Ciudad del Vaticano, 23 de septiembre de 2015 (Vis).-Con la llegada, diez minutos antes de lo previsto (15,49 hora local, 21,50 hora de Roma) a la base aérea de Andrews en Washington D.C., el Papa comenzó ayer la segunda parte de su viaje apostólico. A lo largo de sus seis días en Estados Unidos, encontrará al Presidente Barack Obama, al episcopado estadounidense, canonizará a Fray Junípero Serra, hablará -será el primer Pontífice a hacerlo- ante el Congreso, encontrará a las personas sin techo y en Nueva York pronunciará un discurso en la ONU, participará en un encuentro interreligioso en Ground Zero y encontrará a los emigrantes. La última etapa será Filadelfia donde intervendrá en un encuentro para la libertad religiosa, visitará a los presos de un penitenciario y presidirá la misa en el Encuentro Mundial de las Familias.
A su llegada a Estados Unidos el Santo Padre fue recibido por el Presidente Barack Obama a quien acompañaba la first lady, Michelle Obama ,y sus dos hijas. Entre las autoridades civiles estaban también presentes el alcalde del distrito de Columbia y los gobernadores de Maryland y Virginia. Junto a ellos el nuncio apostólico en Estados Unidos, arzobispo Carlo Maria Viganò y el arzobispo de Washington, cardenal Donald Wuerl.
El Papa y el Presidente, junto con la First Lady, departieron unos minutos en privado en una salita del aeropuerto y acabado el coloquio Francisco se trasladó en automóvil a la nunciatura apostólica en Washington donde pernoctó.
El Papa en la Casa Blanca: Como hijo de emigrantes me alegra estar en un país construido en gran parte por sus familias
Ciudad del Vaticano, 24 de septiembre de 2015 (Vis).-Más de doscientas mil personas esperaban ayer al Papa Francisco fuera de la Casa Blanca donde poco después de las 9.00 (hora local, 15.00 hora de Roma) fue acogido por el Presidente Barack Obama y la First Lady, Michelle Obama que lo acompañaron hasta el podio construido en el parque de la residencia presidencial donde ante 200.000 personas el Santo Padre pronunció su primer discurso en Estados Unidos.
Un discurso en el que afirmó que como hijo de una familia de inmigrantes, le alegraba estar en un país, construido en gran parte por tales familias y qué los católicos estadounidenses estaban comprometidos en la construcción de una sociedad tolerante e incluyente en la que se salvaguardasen los derechos de las personas y comunidades y se rechazase toda forma de discriminación injusta. El Papa recordó también la importancia del derecho a la libertad religiosa y el deber de todos de preservarla y defenderla de todo lo que pudiera ponerla en peligro o comprometerla.
Francisco elogió la iniciativa de Barack Obama encaminada a la reducción de la contaminación atmosférica. »Reconociendo la urgencia también a mí me parece evidente que el cambio climático es un problema que no se puede dejar a la próxima generación-dijo-. Con respecto al cuidado de nuestra »casa común», estamos viviendo en un momento crítico de la historia. Todavía tenemos tiempo para hacer los cambios necesarios para lograr »un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar». Estos cambios exigen que tomemos conciencia seria y responsablemente, no sólo del tipo de mundo que podríamos estar dejando a nuestros hijos, sino también de los millones de personas que viven bajo un sistema que les ha ignorado. Nuestra casa común ha formado parte de este grupo de excluidos, que clama al cielo y afecta fuertemente a nuestros hogares, nuestras ciudades y nuestras sociedades. Usando una frase significativa del reverendo Martin Luther King, podríamos decir que hemos incumplido un pagaré y ahora es el momento de saldarlo… La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común. Como cristianos movidos por esta certeza, queremos comprometernos con el cuidado consciente y responsable de nuestra casa común».
El Santo Padre no olvidó citar los recientes esfuerzos para »reparar relaciones rotas y abrir nuevas puertas a la cooperación dentro de nuestra familia humana» que »constituyen pasos positivos en el camino de la reconciliación, la justicia y la libertad». »Me gustaría -dijo-que todos los hombres y mujeres de buena voluntad de esta gran Nación apoyaran las iniciativas de la comunidad internacional para proteger a los más vulnerables de nuestro mundo y para suscitar modelos integrales e inclusivos de desarrollo, para que nuestros hermanos y hermanas en todas partes gocen de la bendición de la paz y la prosperidad que Dios quiere para todos sus hijos».
