La rectora de la Universidad de Navarra reivindica una universidad que busca el impacto «a largo plazo» y plantea «los grandes temas de la existencia humana».
27 de febrero 2022.- La pamplonesa María Iraburu Elizalde es la rectora de la Universidad de Navarra (UNAV) desde el pasado mes de enero. Es la primera mujer al frente de una institución que, este 2022, cumple 70 años. Recibe a Alfa y Omega en el campus de Madrid, donde «ya hay prácticamente 500 alumnos de máster», y una clínica «con una actividad muy potente».
¿Da vértigo coger el timón de un trasatlántico como la UNAV o, más bien, de una flota con los varios campus y clínicas?
Un poco de vértigo da, pero es un reto ilusionante porque es compartido y con un equipo extraordinario.
San Josemaría quería formar a «hombres doctos, con sentido cristiano de la vida», que hubiera «reflexión serena» y se cultivara «la ciencia enraizada en los más sólidos principios». ¿Qué queda?
Es una tarea en constante desarrollo. Tenemos el doble reto de la fidelidad al legado recibido y de ser capaces también de aplicar todo ese potencial a las circunstancias actuales.
Hizo su tesis en Bioquímica y Biología Molecular, ¿cómo se llega del laboratorio al rectorado?
La vida está llena de sorpresas. Empecé pensando más en la biología en su aspecto ambiental, pero a lo largo de la carrera me fue fascinando el mundo de las células y las moléculas, y cambié lo macro por lo micro. Empecé la tesis estudiando una proteína de las plantas y luego hice un posdoctorado que me acercó al mundo del hígado y a la biomedicina. Lideré mi grupo de investigación, cuando volví de Estados Unidos en el año 1996, y en el 2000 me pidieron colaborar con aspectos de gobierno. Es propio de las universidades que los cargos directivos los ocupen académicos. Es imprescindible para que la universidad no deje de ser lo que debe ser.
¿Por qué es clave la investigación? ¿Qué reproche hace a las universidades que no cumplen unos mínimos?
Cada universidad tiene su modelo y su fase de crecimiento… Navarra es una research university. Estar en investigación supone estar donde nace el conocimiento y eso da un perfil peculiar a los profesores; el 50 % del tiempo está dedicado a la investigación. Económicamente, a corto plazo, da mucho más retorno una universidad en la que todo el mundo solo da docencia, pero el impacto de la universidad hay que mirarlo a largo plazo y la investigación lo tiene. Una universidad que quiere estar presente en los grandes debates de nuestro tiempo y hacer aportaciones propias, tiene que investigar.
También tienen la clínica universitaria…
No toda universidad tiene una clínica ni tiene por qué tenerla, pero para nosotros es una maravilla porque crea un pequeño ecosistema de clínica que da docencia e investiga. Tiene la calidez del humanismo cristiano y la última vanguardia en investigación y en técnica aplicada a la medicina.
Y la mejor ensaladilla.
Habla de la atención y el cariño a los pacientes. Es la experiencia del cuidado integral de la persona. La ensaladilla es solo la punta del iceberg [se ríe].
Ha tratado mucho con profesores. Aparte de investigadores, ¿cómo los definiría?
Somos personas muy distintas; cada profesor piensa, reflexiona, lee, se especializa, propone, innova… Lo que nos une es el proyecto compartido. Detecto, y la pandemia lo ha puesto de manifiesto, un alto grado de implicación y de generosidad.
Por la COVID-19 hubo un esfuerzo de adaptación. Hay herramientas que han llegado para quedarse, pero la presencialidad ha resultado ser insustituible…
Hay muchas cosas que podemos simplificar con la tecnología, pero hemos descubierto simultáneamente el valor de la presencialidad. En la educación, y en todo proceso humano con sentido, no hay nada que iguale el estar juntos. ¡Esta entrevista no habría sido lo mismo por teléfono!
Nuestro modelo siempre ha sido presencial y hemos intentado recuperar la presencialidad lo antes posible, pero un mercado laboral muy cambiante pide formación al antiguo alumno o a otros profesionales de 30, 40 0 50 años y también estamos haciendo productos online.
En cifras
– 12.779 alumnos en el curso 2020-2021 entre grados, másteres y doctorados. El 27,4 % de los son internacionales, según la memoria de la universidad
– 1.175 profesores
– 108 millones de euros dedicados a 613 programas de investigación
¿Qué diferencia ve en los alumnos de ahora?
Ha habido cambios sociales muy fuertes. Nuestros estudiantes se encuentran con un mundo mucho menos estructurado. Antes había unos carriles; a veces hay menos referentes claros, y las formas de vida de las generaciones precedentes parece que no aplican a cómo está montado ahora el mundo. Esto hace que sea más importante el descubrimiento personal de cuál es mi camino. La carrera es una gran conversación entre profesores y estudiantes, en la que se van cualificando profesionalmente, y también es importante que aparezcan los grandes temas de la existencia humana, los que tiene que ver con qué es el hombre, con el sentido de la propia profesión… Eso sí, tienen una verdadera inquietud por formas de desarrollo y de vida más sostenibles.
¿Qué ha cambiado a peor?
Circula en memes una cita supuestamente de la antigüedad de que la juventud siempre se ve peor… Es un momento de transformación rápida, de confusión, pero a mí no me gusta hablar en bloque de ella. No veo déficits o deficiencias en su conjunto. Puestos a decir algo, hay menos hábito de lectura, pero tienen una narrativa audiovisual que hay que comprender y explotar. Todos tendríamos que leer más y ser capaces de leer grandes libros durante horas sin cansarnos.
Todos tenemos menor capacidad de atención…
Son cosas que están en la sociedad y pueden afectar a unas edades de formas más significativas, pero yo tengo gran esperanza en los jóvenes y aprendo mucho de ellos.
¿Qué opina de ese movimiento que habla de competencias un tanto difusas y ataca la memorización?
La memoria es necesaria. En mi asignatura, que es Bioquímica Estructural y Funcional, tienen que aprenderse la estructura de los 20 aminoácidos proteicos y de otras tantas moléculas de lípidos… Les digo: «Tú tu número de móvil te lo sabes, ¿no?». Eso sí, tiene que ser una memoria inteligente, una memoria razonada… Tenemos que hacer ese esfuerzo colectivo por acompañar en el camino del aprecio a la lectura y de la utilización razonable de la memoria.
Terminemos con un deseo para la UNAV.
Estamos en un momento socialmente muy interesante, en el que hay una conciencia fuerte, en algunos ámbitos bastante compartida, de los problemas que se presentan en la sociedad. En temas como la sostenibilidad, el medio ambiente, la pobreza, todo lo que tiene que ver con la vida vulnerable… la universidad puede aportar cosas como la fundamentación antropológica y ética, la visión humanística, la visión interdisciplinar. Tenemos mucho que decir y con nuestra estrategia 2025 justo lo que queremos es formar parte de esa gran conversación sobre los problemas de nuestra sociedad, para hacer una aportación propia desde la experiencia universitaria, desde la reflexión, el diálogo, la visión interdisciplinar, la apertura a la trascendencia… y sabiendo que tenemos toda una riqueza de la doctrina social de la Iglesia que podemos presentar. Mi ilusión sería que fuéramos capaces de hacer contribuciones significativas a los grandes retos de nuestro tiempo, desde nuestra identidad como universidad y como universidad de inspiración cristiana.
RODRIGO PINEDO (Alfa y Omega)
Imagen: La primera mujer en dirigir la UNAV
atiende a ‘Alfa y Omega’ el pasado viernes.
(Foto: Rodrigo Pinedo)