En el periódico de la Santa Sede, “L’Osservatore Romano”, se ha publicado la reflexión pascual del Patriarca Ecuménico de Constantinopla.
La Resurrección nunca ha sido más urgente como hoy, cuando todos vemos a nuestro alrededor la oscuridad de la persecución, el sufrimiento y la muerte. La Cruz representa el choque supremo entre el poder del amor divino y el amor del poder terrenal. Basta ver la hostilidad en Ucrania. Basta con reconocer la división en la sociedad.
Sin embargo, en la tragedia de la soledad y de la muerte, ya comienza a brillar la luz de la Resurrección. Cruz y Resurrección son dos aspectos de un único acto de salvación y reconciliación. En los clásicos de la espiritualidad hay una bella expresión para indicar esta experiencia. El místico del siglo VII, San Juan della Scala, habla de la «tristeza gozosa», o sea la experiencia simultánea del Viernes Santo y del Sábado Santo.
El monte Gólgota es inseparable del jardín de la Tumba. Por eso estuvo geográficamente en Jerusalén; por eso está litúrgicamente en la Iglesia; y por eso permanece espiritualmente en el alma. Misteriosa y paradójicamente, la luz de Cristo sólo aparece en las tinieblas: “El pueblo sumido en las tinieblas ha visto una gran luz» (Mt 4, 16).
La Resurrección ofrece una nueva perspectiva, una nueva visión y una nueva percepción. A su luz podemos ver todas las cosas tal como han sido creadas y tal como Dios las ha querido. Esta luz brilla más que cualquier oscuridad en nuestros corazones y en nuestro mundo.
Nuestra ferviente oración por todos ustedes y por el mundo entero es que, en este tiempo de Pascua, la vida triunfe sobre la muerte, el amor prevalezca sobre el odio y el bien venza sobre el mal.
Χριστὸς Ἀνέστη! ¡Cristo ha resucitado!
- Patriarca Ecuménico de Constantinopla
BARTOLOMÉ I
Imagen: El Patriarca de Constantinopla, Bartolomé I.
(2021 Getty Images).