La defensa de la vida es un derecho fundamental. Todo ser humano posee, desde su concepción hasta su muerte natural, ese derecho. No existe un derecho a la muerte; lo que sin duda existe es el derecho a la vida, a la preservación de la vida. Sin la vida no existe el derecho. La vida es el substrato por donde transita el derecho. La vida es inviolable.
El aborto ya es considerado como un medio más de control de la natalidad, pero no deja por eso de ser un homicidio, la muerte violenta de un ser humano. Y no solamente eso, sino que lleva consigo además unas consecuencias negativas para la salud y el bienestar emocional de la mujer.
Cada vida humana es valiosa y merece ser protegida desde el momento de su concepción. Hoy nadie medianamente formado niega que de la unión del gameto masculino con el femenino nace una nueva vida que no es de la madre ni del padre. Ese ser tiene un nuevo ADN, distinto al de la madre y al del padre, aunque ambos participen de él. Existen numerosas pruebas claramente objetivables y comprobadas de que, en poco tiempo, ese nuevo ser humano posee una individualidad genética, perfectamente establecida, que prosigue su propio destino siempre que se le deje. A los 15 días del retraso de la regla de una mujer este ser de cuatro milímetros y medio lleva una semana con un corazón que late y tiene esbozados brazos, piernas, cabeza y cerebro. Al mes y medio, observándolo con mucho aumento, se puede distinguir en sus deditos la matriz de las huellas dactilares. El feto va disponiendo de una estructura nerviosa necesaria para percibir, transmitir y procesar el dolor, pero no la ha desarrollado al completo aún, ya que esto ocurre una vez nacido, pasado algún tiempo. Los sistemas neurológicos que modulan y controlan ese dolor tardan en completarse o madurar, como ocurre con otros procesos metabólicos (el sistema biliar, por ejemplo), por lo que este ser indefenso, ante una invasión de su integridad, experimenta mucho más dolor que cuando somos adultos. El dolor que sufre un feto y que es capaz de soportar es trágicamente mucho más intenso que el de un niño de varios años.
El aborto interrumpe el desarrollo de un ser humano en su etapa más vulnerable, lo que resulta la muerte de una vida inocente de manera cruel. Además, no resuelve los problemas subyacentes que pueden llevar a una mujer a tomar esa decisión, como la falta de apoyo económico o de apoyo emocional, algo que puede tener graves consecuencias para la salud mental y física de esa madre.
Esta ley pasa por alto las alternativas de aquella mujeres que se encuentran en una situación difícil, como la que permite dar a un niño en adopción a matrimonios que no pueden tener hijos y que esta criatura goce de un hogar amoroso y seguro. Es crucial ofrecer apoyo a estas mujeres para que no sientan que el aborto es su única opción. En este punto son claves asociaciones como RedMadre, que tiene la experiencia de que, de cada diez mujeres embarazadas que se acercan con la idea de provocarse inicialmente un aborto, nueve al final desisten de cometer tal barbaridad y tienen un niño. Todo ello gracias al cariño, al acompañamiento y a las ayudas de diversos tipos que reciben con resultados de alegría, sosiego espiritual, descanso emocional y agradecimiento.
Una información completa sobre estos temas es fundamental y atañe a los poderes públicos, a los medios de comunicación y a las instituciones de carácter religioso, no solo a la Iglesia católica, sino a todas las religiones monoteístas a niveles tan capilares como las parroquias, las sinagogas y las mezquitas. Estos problemas no son de índole religiosa únicamente, aunque, por supuesto, también lo son. Hipócrates no nos deja mentir. La vida desde su génesis es inviolable. Esto es de sentido común. De ética elemental. Pero la sociedad está contaminada por ideas que han ido calando gracias a un plan establecido desde hace décadas en todo este mundo que se dice desarrollado. Este fenómeno es capaz de influir a todos los niveles a cambio de poder, de votos, de bienestar material ilimitado, de hedonismo, del miedo a que te tachen de carca, etc. Hay cuestiones que no se pueden cambiar por cálculos electorales. Eso denota una falta de principios inaceptable. Pero lo que subyace es el control de la natalidad y, en general, un control de todo lo que suponga un obstáculo a la implantación de un cambio social —la llamada ingeniería social— para acabar con los fundamentos básicos que dieron lugar a la civilización occidental (la cultura grecorromana, el derecho romano y los credos judeocristianos).
Nuestros nietos o bisnietos quedarán horrorizados de las barbaridades que llegaron a hacer sus abuelos. El aborto es la pandemia más devastadora de nuestra era: 100.000 muertos cada año solo en España.
MANUEL GONZÁLEZ BARÓN
Director honorario de la Cátedra de Oncología y Medicina Paliativa de la UAM
y ex jefe de servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario La Paz.