»Señor Presidente -concluyó- una vez más, le agradezco su acogida, y tengo puestas grandes esperanzas en estos días en su País. ¡Que Dios bendiga a América!».
Al final de la ceremonia de bienvenida, el Papa y el Presidente se dirigieron al Estudio Oval donde tuvo lugar el intercambio de dones y el coloquio privado al que asistieron los familiares de Obama. El regalo del Pontífice fue una medalla de bronce del VIII Encuentro Mundial de las Familias que se celebra el 27 de septiembre en Filadelfia.
Encuentro con los obispos estadounidenses: No se repitan nunca más los crímenes del pasado
Ciudad del Vaticano, 24 de septiembre de 2015 (Vis).-Los desafíos de una nación cuyos vastísimos recursos requieren responsabilidades morales no indiferentes en un mundo que busca nuevos equilibrios de paz, prosperidad e integración, el imperativo de que los »crímenes» contra las víctimas de abusos no se repitan nunca más, la necesidad del diálogo frente al lenguaje duro y belicoso, la defensa de los excluidos, de los emigrantes y del ambiente, fueron algunos de los temas que el Papa Francisco abordó ayer en la catedral de San Mateo Apóstol de Washington durante su encuentro con el episcopado de Estados Unidos y del que ofrecemos amplios extractos a continuación.
»Mi primera palabra es de agradecimiento a Dios por el dinamismo del Evangelio que ha hecho que la Iglesia de Cristo crezca con fuerza en estas tierras y le ha permitido ofrecer su aportación generosa, en el pasado y en la actualidad, a la sociedad estadounidense y al mundo…. Me alegro del firme compromiso de su Iglesia a favor de la vida y de la familia, motivo principal de mi visita. Sigo con atención el enorme esfuerzo que realizan para acoger e integrar a los inmigrantes que siguen llegando a Estados Unidos con la mirada de los peregrinos que se embarcan en busca de sus prometedores recursos de libertad y prosperidad. Admiro los esfuerzos que dedican a la misión educativa en sus escuelas a todos los niveles y a la caridad en sus numerosas instituciones. Son actividades llevadas a cabo muchas veces sin que se reconozca su valor y sin apoyo y, en todo caso, heroicamente sostenidas con la aportación de los pobres, porque esas iniciativas brotan de un mandato sobrenatural que no es lícito desobedecer. Conozco bien la valentía con que han afrontado momentos oscuros en su itinerario eclesial sin temer a la autocrítica ni evitar humillaciones y sacrificios, sin ceder al miedo de despojarse de cuanto es secundario con tal de recobrar la credibilidad y la confianza propia de los Ministros de Cristo, como desea el alma de su pueblo. Sé cuánto les ha hecho sufrir la herida de los últimos años, y he seguido de cerca su generoso esfuerzo por curar a las víctimas, consciente de que, cuando curamos, también somos curados, y por seguir trabajando para que esos crímenes no se repitan nunca más».
»Les hablo como Obispo de Roma, llamado por Dios…desde una tierra también americana, para custodiar la unidad de la Iglesia universal y para animar en la caridad el camino de todas las Iglesias particulares, para que progresen en el conocimiento, en la fe y en el amor a Cristo….Conozco bien el reto de sembrar el Evangelio en el corazón de hombres procedentes de mundos diversos, a menudo endurecidos por el arduo camino recorrido antes de llegar. No me es ajeno el cansancio de establecer la Iglesia entre llanuras, montañas, ciudades y suburbios de un territorio a menudo inhóspito, en el que las fronteras siempre son provisionales, las respuestas obvias no perduran y la llave de entrada requiere conjugar el esfuerzo épico de los pioneros exploradores con la sabiduría prosaica y la resistencia de los sedentarios que controlan el territorio alcanzado».
