16 de enero 2022.- Casi 60 premios Nobel han pedido reducir el gasto militar mundial en un 2 % en una carta que también ha firmado el Dalai Lama. Hablamos con el físico italiano que es su principal promotor.
¿En qué consiste esta iniciativa?
No es un simple llamamiento genérico para promover la reducción del gasto militar. Se trata de una propuesta concreta para poder afrontar problemas graves del planeta, como la pandemia, el hambre o el cambio climático. Todos estamos de acuerdo en que hay que atajar estos males, pero la cuestión es siempre quién pone el dinero. Y, en cambio, los gastos militares siguen aumentando de manera extrema. Proponemos que los gobiernos de todo el mundo se sienten en una mesa de diálogo, aliados y enemigos juntos, para negociar una reducción equilibrada del armamento. Claro que hay motivos éticos y morales detrás, pero es también una iniciativa racional que nos conviene a todos.
¿De cuánto dinero estamos hablando?
Se pide a los estados que reduzcan en un 2 % el gasto militar anualmente de aquí al 2030. Hemos calculado que se ahorrarían cerca de 1,33 billones de dólares. Es una cifra que supera lo que se invierte mundialmente en cooperación internacional. Lo que pedimos es que la mitad se meta en un fondo global. También contemplamos que una parte de lo recabado se reinvierta en la industria del armamento para que se pueda llevar a cabo una reconversión del sector.
Algunos podrían tacharlo de utópico.
Son muchos los países en el mundo que obtendrían una ventaja directa. Y nadie pondría en riesgo nada. Ya lo hemos visto antes. Estados Unidos y la Unión Soviética redujeron su arsenal nuclear en un 90 % desde los años 80. Es una propuesta con base en la razón, por eso está respaldada por casi 60 premios Nobel: cada actor se beneficia de la reducción del armamento de sus adversarios, y lo mismo hace toda la humanidad. Lo que es irracional es que diez personas al minuto corran el riesgo de morir de hambre.
¿Qué obstáculos acechan?
Por un lado, los intereses individuales que se superponen a los del bien común. Esto forma parte del juego sucio de la política y más hoy, cuando el mundo está tan polarizado. Es necesario abrir un diálogo que supere los intereses de la parte a partir de la mediación y la negociación. Hay además un sentimiento psicológico de miedo que justifica comprar más armas, basado en que los otros son el enemigo. Es la dictadura terrible del nosotros contra ellos, que incide en la seguridad del ciudadano.
El Papa denuncia a menudo el derroche colosal que supone el gasto militar. ¿Han hablado con alguien del Vaticano?
Le he escrito personalmente. Sé que la carta ha llegado a manos del secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin y, por tanto, al Papa. En su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz (1 de enero) denunció precisamente que el gasto militar parece destinado «a crecer de modo exorbitante» mientras que se está reduciendo el presupuesto para la educación y la salud.
Usted se declara ateo, pero ¿cree que hay un terreno de trabajo común entre las religiones y los no creyentes?
Por supuesto. Compartimos principios comunes, como la defensa de los más vulnerables de la sociedad o los valores de la justicia y la igualdad. Tenemos que construir juntos un mundo mejor, y esto se hace a partir de las diferencias. En muchas ocasiones me siento más cercano a la sensibilidad y las preocupaciones de los creyentes.
¿Se puede cambiar la sociedad a partir de la ciencia?
La ciencia es un instrumento que se ha demostrado muy eficaz para la sociedad. Ha construido coches, aviones; ha conseguido alargar en más de 40 años la esperanza de vida del hombre. Pero también puede ser mal utilizada para destruir al vecino, por ejemplo. La característica de la ciencia es que avanza porque nunca da por completamente cierto lo que ya retiene como verdad. Los científicos se cuestionan todo. Pero lo que realmente sirve para cambiar la sociedad es la buena política.
Pero en estos tiempos vemos que a la ciencia le crecen los enemigos: teóricos de la conspiración, antivacunas…
Hay un gran descontento social, sobre todo en Occidente. Una frustración que refleja, por ejemplo, la búsqueda de un enemigo común por parte de los teóricos de la conspiración y los antivacunas. Una parte del populismo ha sabido canalizar ese malestar y dar voz a esa amenaza externa a la seguridad y a la prosperidad. Pero creo que, con la pandemia, buena parte de la clase política se ha escondido detrás de la ciencia. Las decisiones de cerrar o no las escuelas, de aplicar o no un confinamiento, no son científicas, son políticas. Y la política debería asumir la responsabilidad de sus actos. Claro que están basados en datos científicos, pero no compete a la ciencia tomar ese tipo de decisiones. Es una solemne idiotez pensar que la ciencia tiene soluciones para todo.
Bio
Carlo Rovelli (Verona, 1956) es más que un afamado divulgador científico. Es un reputado físico y uno de los fundadores de la llamada gravedad cuántica de bucles. Actualmente es investigador en la Universidad Aix-Marsella, de Francia, y su libro Siete breves lecciones de física se convirtió en un fenómeno editorial al vender 1,2 millones de copias en todo el mundo.
Victoria Isabel Cardiel C. (Alfa y Omega)
Imagen : El físico italiano asegura, siendo ateo,
sentirse cercano a las preocupaciones de los creyentes.
(Foto: Stefania D’Alessandro).