La Academia Pontificia de las Ciencias publica una larga declaración sobre la prevención de la guerra nuclear, enumerando los riesgos que ésta conllevaría para toda la humanidad. Nueve puntos de acción y cuatro llamamientos a los dirigentes nacionales y religiosos, a los científicos y a los hombres y mujeres de todo el mundo: «la ciencia ayuda a vivir en paz, detengan la perversión de sus logros».
Ciudad del Vaticano, 9 de abril 2022.- El llamamiento se dirige, en primer lugar, a los líderes nacionales, para que «tomen la iniciativa de poner fin inmediatamente a la guerra en Ucrania e inicien una resolución pacífica», mirando más allá de «las estrechas preocupaciones por el beneficio nacional». A continuación, corresponde a los científicos «desarrollar métodos prácticos de control de armas», así como a los líderes religiosos seguir «proclamando con fuerza y persistencia las graves cuestiones humanas que están en juego».
Por último, el llamamiento es para que los hombres y mujeres de todo el mundo libren una batalla: la batalla contra «la creencia de que las guerras son inevitables». La Academia Pontificia de las Ciencias se ha pronunciado contra el horror al que asiste el mundo desde hace más de cuarenta días en Ucrania y ha publicado una larga declaración sobre la prevención de la guerra nuclear, informada por las palabras de Pablo VI y Juan Pablo II y los recientes llamamientos de Francisco.
Peligros crecientes
«Las graves desigualdades entre las naciones y dentro de ellas, las miopes ambiciones nacionales o partidistas y el ansia de poder son el germen de un conflicto que puede llevar a una guerra general y nuclear», advierte el organismo vaticano, que enumera los riesgos de la «grave amenaza» de la energía nuclear, planteada por Rusia durante la guerra infligida a Ucrania. En primer lugar, el «creciente peligro de que muchos otros países y grupos terroristas puedan adquirir armas nucleares o desarrollar la capacidad de producirlas».
A continuación, «la destrucción intencionada o no de centrales nucleares con graves consecuencias para grandes poblaciones, la fuga incontrolada de residuos nucleares que pueden utilizarse para las llamadas bombas sucias, el uso potencial de las llamadas armas nucleares tácticas en los campos de batalla».
También, «mantener las armas nucleares en alerta máxima, aumentando potencialmente la probabilidad de un lanzamiento de armas nucleares, ya sea accidentalmente o como resultado de una manipulación informática». No menos importante es el peligro del uso de poderosas armas nucleares y de otro tipo a nivel internacional más allá de Ucrania, cuando y si la guerra se intensifica.
Aumento de las armas y pérdida de libertad
«Reconociendo el derecho natural de los seres humanos a sobrevivir, a vivir con dignidad y a aspirar a la felicidad, la ciencia debe utilizarse para ayudar a la humanidad a llevar una vida de prosperidad, plenitud y paz», afirma la Academia Pontificia de las Ciencias.
En cambio, lo que vemos es el desarrollo del potencial de las armas nucleares, pero también de los misiles químicos, biológicos o hipersónicos avanzados diseñados para evadir los sistemas de defensa existentes. Un «nuevo escenario» que implica «una grave pérdida de humanidad y libertad, así como una mayor vulnerabilidad, no sólo de los individuos, especialmente los no beligerantes», como los niños, las mujeres, los ancianos y los enfermos «indiscriminadamente aterrorizados u obligados a emigrar», sino de todo el planeta.
Ciencia y conciencia
Es un problema de ciencia y de conciencia. La conciencia misma, señala el documento, no puede justificar el uso de «poderes destructivos que infligen la muerte en todas partes para «civilizar» y «moralizar» o simplemente ocupar». Por su parte, la ciencia tiene el deber de «contribuir a evitar la perversión de sus logros».
«La investigación y la ciencia sobre la superación y la prevención de las guerras, así como la ciencia de la promoción de la paz -no sólo la ausencia de guerras- deben ser un objetivo de todas las disciplinas científicas». En cambio, los dirigentes y los gobiernos tienen la responsabilidad de evitar por todos los medios «la catástrofe de la guerra nuclear y la escalada de las guerras convencionales que ni siquiera perdonan a las poblaciones civiles», manifiesta la Academia Vaticana, que al mismo tiempo pide a la propia humanidad que «actúe para su supervivencia», promoviendo el diálogo, el derecho internacional, la negociación y todos los demás medios pacíficos.