Cualquier aficionado a los libros de Historia reciente tendrá que convenir en las similitudes dialécticas, salvando todas las distancias, entre el convulso periodo parlamentario de la II República y el actual. Es algo nuevo y preocupante que se puede describir desde que los extremos se adueñaran verbalmente de la vida política española.
La violencia verbal desatada desde el Gobierno y la respuesta obvia desde la oposición han llegado a quitar el sueño a la señora Batet, claramente superada por las circunstancias, que afronta un escenario que, en parte, ella misma creó y para el que no está dotada. Le falta auctoritas, provocada esa carencia por su sectarismo sanchista y por su escaso talento personal para pastorear una grey tan compleja; le falta potestas para imponerse por cuanto durante mucho tiempo ha permitido «a los suyos» creer que, además del poder ejecutivo, pueden bailar a sus anchas en el Parlamento sin respetar al adversario en minoría. Lo que vale para unos no se aplica para otros; lo que se permite a los rogelios/morados se le abofetea al contrario.
Ahora, ese dúo atrabiliario Bate/De Celis se asusta ante un fuego que su incompetencia y su sectarismo vienen atizando.
Todo ello se produce entre el desprecio y el desdén de una ciudadanía que tiene cabal conciencia de cómo se derrocha su dinero en un poder legislativo.
La función esencial parlamentaria, la de controlar al Gobierno y a los poderes diversos, ha sido prostituida. Es un espectáculo lamentable como esa corrupción nos lleva a diario a ver cómo desde el poder se intenta fiscalizar a la oposición que anda realmente destartalada.
Batet se desgañita (ahora, a destiempo) sin que nadie le haga el menor caso. Es una presidente claramente superada. Pasará a la historia como la presidenta durante cuyo mandato en la Cámara Baja la degradación del noble oficio parlamentario y democrático resulta más patente y descriptible.
GRACIANO PALOMO
Publicado por okdiario
3 de diciembre 2022