»No es mi intención trazar un programa o delinear una estrategia… No pretendo decirles lo que hay que hacer, porque todos sabemos lo que el Señor nos pide. Prefiero más bien realizar de nuevo ese esfuerzo –antiguo y siempre nuevo– de preguntarnos por los caminos a seguir… el espíritu con que tenemos que actuar. Somos obispos de la Iglesia, pastores constituidos por Dios para apacentar su grey. Nuestra mayor alegría es ser pastores, y nada más que pastores, con un corazón indiviso y una entrega personal irreversible. La esencia de nuestra identidad se ha de buscar en la oración asidua, en la predicación y el apacentar».
»No una oración cualquiera, sino la unión familiar con Cristo, donde poder encontrar cotidianamente su mirada y escuchar la pregunta que nos dirige a todos: »¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» . Y poderle responder serenamente: »Señor, aquí está tu madre, aquí están tus hermanos. Te los encomiendo, son aquellos que tú me has confiado».
»No una predicación de doctrinas complejas, sino el anuncio gozoso de Cristo, muerto y resucitado por nosotros. Que el estilo de nuestra misión suscite en cuantos nos escuchan la experiencia del »por nosotros» de este anuncio: … que la cercanía del Pastor despierte en ellos la nostalgia del abrazo del Padre. Estén atentos a que la grey encuentre siempre en el corazón del Pastor esa reserva de eternidad que ansiosamente se busca en vano en las cosas del mundo».
»No apacentarse a sí mismos, sino saber retroceder, abajarse, descentrarse, para alimentar con Cristo a la familia de Dios. Vigilar sin descanso, elevándose para abarcar con la mirada de Dios a la grey que sólo a él pertenece. …No mirar hacia abajo, a la propia autoreferencialidad, sino siempre hacia el horizonte de Dios, que va más allá de lo que somos capaces de prever o planificar. Vigilar también sobre nosotros mismos, para alejar la tentación del narcisismo, que ciega los ojos del pastor, hace irreconocible su voz y su gesto estéril».
»Ciertamente es útil al obispo tener la prudencia del líder y la astucia del administrador, pero nos perdemos inexorablemente cuando confundimos el poder de la fuerza con la fuerza de la impotencia, a través de la cual Dios nos ha redimido. Es necesario que el obispo perciba lúcidamente la batalla entre la luz y la oscuridad que se combate en este mundo. Pero, ay de nosotros si convertimos la cruz en bandera de luchas mundanas, olvidando que la condición de la victoria duradera es dejarse despojarse y vaciarse de sí mismo. Sé bien que tienen muchos desafíos, que a menudo es hostil el campo donde siembran y no son pocas las tentaciones de encerrarse en el recinto de los temores, a lamerse las propias heridas, llorando por un tiempo que no volverá y preparando respuestas duras a las resistencias ya de por sí ásperas. Y, sin embargo, somos artífices de la cultura del encuentro. Somos sacramento viviente del abrazo entre la riqueza divina y nuestra pobreza. Somos testigos del abajamiento y la condescendencia de Dios, que precede en el amor incluso nuestra primera respuesta».
»El diálogo es nuestro método, no por astuta estrategia sino por fidelidad a Aquel que nunca se cansa de pasar una y otra vez por las plazas de los hombres… Por tanto, la vía es el diálogo …No me cansaré de animarlos a dialogar sin miedo…. No tengan miedo de emprender el éxodo necesario en todo diálogo auténtico. De lo contrario no se puede entender las razones de los demás, ni comprender plenamente que el hermano al que llegar y rescatar, con la fuerza y la cercanía del amor, cuenta más que las posiciones que consideramos lejanas de nuestras certezas, aunque sean auténticas. El lenguaje duro y belicoso de la división no es propio del Pastor, no tiene derecho de ciudadanía en su corazón y, aunque parezca por un momento asegurar una hegemonía aparente, sólo el atractivo duradero de la bondad y del amor es realmente convincente…Recordar que la identidad de la Iglesia de Jesús no está garantizada por el »fuego del cielo que consume» , sino por el secreto calor del Espíritu que »sana lo que sangra, dobla lo que es rígido, endereza lo que está torcido».
