejandría fuera presentada a menudo como una de las «tres sedes petrinas» (junto con Roma y Antioquía, antes de que se promoviera el concepto de «pentarquía»). En el siglo IV, los obispos de Roma y Alejandría, ambos con el mismo título de «Papa», se apoyaron mutuamente en la defensa de la fe nicena contra el arrianismo.
Atanasio de Alejandría encontró refugio con el Papa Julio I durante su exilio en Roma, al igual que su sucesor Pedro de Alejandría con el Papa Dámaso. La presencia en el ábside de la basílica vaticana de la estatua de Atanasio el Grande entre los cuatro Doctores que rodean la Cátedra de San Pedro atestigua estos lazos seculares.
El concilio de Calcedonia (451) marcó una trágica ruptura. La gran mayoría de los obispos egipcios, por razones en las que factores no teológicos desempeñaron un papel decisivo, se negó a reconocer las formulaciones cristológicas del concilio.
La Iglesia de Alejandría se dividió entonces en dos: la mayoría formó la Iglesia copta en comunión con las demás Iglesias orientales (de tradición siríaca y armenia) que sólo reconocían los tres primeros concilios ecuménicos, mientras que una minoría leal a la Iglesia imperial formó la Iglesia greco-ortodoxa de Alejandría. La Iglesia copta representó a la mayoría de la población egipcia hasta las invasiones sarracenas del siglo VII, y desde entonces fue menguando lentamente hasta convertirse en minoría en el siglo XIII.
Fraternidad reencontrada en torno a la misma fe en Cristo
Durante casi 1.500 años de distanciamiento ha habido pocos momentos de encuentro entre la Iglesia de Roma y la Iglesia copta. Las excepciones notables fueron la presencia de una delegación copta en el concilio de Florencia, que aceptó la efímera bula de unión Cantate Domino de 1442, y varias misiones católicas a Egipto en los siglos XVII y XVIII, que desembocaron en la creación de un patriarcado copto católico en 1824. Sólo con el concilio Vaticano II se reanudaron los contactos, con un espíritu radicalmente nuevo. Kyrillos aceptó la invitación de Juan XXIII de enviar observadores al concilio en 1962, e invitó a Pablo VI a la inauguración de la nueva catedral de El Cairo en 1968.
En respuesta, Pablo VI devolvió las reliquias de San Marcos, robadas en el siglo IX por mercaderes venecianos. En 1971, estuvo representado por el cardenal Johannes Willebrands, presidente del entonces Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos, en la entronización del nuevo Papa Shenouda III. Ese mismo año se iniciaron consultas teológicas informales en el seno de la fundación Pro Oriente de Viena.
El punto culminante de este acercamiento fue la visita de Shenouda III al Vaticano del 4 al 10 de mayo de 1973, con ocasión del 1.600° aniversario de la muerte de San Atanasio. Fue el primer encuentro entre un patriarca de la Iglesia copta ortodoxa y un obispo de Roma. El 10 de mayo, en la Torre de San Juan de los Jardines Vaticanos, los dos Papas firmaron una Declaración cristológica común en la que afirmaban que la Iglesia católica y la Iglesia copta comparten la misma fe en Jesucristo, cuya «divinidad no se separó de su humanidad ni un solo instante, ni siquiera el tiempo de un parpadeo», según la formulación querida por la tradición copta.
Esta declaración, que reconocía que las diferencias teológicas desde el 451 habían sido «alimentadas y acentuadas por factores no teológicos», puso fin a 1.500 años de controversia cristológica. Sirvió de modelo para declaraciones cristológicas similares con las demás Iglesias ortodoxas orientales, siríaca, armenia y malankar.
Un diálogo teológico pionero
Al mismo tiempo, la declaración estableció una Comisión mixta internacional entre la Iglesia católica y la Iglesia copta ortodoxa, que en 1979 adoptó los importantes Principios para guiar la búsqueda de la unidad entre la Iglesia católica y la Iglesia copta ortodoxa, firmados por Juan Pablo II y Shenouda III.
