Durante la rueda de prensa en el avión de regreso a Roma, tras su intenso viaje a Baréin, un periodista alemán planteó al Papa qué podría aprender la Iglesia en Alemania del pequeño rebaño católico que vive en el golfo Pérsico. Como él mismo describió, allí hemos podido ver una Iglesia pequeña, pobre y con muchas restricciones, pero una Iglesia viva, llena de esperanza y que crece. En Alemania, en cambio, existe una Iglesia rica, con mucha teología y abundancia de medios, pero que pierde 300.000 creyentes cada año. No es una pregunta retórica, y la respuesta de Francisco merece atención. En Alemania, pero no solo allí.
El Papa hizo referencia a las luchas que han caracterizado a la historia religiosa germana, y con cierta ironía expresó que ya existe allí «una gran y hermosa Iglesia evangélica», y que no tendría sentido que la católica tratase de parecerse a ella: no será nunca tan buena como la que hay. Nótese la retranca. Lo que el Papa quiere es una Iglesia plenamente católica, «en fraternidad con la evangélica».
No hay que ser un lince para entender que Francisco está advirtiendo sobre un proceso de protestantización, o sea, de pérdida de la forma católica, que se ha podido ver claramente en el modo de proceder del llamado Camino Sinodal alemán. Alguien tan poco sospechoso de tradicionalismo como el cardenal Kasper lo ha denunciado de forma contundente. El Papa ha aprovechado la ocasión para señalar una clave: «A veces se pierde el sentido religioso del santo pueblo de Dios», y se cae en discusiones periféricas que no son el núcleo de la fe. La invitación de Francisco a los pastores y teólogos es clara: id a escuchar qué piensa el pueblo de Dios, reencontrad las raíces de la fe del pueblo.
Quizás se está perdiendo mucho tiempo (en Alemania y en otros lugares) en discusiones éticas y coyunturales, cuando «la raíz de la fe es la sacudida que te provoca el encuentro con Jesucristo vivo». Solo a partir de ahí nace el coraje apostólico para ir a las periferias, ha dicho Francisco. Pero sin encuentro con Cristo nos deshacemos en discusiones estériles y no llegamos a nada. Mensaje claro, otra cosa es que sea escuchado.
JOSÉ LUIS RESTÁN
Alfa y Omega
17 de noviembre 2022