»La gran misión que el Señor nos confía, la llevamos a cabo en comunión, de modo colegial. ¡Está ya tan desgarrado y dividido el mundo! La fragmentación es ya de casa en todas partes. Por eso, la Iglesia, »túnica inconsútil del Señor», no puede dejarse dividir, fragmentar o enfrentarse…. Es imperativo, por tanto, cuidar dicha unidad, custodiarla, favorecerla, testimoniarla como signo e instrumento que, más allá de cualquier barrera, une naciones, razas, clases, generaciones. Este servicio a la unidad es particularmente importante para su amada nación, cuyos vastísimos recursos materiales y espirituales, culturales y políticos, históricos y humanos, científicos y tecnológicos requieren responsabilidades morales no indiferentes en un mundo abrumado y que busca con afán nuevos equilibrios de paz, prosperidad e integración… Así que les animo a hacer frente a los desafíos de nuestro tiempo. En el fondo de cada uno de ellos está siempre la vida como don y responsabilidad. El futuro de la libertad y la dignidad de nuestra sociedad dependen del modo en que sepamos responder a estos desafíos».
»Las víctimas inocentes del aborto, los niños que mueren de hambre o bajo las bombas, los inmigrantes se ahogan en busca de un mañana, los ancianos o los enfermos, de los que se quiere prescindir, las víctimas del terrorismo, de las guerras, de la violencia y del tráfico de drogas, el medio ambiente devastado por una relación predatoria del hombre con la naturaleza, en todo esto está siempre en juego el don de Dios, del que somos administradores nobles, pero no amos. No es lícito por tanto eludir dichas cuestiones o silenciarlas. No menos importante es el anuncio del Evangelio de la familia que, en el próximo Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia, tendré ocasión de proclamar con fuerza junto a ustedes y a toda la Iglesia».
»Estos aspectos irrenunciables de la misión de la Iglesia pertenecen al núcleo de lo que nos ha sido transmitido por el Señor. Por eso tenemos el deber de custodiarlos y comunicarlos, aun cuando la mentalidad del tiempo se hace impermeable y hostil a este mensaje. Los animo a ofrecer este testimonio con los medios y la creatividad del amor y la humildad de la verdad. Esto no sólo requiere proclamas y anuncios externos, sino también conquistar espacio en el corazón de los hombres y en la conciencia de la sociedad. Para ello, es muy importante que la Iglesia en los Estados Unidos sea también un hogar humilde que atraiga a los hombres por el encanto de la luz y el calor del amor…. Solamente una Iglesia que sepa reunir en torno al »fuego» es capaz de atraer. Ciertamente, no un fuego cualquiera, sino aquel que se ha encendido en la mañana de Pascua».
»Antes de concluir estas reflexiones, permítanme hacerles aún dos recomendaciones que considero importantes. La primera se refiere a su paternidad episcopal. Sean Pastores cercanos a la gente… Esta cercanía ha de expresarse de modo especial con sus sacerdotes….Cuiden sus fuentes espirituales para que no caigan en la tentación de convertirse en notarios y burócratas, sino que sean expresión de la maternidad de la Iglesia que engendra y hace crecer a sus hijos».
»Mi segunda recomendación se refiere a los inmigrantes. Pido disculpas si hablo en cierto modo casi in causa propia. La iglesia en Estados Unidos conoce como nadie las esperanzas del corazón de los inmigrantes. Ustedes siempre han aprendido su idioma, apoyado su causa, integrado sus aportaciones, defendido sus derechos, promovido su búsqueda de prosperidad, mantenido encendida la llama de su fe. Incluso ahora, ninguna institución estadounidense hace más por los inmigrantes que sus comunidades cristianas. Ahora tienen esta larga ola de inmigración latina en muchas de sus diócesis. No sólo como Obispo de Roma, sino también como un Pastor venido del sur, siento la necesidad de darles las gracias y de animarles. Tal vez no sea fácil para ustedes leer su alma; quizás sean sometidos a la prueba por su diversidad. En todo caso, sepan que también tienen recursos que compartir. Por tanto, acójanlos sin miedo. Ofrézcanles el calor del amor de Cristo y descifrarán el misterio de su corazón. Estoy seguro de que, una vez más, esta gente enriquecerá a su País y a su Iglesia».
Canonización de Fray Junípero Serra: Jesús no dio una lista selectiva de quienes eran dignos de recibir su mensaje
Ciudad del Vaticano, 24 de septiembre de 2015 (Vis).-Fray Junípero Serra (1713-1784) llamado »el apóstol de California» fue canonizado ayer por el Papa Francisco durante una solemne misa celebrada en el Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción. Bajo esa advocación la Virgen es, desde 1847, Patrona de Estados Unidos.
