10 de abril 2022.- El arzobispo responsable de la Congregación para la Educación Católica analiza las nuevas orientaciones para las escuelas católicas.
¿Por qué se publica esta guía ahora?
No hay una razón. El documento recoge las preocupaciones de los obispos cuando vienen de visita ad limina a ver al Papa. Se trata en la práctica de una respuesta universal ante los desafíos que afrontan quienes viven en primera línea la educación católica.
¿Cuáles son las principales claves de lectura?
Es difícil plantear un cuadro general de lectura, porque las situaciones que afloran en el mundo de ámbito educativo católico, extendido por áreas geográficas con contextos a veces contrapuestos, o de excesivo libertinaje, o de férrea presencia del Estado, son muy distintas. Por ejemplo, en Asia y África no paran de crecer las escuelas católicas, mientras que en Europa y América del Norte vivimos un periodo de contracción. El documento se divide en tres partes. Se aborda la definición dinámica de una escuela católica; los distintos sujetos y responsabilidades que intervienen en la comunidad educativa, y los retos.
¿Hay novedades?
Emerge claramente la necesidad de formar a los formadores. El colegio debe explicar al detalle el ideario católico antes de contratarlos, y ellos deben comprometerse a respetarlo. Además, las escuelas católicas deben entrar en la óptica general de la evangelización. Deben trasmitir los valores cristianos en todas las materias, no solamente a través de la enseñanza de la religión. No se trata de hacer catequesis, sino de educar en la trascendencia. Otra novedad radica en focalizar la figura del obispo local. Una de las preocupaciones es qué hacer ante la caída de las vocaciones religiosas y la secularización que deriva en el cierre de los centros católicos.
¿Cómo se resuelven estas situaciones?
El obispo tiene que actuar localmente y hablar con todas las partes interesadas para evitar que se pierda el servicio educativo. La venta o el cambio de gestión deben ser las últimas opciones. Aquí nos llegan a menudo las quejas de muchos padres que ponen el grito en el cielo porque van a cerrar una escuela católica cerca de su casa. Pero hay otra clave importante: la localización. No se pueden concentrar todas las escuelas católicas en las áreas urbanas, abandonando las periferias o las zonas rurales. Pongo un ejemplo. En Venezuela, donde la situación es dramática, son las escuelas católicas las que brindan un apoyo fundamental a las personas que viven en las zonas más pobres del campo y que están completamente abandonadas por el Estado.
El documento propone «una razonable defensa» de los derechos de las escuelas católicas frente a las leyes estatales en contraste con su identidad. ¿Cómo se hace esto?
Los católicos no pueden crear un Estado alternativo. Hay que respetar las leyes del Estado y debe primar, sobre todo, el diálogo. Pero tampoco se pueden sufrir en silencio las presiones ideológicas. Es una cuestión de principios. ¿El Estado puede imponer las leyes a su antojo?, ¿respetamos las decisiones de las familias? Hay países en los que las escuelas católicas no pueden contar con sus propios libros de texto y tienen que usar los instrumentos del Estado, que a veces no respetan la libertad religiosa. En otros hay límites específicos. En Vietnam, por ejemplo, donde el 80 % se declara católico, la Iglesia solo puede gestionar escuelas infantiles, no de mayor grado. Hemos conseguido abrir una facultad de Teología, pero es complicado.
¿La financiación también supone un problema?
Claro. Por ejemplo, en Italia, las escuelas católicas de estudios superiores no reciben ayudas. Los padres se ven abocados a pagar dos veces: los impuestos al Estado, que deberían ser teóricamente redistribuidos y, luego, el precio de la escuela católica. Esto es discriminatorio. Por ejemplo, en Bélgica reciben el 100 % de la financiación. Hay de todo. Pero no puede ser que, al final, las familias tengan que pagar la libertad de decidir; esto es una injusticia. Por otro lado, en las escuelas católicas debe primar la justicia social. No puede haber un sistema cerrado solo para unos pocos. Sería contrario al Evangelio.
Claves
• Toda la comunidad escolar –padres, alumnos, profesores y directivos– «tiene la obligación de reconocer, respetar y testimoniar la identidad católica de la escuela».
• Los actos oficiales de una escuela católica deben ser acordes a su identidad.
• La escuela católica es abierta y no solo para los «totalmente católicos». No debe perder el impulso misionero y encerrarse en una isla.
• Para que un centro promovido por un fiel o una asociaciación de fieles pueda ser católico debe tener la aprobación de la autoridad eclesiástica.
• Es razonable dialogar con las autoridades o recurrir a los tribunales para defender los derechos de los católicos y sus escuelas.
VICTORIA ISABEL CARDIEL C.
Alfa y Omega
Imagen: El arzobispo durante la entrevista con ‘Alfa y Omega’,
el pasado 1 de abril.
(Foto: Victoria I. Cardiel)