Resulta que el 1 de junio del 2018, tras la decapitación sumaria y deshonrosa de Mariano Rajoy, anunciaron con estrépito y trompetas que llegaban al poder los listos, los decentes, los del mérito para hacer de este viejo y cuarteado lar (en sus manos) la ínsula feliz donde todos serían felices y comerían a dos carrillos.
Bien, eso fue lo que prometieron. Hete aquí que la realidad, cuatro años después, es que los únicos que sonríen orondos y satisfechos son esa minoría de nomenklatura, de genuflexión sanchista, que aprovechando su desparpajo y una más que descriptible falta de vergüenza, viven como si no administraran un país en decadencia y en ruina. Ni han mejorado la calidad democrática, ni han hecho más prósperos al conjunto de los españoles, ni han demostrado una pizca de honradez; sí, en cambio, se distinguen por su voracidad en la administración de lo que es de todos y una más que demostrada incompetencia para solucionar los problemas de hoy. Para desenterrar momias y reescribir el pasado (al más puro estilo ultrabolchevique) hay que reconocerles grandes dosis de valentía y talento.
La madre de todas las virtudes sociales es el empleo. El pleno empleo. Que una inmensa mayoría de ciudadanos, al levantarse cada mañana, tengan una ocupación digna (todas son dignas) a cambio de una remuneración que les permita vivir con una cierta holgura y certidumbre. ¿Hoy se puede afirmar con justeza que aquellos que juraron por sus existencias el pleno empleo y su mejora han cumplido?
La realidad es cruda: no. El último dígito (oficial) supera ligeramente los tres millones de desempleados en España, y eso después –quizá por ello- de la cacareada contra reforma laboral que impuso la señora Díaz, doña Yolanda. ¿Extraña a alguien? En absoluto. La ministra de Trabajo, el curre más descollante que ha tenido en su vida, y que, probablemente, tendrá a lo largo de su existencia, es precisamente el ministerio que Pablo Iglesias le consiguió tras sus pactos con Sánchez. Hasta esa fecha su deambular en el camino de la meritocracia fue tan escaso como ignoto, allá en aquel despacho laboralista de CCOO que, al parecer, le consiguió su padre, veterano militante comunista.
Sería la única ocasión en la que una comunista tuviera éxito a la hora de crear empleo exportable. Al fin y al cabo, no deja de resultar admiradora de los hermanos Castro y su régimen caduco y genocida; o del chavismo que ha empobrecido hasta límites insoportables al país más rico de la tierra como es Venezuela. Tres millones de parados oficiales, señora ministra.
A partir de ahí todas las excusas resultan hueras. Franco murió hace 45 años, por cierto, usted vive (gratis) en el mega apartamento franquista y no se apea del inmueble ni con aguarrás. Quizá la culpa la tenga también el Rey Fernando de Aragón o su amigo Xi Ping, que por los emperadores rojos tienen ustedes una gran deriva.
Tres millones de parados. Lo demás, entrañable y metafórmica ministra, cuentos. Meros cuentos para engañabobos y sectarios.
GRACIANO PALOMO
Publicado en ok diario
5.11.2022