La coincidencia de la Semana Santa, la Pascua judía y el Ramadán, pero también las tensiones en la política israelí, han provocado un cóctel explosivo con Jerusalén como epicentro. En la ciudad tres veces santa, cualquier incidente puede ser la chispa que encienda la región, pero si a ello se le suma un recrudecimiento del conflicto y un Gobierno israelí dividido y extremista, el combustible está servido. El germen de la actual escalada se encuentra en las escenas de violencia en la mezquita de Al Aqsa el 5 de abril. Cientos de musulmanes se atrincheraron para proteger el lugar ante los rumores de que fundamentalistas judíos subirían a sacrificar cabras por Pascua. Días antes, un joven palestino había muerto abatido por la Policía, en extrañas circunstancias, a las puertas del recinto. La Policía israelí actuó con contundencia ante el encierro y contestó con balas de goma y granadas de sonido al lanzamiento de piedras y fuegos artificiales. Al poco, grupos armados palestinos lanzaron cohetes desde Gaza. Los proyectiles fueron interceptados por Israel, que respondió bombardeando el enclave.
Esta escalada acabó involucrando al Líbano. Por primera vez desde 2006, grupos locales lanzaron cohetes contra el norte de Israel, que bombardeó las proximidades de Tiro. La desangrada Siria, acostumbrada a los ataques de Israel, tampoco se mantuvo al margen: grupos armados lanzaron proyectiles y el Ejército hebreo contestó con nuevos bombardeos. Paralelamente, el 7 de abril, dos palestinos tirotearon un coche en la Cisjordania ocupada, matando a tres mujeres judías de origen británico. El mismo día, un árabe-israelí atropelló, de manera aparentemente intencionada, a varios transeúntes que paseaban por Tel Aviv. Murió un italiano además del conductor del coche, abatido por la Policía.
Entretanto, el Gobierno israelí se debatía entre aplicar poca o mucha mano dura. Asediado por múltiples frentes, Netanyahu prefería calmar los ánimos. Tiene medio país en las calles protestando por su polémica reforma judicial y a parte de su gabinete exigiéndole aprobar la reforma, pero también reclamando mayor contundencia con los «enemigos de Israel». Aunque la situación se ha calmado, con más de 90 palestinos y una decena de israelíes muertos desde enero, las brasas de estos días avivarán las llamas de mañana.
P. J. ARMENGOU
Periodista en Jerusalén