Alguien pudiera creer vanamente que la llegada al poder de la izquierda y la ultraizquierda iba a traer aires de libertad individual y colectiva. Vanamente. Si se observa con atención las obsesiones de este Gobierno la conclusión no puede ser más clara: intentan imponer un nuevo nacionalcatolicismo donde desde el poder se decreta lo que es bueno o malo, correcto o incorrecto en una especie de libro de estilo de «nueva sociedad».
Su catecismo es asfixiante. Te ordenan lo que tienes que comer, dónde comprar, cómo vestirte (con corbata o sin corbata), el edredón que tiene que sustituir a la calefacción, el gel con el que ducharte, la escuela en la que llevar a tus hijos… Y con la alegría y disposición con la que hay que pagar los impuestos para que luego lo despilfarren…
Se han constituido en una nueva iglesia laica, pero no menos exigente y represora. Te dicen que vocablos son los adecuados para no terminar siendo un facha; en qué medios informativos no debes ni acercarte (ahí está el último anatema en la persona del bueno de Pablo Motos, no será el último), que actores y directores de cine son los cool; ojo con poner en valor a los grandes empresarios que han hecho cosas por la sociedad…; ojo con criticar las subvenciones a gogó a los sindicatos. Así hasta llegar a los niños, niñas y niñes que es la acuñación «correcta» de la nueva situación. Causa risa, porque ese dogal está apretando el cuello de sus antaño partidarios que desencantados de lo que sus ojos ven y sus oídos oyen deciden echar el cierre.
Es la nueva moral laica y demodé. La izquierda, mucho más la izquierda ultra, siempre tuvo un problema con las libertades. No les gusta la libertad de empresa; aborrecen de la prensa libre; el pensamiento a ser posible único (si no tienen más remedio, el único y el autorizado); las escuelas todas cortadas por el mismo patrón. La sanidad privada representa el festín del especulador, hasta que ellos caen enfermos, naturalmente. Entonces, hasta las clínicas dirigidas y regentadas por el Opus Dei les sirve y son magníficas. Uno tiene la impresión, cinco siglos después de que murió Torquemada, pero sus hijos adoptivos o putativos los dejó sembrados por estos lares.
GRACIANO PALOMO
Publicado en okdiario
11 de diciembre 2022