5 de febrero 2023.- La bisnieta de Joaquín Sorolla desempolva sus recuerdos con motivo del centenario, este 2023, de la muerte del pintor.
¿Qué recuerdos íntimos tienen de él?
Mi padre casi no tenía recuerdos directos de su abuelo. Él nació en 1917 y tres años después Sorolla tuvo el derrame cerebral, aunque tuvo tiempo de pintarle algún retrato. Nuestros recuerdos vienen, principalmente, de mi abuela María —hija del pintor—, que sentía adoración por su padre. Yo nací físicamente en su casa y recuerdo que cuando nos acompañaba a la cama y rezábamos con ella, siempre incluía una oración por su padre. Luego, en las comidas o cenas, nos solía contar cuentos, pero no eran relatos inventados, sino sus historias de niña con sus padres. Y, por supuesto, lo teníamos presente a través de todas las obras que había en nuestra casa, que años atrás también fue la suya. Más tarde pude profundizar en él a través de sus epistolarios.
¿Esas cartas revelan cómo era el hombre detrás del pintor?
Sorolla y su mujer se escribieron 2.000 cartas en vida. En ellas se ve a un padre adorador, a un marido enamorado de su mujer hasta los tuétanos. Es elocuente cómo fue alimentando ese amor a lo largo de los años. Decía que cuando estaba con su mujer eran los momentos más felices de su vida. Y cuando no podía estar con ella, le mandaba cartas o flores. Disfrutaba mucho de la vida. Él tenía dos pasiones, la pintura y su familia, y no concebía la felicidad sin ninguna de las dos. Por otro lado, te diré que fue un gran amigo de sus amigos. Lo definió muy bien Pérez de Ayala en una crónica que escribió de él a su muerte: «Sorolla tenía un corazón maravillosamente dotado para los afectos». Y todo eso, la paz, la tranquilidad, el disfrutar de la vida, se transmite en sus cuadros.
Su vitalidad contrasta con el espíritu de su generación, la del 98, que destacaba por su pesimismo, melancolía y tristeza. ¿De dónde le viene?
La llevaba dentro. Tenía una mirada positiva de la vida. Él lo explica muy bien en una de sus cartas a su vuelta de EE. UU. En ella dice cómo a pesar de la tristeza que le produce la situación en la que se encuentra el país, de tantas penas, su playa de Valencia estaba hermosa y rezumaba vida. Esa alegría la transmite en sus cuadros. Siempre digo que Sorolla fue el mejor embajador que tuvimos en España en aquel momento. En el país había muchas dificultades, pero también todas esas cosas bellas que él pintó.
Casi no abordó la pintura religiosa. ¿Era un hombre de fe?
No hay duda, Sorolla era un hombre de fe. Por una cosa muy sencilla, la cantidad de veces que se encomienda a su Virgen de los Desamparados. Además, en sus cartas tiene siempre a Dios en la boca. «Dios quiera…» esto, «Dios quiera…» lo otro. Y es un Dios escrito, además, con mayúscula. Sobre la pintura religiosa te diré que la probó, pero que no incidió mucho en ella. Al principio más, porque las obras que se premiaban entonces eran históricas o religiosas, y él estaba buscando reconocimiento. Pero no es una pintura en la que se desenvuelva bien.
¿Cómo se presenta este Año Sorolla, que conmemora los 100 años de su muerte?
Está siendo ya un año muy intenso. Hay muchas exposiciones y publicaciones previstas. El otro día, por ejemplo, se presentó el libro de César Suárez, Cómo cambiar tu vida con Sorolla, que es una biografía novelada muy documentada. Engancha mucho; es muy Joaquín Sorolla. También destaca la inauguración el próximo 16 de febrero de una muestra en el Palacio Real. Tendrá un formato diferente. Combinará la exposición habitual —se mostrarán obras muy poco conocidas— con temas de realidad virtual y experiencias sensoriales inmersivas.
Lealtad a la familia y conciencia social
César Suárez, jefe de Cultura de la revista Telva, se confiesa fan de las biografías. Cuando llegó a sus manos la de Joaquín Sorolla, sin embargo, no le terminó de convencer del todo y decidió tomar cartas en el asunto. De esta forma, hace una semana presentó junto a Blanca Pons-Sorolla —bisnieta del artista— su particular repaso de la vida del famoso pintor valenciano, aunque no es semblanza al uso. El aspecto es de libro de autoayuda y el autor combina en él la biografía, el ensayo y la ficción. «Lo que quería principalmente era contar la personalidad y la alegría de vivir de Sorolla, que es lo que no había terminado de encontrar en los otros libros —muchos, porque fue un hombre muy popular— que hay sobre él», explica Suárez en conversación con Alfa y Omega.
La vitalidad de Sorolla «no quiere decir que fuera un necio», añade el autor. El pintor se daba cuenta «de las calamidades de la época, que ya se encargaban de poner de relieve los intelectuales del 98». De hecho, tiene obras, como ¡Y aún dicen que el pescado es caro!, que dejan ver su conciencia social. «Él veía que las cosas no funcionaban, que las instituciones españolas dejaban mucho que desear, que la política iba dando bandazos». Pero frente a todo ello, «Sorolla huye de llevar la pintura al debate intelectual. Él lo que quiere es transmitir emocionales. Pinta lo sensorial».
Junto con la alegría, Suárez destaca «el sentido de la lealtad que tenía con sus amigos y con su mujer. Fue un hombre fiel». También sorprende la capacidad de trabajo y el esfuerzo que hacía por mejorar, «a pesar de tener una prodigiosa capacidad para la pintura, como le decía Unamuno».
JOSÉ CALDERERO ALDECOA
Alfa y Omega
Imagen: Blanca Pons-Sorolla y César Suárez durante la presentación del libro publicado por Suárez.
(Foto: Borja Zausen).