Alés Bialiatski, católico practicante encarcelado por su activismo en Bielorrusia, comparte premio con organizaciones de derechos humanos en Rusia y Ucrania.
11 de diciembre 2022.- Este sábado, Natalia Pinchuk recibirá el Premio Nobel de la Paz en nombre de su marido de 35 años, Alés Bialiatski. Él, activista por las libertades civiles en Bielorrusia, está encarcelado. «Es una persona excepcional», con «una increíble aportación a la historia de Bielorrusia. Estoy muy orgulloso» de trabajar con él, asegura a Alfa y Omega desde el exilio un miembro del Centro de Derechos Humanos Viasna, que Bialiatski fundó en 1996.
Su labor ya le valió tres años en prisión entre 2011 y 2014, supuestamente por evasión de impuestos. El papel de Viasna durante las protestas por el presunto fraude electoral de agosto de 2020 llevó a una nueva detención en 2021, junto con otros cinco miembros de la entidad. A él y a otros dos dirigentes, Vladimir Stephanovich y Vladimir Labkovich, se les acusó de nuevo de evasión. Pero la semana pasada su caso fue enviado a juicio por un cargo más grave de contrabando, al introducir en el país 250.000 euros, y por organizar alteraciones graves del orden público.
Bielorrusia
Población: 9,4 millones.
Religión: Ortodoxos, 48,3 %, y católicos, 7,1 %.
Represión: 1.449 presos políticos, según Viasna.
Bialiatski lo esperaba, pero se mantenía «optimista». Está detenido a la espera de juicio «en un antiguo castillo de 200 años en Minsk con humedad, casi sin luz solar. Puede haber 20 personas en una celda, y solo se duchan una vez a la semana». Católico practicante, «la religión es una de las formas que tiene de sostenerse y sostener a otros». A su colaborador le impresionó una carta durante su primera condena, donde «contaba cómo a todos los presos políticos creyentes, de distintas religiones», la fe «les ayudaba a tener esperanza».
Asistencia 24 horas al día
A pesar de la persecución a Viasna, ilegalizada en 2003, un centenar de trabajadores continúa con su labor de concienciación y, sobre todo, de defensa de las víctimas de la represión del Gobierno de Aleksandr Lukashenko. En 2020, durante los meses de más protestas «nuestras oficinas estuvieron abiertas las 24 horas del día, siete días a la semana, y los teléfonos no dejaban de sonar».
El dinero introducido en el país era para ofrecer asistencia legal y económica a los detenidos. «Las multas pueden ser de hasta 4.000 euros», mucho dinero en un país con salarios más bajos que en el resto de Europa. Además, «si te detienen por cargos administrativos, pasas días o un mes en un centro de corta estancia» que al salir «te cobra ocho euros al día por la comida y la cama». Dos años después, «cada día siguen llegando peticiones» de ayuda. También «hemos estado documentando casos de tortura».
Aún hay familias en los bosques
«Se sienten como en la cárcel pero sin saber qué han hecho mal ni cuándo saldrán». Georgina Brown, responsable de Médicos Sin Fronteras en Letonia y Lituania, describe la realidad de la cincuentena de solicitantes de asilo —incluidas varias familias con niños— que viven en los centros de detención de inmigrantes de Mucenieki y Daugavpils. Aunque las condiciones físicas son aceptables, «la detención tiene un gran impacto en su salud mental».
«Tienen muchas restricciones», relata a Alfa y Omega. Les quitan los móviles, los vigilan estrechamente, «solo pueden salir al aire libre un tiempo limitado», y hay horarios rígidos y reducidos para usar el teléfono o la biblioteca. Al cabo de una semana, «los niños se empiezan a poner muy nerviosos y a mostrar signos de estrés». Los adultos solos, que frente a las seis u ocho semanas de las familias pueden estar retenidos incluso durante meses o un año, llegan a lesionarse.
Brown explica que algunas de estas personas y familias aún son de los grandes grupos que llegaron en avión a Bielorrusia durante la crisis migratoria de hace un año. Las autoridades bielorrusas a veces los «ayudan» a llegar a la frontera, pero luego pasan «días o semanas» atrapadas en los bosques, rechazadas —a veces con violencia— tanto por las patrullas letonas y lituanas como por las bielorrusas. «Queman sus posesiones para calentar a sus hijos. Con temperaturas bajo cero, empezaremos a ver muertes».
Además de la crisis socioeconómica, «la situación de los derechos humanos empeora más y más», con cambios como la expansión de la pena de muerte a quienes hayan planeado actos de sabotaje. El derecho de reunión está cada vez más restringido. Pese a ello, este año ha habido otro importante movimiento de protesta contra la guerra en Ucrania y la presencia en el país de tropas rusas.
El compañero de Bialiatski espera que el Premio Nobel haga sentir a las autoridades bielorrusas que «la comunidad internacional le apoya a él y la democracia», para que «cese la represión». Confía además en que aumente la solidaridad del resto del mundo, más centrado ahora en la guerra ucraniana. Junto con la mujer del fundador de Viasna, recibirán el Nobel la organización rusa Memorial y el Centro para las Libertades Civiles de Ucrania. «Es muy importante ver la conexión», y cómo «mientras en Rusia y Bielorrusia las autoridades no respeten los derechos humanos, pueden comenzar cualquier guerra».
MARÍA MARTÍNEZ LÓPEZ
Alfa y Omega
Imagen: Bialiatski homenajea a un manifestante fallecido el 15 de agosto de 2020 en Minsk.
(Foto: Viasna).