El nuevo santo, natural de Mallorca (España), fue misionero primero en México, donde aprendió la lengua Pame para enseñar a los indígenas el catecismo y las oraciones ordinarias que tradujo para ellos. También fue maestro de novicios en el Colegio apostólico de San Fernando En 1767, los jesuitas fueron expulsados de las misiones de Baja California que se confiaron a los franciscanos. Fray Junípero es nombrado Superior y llega con 14 compañeros a ese territorio en 1768, donde funda la primera misión de San Diego. Viaja posteriormene a la Alta California y allí funda las misiones de San Carlos de Monterrey, San Anselmo, San Gabriel y San Luis Obispo. Solo en California recorrió 9.900 kilómetros y 5.400 millas marinas, para fundar nueve misiones de las que se derivan los nombres franciscanos de ciudades californianas como San Francisco, San Diego o Los Angeles. Fue beatificado por Juan Pablo II en 1988.
En su homilía el Papa citó las palabras de San Pablo en la Carta a los Filipenses. »Alégraos siempre en el Señor. Repito: Alégraos». »Una invitación -dijo- que se hace eco del deseo que todos experimentamos a de una vida plena, a una vida con sentido, a una vida con alegría….Hay algo dentro de nosotros que nos invita a la alegría y a no conformarnos con placebos que siempre quieren contentarnos. Pero a su vez, vivimos las tensiones de la vida cotidiana. Son muchas las situaciones que parecen poner en duda esta invitación. La propia dinámica a la que muchas veces nos vemos sometidos parece conducirnos a una resignación triste que poco a poco se va transformando en acostumbramiento, con una consecuencia letal: anestesiarnos el corazón».
»No queremos que la resignación sea el motor de nuestra vida -recalcó Francisco- no queremos que el acostumbramiento se apodere de nuestros días, Por eso podemos preguntarnos, ¿cómo hacer para que no se nos anestesie el corazón? ¿Cómo profundizar la alegría del Evangelio en las diferentes situaciones de nuestra vida? Jesús lo dijo a los discípulos de ayer y nos lo dice a nosotros hoy: ¡vayan!, ¡anuncien! La alegría del evangelio se experimenta, se conoce y se vive solamente tan solo dándola, dándose»
El espíritu del mundo »nos invita al conformismo, a la comodidad; frente a este espíritu humano »hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo» . Tenemos la responsabilidad de anunciar el mensaje de Jesús. Porque la fuente de nuestra alegría »nace de ese deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. A esto el Señor nos invita hoy y nos dice: La alegría el cristiano la experimenta en la misión: »Vayan a las gentes de todas las naciones» La alegría el cristiano la encuentra en una invitación: Vayan y anuncien… y la renueva con una llamada: Vayan y unjan».
Jesús envía a los discípulos a todas las naciones y a todas las gentes. »Y en ese »todos» de hace dos mil años -señaló Francisco- estábamos también nosotros. Jesús no da una lista selectiva de quién sí y quién no, de quiénes son dignos o no de recibir su mensaje, y su presencia. Por el contrario, abrazó siempre la vida tal cual como ésta se le presentaba. Con rostro de dolor, hambre, enfermedad, pecado. Con rostro de heridas, de sed, de cansancio. Con rostro de dudas y de piedad. Lejos de esperar una vida maquillada, decorada, trucada, la abrazó como venía a su encuentro. Aunque fuera una vida que muchas veces se presenta derrotada, sucia, destruida. A »todos» dijo Jesús, a todos, vayan y anuncien; a toda esa vida como es está y no como nos gustaría que fuese, vayan y abracen en mi nombre. Vayan al cruce de los caminos, vayan… a anunciar sin miedo, sin prejuicios, sin superioridad, sin purismos a todo aquel que ha perdido la alegría de vivir, vayan a anunciar el abrazo misericordioso del Padre. Vayan a aquellos que viven con el peso del dolor, del fracaso, del sentir una vida truncada y anuncien la locura de un Padre que busca ungirlos con el óleo de la esperanza, de la salvación. Vayan a anunciar que el error, las ilusiones engañosas, las equivocaciones, no tienen la última palabra en la vida de una persona. Vayan con el óleo que calma las heridas y restaura el corazón».
