La compañía Disney —estandarte de la ideología de género— estrena en su plataforma digital un documental dirigido por Jordi Évole y Màrius Sánchez. Consiste en una conversación entre el Papa y diez jóvenes veinteañeros reunidos a las afueras de Roma: una chica del Camino Neocatecumenal, un joven ateo, un africano musulmán, una chica que se declara de sexualidad no binaria, una joven madre soltera de 22 años que se gana la vida haciendo sexo online, una cristiana abortista de la plataforma Derecho a Decidir, una evangélica inmigrante, una pakistaní, un joven que afirma haber sido abusado por un numerario del Opus Dei y una exmonja atea, que dice haber encontrado el amor fuera de la Iglesia. Los temas que se tocan —no siempre de forma sistemática— son el aborto, las relaciones sexuales, la masturbación, los abusos, la inmigración, el papel de las mujeres y los abusos de poder dentro de la Iglesia.
Los jóvenes exponen desinhibidamente sus preguntas, a las que el Papa va respondiendo, unas veces más incisivamente, otras más genéricamente, tratando siempre de no juzgar a sus interlocutores. Al decir de sus directores, la película no se dirige a un público católico y, quizá por ello, el Papa evita entrar en cuestiones teológicas o específicamente doctrinales. Esta situación le obliga a hacer un poco de funambulista, buscando un equilibrio a veces imposible entre lo que habría que decir y lo que él cree conveniente decir en ese contexto. Por ello, a veces, es bastante claro —como en la cuestión del sacerdocio femenino o el aborto— y en otras resulta no suficientemente persuasivo —como en los temas relativos a la sexualidad y a la antropología—. En ese sentido, se echa de menos una propuesta más atractiva y sugerente de la mirada cristiana sobre esas cuestiones, como el sentido del cuerpo, la identidad y el sexo, ya que, en ocasiones, las intervenciones del Papa quedan a merced de una interpretación ambigua.
Una intervención desafortunada es la del de joven que acusó de abusos a un profesor, caso que fue juzgado por el Tribunal Supremo. Aquí el chico recrimina al Santo Padre ante las cámaras y, como consecuencia, Francisco ha reabierto el caso canónicamente, generándose unas situaciones jurídicas muy delicadas —y sorprendentes para algunos juristas—. No parece que un producto de entretenimiento como es una película deba ser utilizado por el director para ventilar asuntos de esa índole que tanto afectan a las personas implicadas.
A pesar de lo interesante del documental, deja la sensación de una magnífica ocasión no suficientemente aprovechada. Queda la impresión de una Iglesia con demasiados lastres y que no propone una vida tan atractiva como para que algunos de esos chicos estén abiertos a tomarla en consideración.
JUAN ORELLANA