Este documento pionero proponía un modelo comunitario de unidad, afirmando, entre otras cosas, que «la unidad que prevemos no significa en modo alguno la absorción de una por la otra, ni la dominación de una sobre la otra. Está al servicio de cada una de ellas, para ayudarlas a vivir mejor los dones que han recibido del Espíritu de Dios», y que «la unidad presupone que nuestras Iglesias sigan teniendo el derecho y el poder de gobernarse según sus propias tradiciones y disciplinas».
Esta Comisión allanó entonces el camino para la creación de un fructífero diálogo teológico internacional entre la Iglesia católica y toda la familia de las Iglesias ortodoxas orientales. La Comisión se reunió por primera vez en el 2004 en El Cairo y desde entonces siempre ha estado copresidida, por parte ortodoxa oriental, por un copto, primero por el metropolita Bishoy y desde el 2019 por el obispo Kyrillos. La Comisión, que hasta ahora ha adoptado tres documentos importantes y celebrará su 20º aniversario el próximo año, tuvo su última sesión plenaria en febrero de 2023 en el monasterio de San Bishoy en Wady El-Natroun.
Una amistad de confianza
Además del diálogo teológico, las relaciones fraternales entre la Iglesia católica y la Iglesia copta ortodoxa han seguido profundizándose. Juan Pablo II, al comienzo de su peregrinación jubilar al Monte Sinaí en febrero del año 2000, visitó a Shenouda III en su residencia de El Cairo, realizando así la primera visita de un obispo de Roma a Egipto.
Tawadros II, elegido Papa de la Iglesia ortodoxa copta en noviembre del 2012 tras 41 años de pontificado de Shenouda III, realizó su primera visita al extranjero a Roma, del 9 al 13 de mayo de 2013, en el 40° aniversario de la visita de su predecesor. En aquella ocasión, Tawadros propuso al Papa Francisco celebrar el 10 de mayo como «Día de la amistad entre la Iglesia católica y la Iglesia copta ortodoxa», que desde entonces se celebra cada año.
En abril del 2017, Francisco visitó a su vez Egipto, donde firmó con Tawadros una nueva declaración pastoral conjunta, que expresaba, entre otras cosas, el deseo de encontrar una fecha común para la celebración de la Pascua y no repetir más los bautismos administrados en las respectivas Iglesias.
De hecho, el Papa Tawadros ha dado pasos importantes hacia el acercamiento entre la Iglesia copta ortodoxa y la Iglesia católica desde el inicio de su pontificado: fue el primer patriarca copto ortodoxo en asistir a la entronización de un patriarca copto católico – la del patriarca Ibrahim Isaac Sidrak en enero del 2013 – y promovió la creación de un Consejo nacional de Iglesias cristianas en Egipto en febrero del 2013. Su última conversación con el Papa Francisco fue en julio del 2018, cuando participó en el encuentro de reflexión y oración por la paz en Oriente Medio organizado en Bari.
«Los mártires son nuestros guías»
El inminente cuarto encuentro entre Francisco y Tawadros marcará otro paso importante en el acercamiento entre las sedes de San Pedro y San Marcos. Tawadros asistirá a la audiencia general del 10 de mayo, Día de la amistad copto-católica, y se reunirá con Francisco el 11 de mayo para un momento de oración y conversación. El tema del «ecumenismo de la sangre», querido por ambos Papas, estará sin duda en el centro de sus intercambios fraternales.
Como ya afirmaron Francisco y Tawadros en su declaración conjunta del 2017: «Una vez más, los mártires son nuestros guías. En la Iglesia primitiva, la sangre de los mártires fue semilla de nuevos cristianos. Así también, en nuestros días, que la sangre de tantos mártires sea semilla de unidad entre todos los discípulos de Cristo, signo e instrumento de comunión y de paz para el mundo».
Haciéndose eco de estas palabras, Francisco declaró en el 2022 sobre los 21 mártires coptos asesinados el 15 de febrero del 2015 en Libia: «Son nuestros santos, santos de todos los cristianos, santos de todas las confesiones y tradiciones cristianas. Que la sangre de los mártires muestre a nuestras Iglesias el camino hacia el día bendito en que podrán comulgar juntas en la misma sangre de Cristo».
HYACINTHE DESTIVELLE
Oficial del Dicasterio para la promoción de la unidad de los cristianos.
Imagen: El Papa Francisco con el Patriarca copto ortodoxo Tawadros II .