El entrenamiento, la disciplina, la motivación del deportista, pueden contribuir a la “maduración del espíritu”. El Papa lo subrayó a los miembros de la Asociación Amateur “Sport in Vaticano”, a quienes recibió con motivo del 50 aniversario de la Liga Vaticana de Fútbol, organizada por primera vez en 1972.
Ciudad del Vaticano, 9 de febrero 2023.- La práctica deportiva sana puede contribuir “a la maduración del espíritu”. El Papa Francisco lo resalta a la Asociación Deportiva Amateur “Sport in Vaticano”, que encontró este 9 de febrero con ocasión del 50 aniversario de la creación de la Liga Vaticana de Fútbol. La asociación, que hoy en día incluye diversas disciplinas deportivas, está compuesta por miembros de los distintos dicasterios del Vaticano, quienes a menudo viajan a campeonatos para diversas manifestaciones de solidaridad. En particular en estas manifestaciones, los empleados de los dicasterios “están llamados – les dijo el Santo Padre – a dar testimonio de su vínculo con la Santa Sede”. De ahí que el Papa quisiese ofrecerles una reflexión a partir de una imagen utilizada por San Pablo en la Primera Carta a los Corintios, donde se lee.
“¿No saben que en el estadio todos corren, pero uno solo gana el premio? Corran, entonces, de manera que lo ganen. Los atletas se privan de todo, y lo hacen para obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible” (9:24-25). «Esto no quiere decir que haya alcanzado la meta ni logrado la perfección, pero sigo mi carrera con la esperanza de alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús» (3,12).
Los dos pasajes del Evangelio, les explicó Francisco, permiten leer “el agonismo sano como una actividad que puede contribuir a la maduración del espíritu”, y, en particular, esbozan tres reglas “fundamentales” para el deportista: el entrenamiento, disciplina y motivación.
De hecho, en la base del trabajo, el sudor y el sacrificio que constituyen el entrenamiento, está la “pasión por el deporte”, que, con la palabra “amateur”, de “aficionado”, expresa “el amor por una determinada actividad”. “Si existe esta actitud, – afirmó el Papa – la competición es sana. De lo contrario, si prevalecen intereses de diversa índole, la competición se echa a perder, a veces incluso puede corromperse”.
Prosiguiendo con la disciplina, el Santo Padre expresó que no se trata sólo de respetar las reglas, aunque estas ciertamente deben existir. La disciplina “recuerda al ‘discípulo’, es decir, al que quiere aprender, al que no se siente ‘llegado’ y capaz de enseñar a todo el mundo”.
“El verdadero deportista siempre busca aprender, crecer, mejorar. Y esto requiere, precisamente, disciplina, es decir, la capacidad de dominarse a uno mismo, de corregir la impulsividad que todos tenemos, en mayor o menor medida. La disciplina permite entonces que cada uno desempeñe su papel y que el equipo exprese lo mejor del conjunto.”
En relación a la motivación, otra regla fundamental para el deportista, el Santo Padre volvió a citar a San Pablo, que escribe: «he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe» (2 Tim 4,7). Sobre esta cita señaló que “es el sello perfecto de adhesión a la llamada, incluso para un deportista”, puesto que “en una carrera, lo que da el empuje, lo que lleva a un buen resultado, es la motivación, una fuerza interior”. Y ahondó.
“La prueba no está en el resultado numérico, sino en lo fieles y coherentes que hemos sido a nuestra llamada.”
Hablando precisamente de la motivación, y antes de despedirse con su aliento a seguir adelante y su bendición, a los deportistas del Vaticano el Papa quiso hacerles un subrayado: “Su manera de trabajar en equipo y de colaborar puede ser un ejemplo para el trabajo en los Dicasterios y entre los Dicasterios de la Curia, así como en las Direcciones del Estado Vaticano”. Y concluyó.
“Una vez más, el deporte es una metáfora de la vida.”
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