28 de julio 2022.- El jesuita y director del Observatorio del Vaticano habla sobre las primeras imágenes del universo tomadas por el telescopio espacial James Webb de la NASA.
¿Cuál fue su primera impresión al ver las imágenes del telescopio espacial James Webb?
Soy científico y sé que se necesitarán meses de trabajo para comprender plenamente lo que podemos aprender de estas imágenes. Así que al verlas por primera vez sentí mucha alegría. Me quedé cautivado por su belleza, y también impresionado por lo nítidas y claras que eran. Recuerdo las primeras imágenes del telescopio Hubble, que fue puesto en órbita en 1990 en la misión STS-31 como un proyecto conjunto de la NASA y de la Agencia Espacial Europea, pero no eran ni de lejos tan claras. El telescopio Webb es tan complicado que fue casi un milagro que funcionara como estaba previsto.
El telescopio espacial James Webb ha producido la imagen infrarroja más profunda y nítida del universo lejano hasta la fecha, del cúmulo de galaxias SMACS 0723, tal y como apareció hace 4.600 millones de años. ¿Qué más vamos a descubrir que no teníamos ni idea de que estaba ahí?
¿Qué descubriremos? Como en todo el ámbito científico de la astronomía, aprenderemos muchas pequeñas cosas sobre una u otra galaxia hasta que, eventualmente, dentro de unos años, seamos capaces de unir todos los descubrimientos para alcanzar una comprensión más amplia del universo. Espero poder aprender más detalles sobre las cosas que ya sabemos que están ahí; pero también tengo esperanza en poder sorprenderme y, finalmente, aprender cosas completamente nuevas que quizás nunca hubiera esperado encontrar. Por ejemplo, los primeros datos del James Webb ya nos han mostrado la presencia de agua en la atmósfera de un planeta que orbita alrededor de otra estrella. Eso es lo que ya esperábamos que sucediera; es decir, no es una sorpresa, pero sin duda es agradable de contemplar. Sin embargo, si también pudiéramos ver evidencias de la presencia de ozono, una condición que implica la existencia de oxígeno libre, esto podría decirnos que es posible la vida en ese planeta. Eso sería realmente sorprendente y emocionante.
¿Cómo ha mirado al telescopio espacial James Webb? ¿Con los ojos de la ciencia o con los ojos de la fe?
Solo tengo un par de ojos. Y son tanto los ojos de la ciencia como los de la fe. No puedo separar las miradas porque son complementarias y forman parte de mí. Mi fe es un apoyo importante para la razón. Y la ciencia es un intento de usar la inteligencia que Dios nos ha dado para comprender la lógica del universo; también para aprender más sobre Dios, que es el que ha creado la maravillosa belleza de todo lo que estamos viendo.
Si todo va bien, el próximo verano el telescopio Webb empezará a transmitir a la Tierra imágenes del espacio de acontecimientos que ocurrieron hace más de 13.000 millones de años: una fecha relativamente cercana a cuando empezó a formarse el universo. Algunos cristianos están un poco nerviosos… ¿qué opina usted?
¡Cualquier cristiano que tenga miedo de lo que la ciencia revele sobre el universo, sencillamente no tiene fe en su fe! Y si alguien tiene miedo a la verdad, es que no sabe nada ni de la fe ni de la ciencia. Nuestra comprensión de Dios nunca es completa y nunca será perfecta… De la misma manera que una pareja casada puede seguir sorprendiéndose incluso después de 50 años de matrimonio.
En este sentido, ¿cree que las revelaciones que pueda hacer el telescopio Webb pueden cambiar las teorías sobre el creacionismo en la Iglesia?
La verdad es que no. La Iglesia católica ha entendido que lo que aprendemos sobre la ciencia solo puede aumentar nuestro deleite y gozo ante Dios, nuestro Creador. Esta idea está presente en textos de los doctores de la Iglesia de hace siglos, que incluso se remontan a la época romana. Por ejemplo, para san Agustín ya está claro que fe y razón son las dos fuerzas que nos llevan a conocer. La idea de que, de alguna manera, la Biblia debe leerse como un texto científico es una herejía moderna, que surge de un malentendido y una confusión del siglo XIX sobre la naturaleza de la ciencia y la naturaleza de las escrituras bíblicas.
El padre Georges Lemaître, sacerdote y científico belga, fue uno de los creadores de la teoría del Big Bang sobre el comienzo del universo. ¿Es una prueba de que un católico puede aportar algo a la ciencia?
Cualquiera que afirme que no se puede creer en Dios y ser científico es un mentiroso o, como mínimo, un completo ignorante. Todo aparato eléctrico tiene una clasificación de amperios y voltios; busque quiénes eran el doctor Volta y el doctor Ampère y verá que ambos eran católicos devotos. También lo era el monje Gregor Mendel, que inventó la genética; o el padre Secchi, que añadió un prisma a la lente de su telescopio. También hoy hay muchos científicos que son personas de fe. Incluyendo la docena de astrónomos del Observatorio Vaticano.
VICTORIA ISABEL CARDIEL C. .
Alfa y Omega
Imagen: El sacerdote jesuita en el refractor Zeiss de Castel Gandolfo.
(Foto: ESA / Marco Valentini).