Poco antes de las 16.00 del 8 de diciembre, el Santo Padre llegaba a la Plaza de España para rendir homenaje -como todos los años en la solemnidad de la Inmaculada Concepción- a la estatua de la Virgen María que corona la columna de mármol romano frente a la embajada de España, en recuerdo de la proclamación del dogma por el Papa Pío IX (8 diciembre 1854).
Francisco, continuando una tradición inaugurada por san Juan XXIII en 1958, depositó personalmente un ramo de flores a los pies de la imagen y, acompañado de miles de fieles encabezados por el cardenal Agostino Vallini, vicario de Su Santidad para la diócesis de Roma rezó una oración a la Virgen, compuesta por él mismo y que reproducimos a continuación:
»Virgen María, en este día de fiesta por tu Inmaculada Concepción, vengo a rendirte el homenaje de fe y de amor del pueblo santo de Dios que vive en esta ciudad y en esta diócesis.Vengo en nombre de las familias, con sus alegrías y dificultades, de los niños y jóvenes, abiertos a la vida, de los ancianos, cargados de años y de experiencias. De forma particular vengo a tí, de parte de los enfermos, de los presos, de los que sienten que el camino es más duro. Como Pastor vengo también en nombre de los que han llegado de tierras lejanas en busca de paz y de trabajo».
Bajo tu manto hay sitio para todos porque tu eres la Madre de la Misericordia. Tu corazón está lleno de ternura por todos tus hijos; la ternura de Dios, que se encarnó en tí y se convirtió en hermano nuestro, Jesús, Salvador de todo hombre y toda mujer. Mirándote, Madre nuestra Inmaculada, reconocemos la victoria de la Misericordia divina sobre el pecado y sobre todas sus consecuencias y se enciende en nosotros la esperanza de una vida mejor, libre de esclavitud, rencores y miedos».
»Hoy, aquí, en el corazón de Roma, escuchamos tu voz de madre que nos llama a ponernos en camino hacia esa Puerta que representa a Cristo. Tu dices a todos: »Vendi, acercaos, confíados; entrad y recibid el don de la Misericordia; no temáis, no os avergoncéis. El Padre os espera con los brazos abiertos para perdonaros y recibiros en su casa. Venid todos a la fuente de la paz y la alegría».
Gracias, Madre Inmaculada, porque en este camino de reconciliación, no nos dejas solos sino que nos acompañas, estás a nuestro lado y nos sostienes en cada dificultad. Bendita seas ahora y siempre. Amén».
Después del homenaje a la estatua de la Inmaculada, el Papa saludó a los presentes y como último acto de la primera jornada del Año Santo de la Misericordia se desplazó a la basílica de Santa María la Mayor para rezar ante la imagen de Maria Salus Populi Romani donde lo esperaba una multitud de personas. A su regreso al Vaticano, las campanas de esa basílica, cuya Puerta Santa abrirá Francisco el 1 de enero de 2016, tocaron a fiesta.