La misión »no nace nunca de un proyecto perfectamente elaborado o de un manual muy bien estructurado y planificado; la misión siempre nace de una vida que se sintió buscada y sanada, encontrada y perdonada. La misión nace de experimentar una y otra vez la unción misericordiosa de Dios. La Iglesia, el Pueblo santo de Dios, sabe transitar los caminos polvorientos de la historia atravesados tantas veces por conflictos, injusticias, y violencia para ir a encontrar a sus hijos y hermanos. El santo Pueblo fiel de Dios, no le teme al error; le teme al encierro, a la cristalización en elites, al aferrarse a las propias seguridades. Sabe que el encierro en sus múltiples formas es la causa de tantas resignaciones. Por eso, »salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo» .
»Hoy estamos aquí, podemos estar aquí -afirmó el Pontífice- porque hubo muchos que se animaron a responder a esta llamada, muchos que creyeron que »la vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad» . Somos hijos de la audacia misionera de tantos que prefirieron no encerrarse »en las estructuras que nos dan una falsa contención… en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta». Somos deudores de una tradición, de una cadena de testigos que han hecho posible que la Buena Nueva del Evangelio siga siendo generación tras generación Nueva y Buena».
»Y hoy recordamos a uno de esos testigos que supo testimoniar en estas tierras la alegría del Evangelio, Fray Junípero Serra. Supo vivir lo que es »la Iglesia en salida», esta Iglesia que sabe salir e ir por los caminos, para compartir la ternura reconciliadora de Dios. Supo dejar su tierra, sus costumbres, se animó a abrir caminos, supo salir al encuentro de tantos aprendiendo a respetar sus costumbres y peculiaridades. Aprendió a gestar y a acompañar la vida de Dios en los rostros de los que iba encontrando haciéndolos sus hermanos. Junípero buscó defender la dignidad de la comunidad nativa, protegiéndola de cuantos la habían abusado. Abusos que hoy nos siguen provocando desagrado, especialmente por el dolor que causan en la vida de tantos»..
Fray Junípero »tuvo un lema que inspiró sus pasos y plasmó su vida: supo decir, pero sobre todo especialmente supo vivir diciendo: »siempre adelante». Esta fue la forma que Junípero encontró para vivir la alegría del Evangelio, para que no se le anestesiara el corazón. Fue siempre adelante, porque el Señor espera; siempre adelante, porque el hermano espera; siempre adelante, por todo lo que aún le quedaba por vivir; fue siempre adelante. Que, como él ayer, hoy nosotros podamos decir: »siempre adelante», concluyó el Papa.
Después de la misa de canonización el Santo Padre se desplazó al nuevo Seminario Archidiocesano San Juan Pablo II, inaugurado en 2011, donde residen 47 seminaristas que esperaban a Francisco a la entrada de esa institución. El Papa descubrió una placa conmemorativa de su visita y regresó a la nunciatura de Washington donde pernoctó.
El Papa en el Congreso de Estados Unidos: La actividad política debe promover el bien de la persona y estar fundada en el respeto de su dignidad.
Ciudad del Vaticano, 25 de septiembre de 2015 (Vis).-El Congreso de Estados Unidos, reunido ayer en una solemne sesión conjunta (Senado y Cámara de Representantes), acogió ayer por primera vez en su historia a un Papa. Francisco entró en el hemiciclo anunciado por el portavoz de la Cámara de Representantes y presidente pro tempore, el republicano Joe Boehner y por el portavoz de oficio del Congreso, el demócrata Joe Biden, presidente del Senado y vicepresidente de Estados Unidos. Entre los presentes en esta sesión extraordinaria se encontraban también Decano del Cuerpo Diplomático, la Corte Suprema y el Gabinete Presidencial del Gobierno, así como el Secretario de Estado, John Kerry.
El Papa fue acogido con una gran ovación y pronunció, en inglés, el discurso que reproducimos a continuación y en el que subrayó entre otras cosas que toda actividad política debe servir y promover el bien de la persona humana y estar fundada en el respeto de su dignidad. Francisco citó a cuatro grandes americanos: el presidente Abraham Lincoln, »defensor de la libertad», el político Marthin Luther King, cuyo »sueño de igualdad …sigue resonando en nuestros corazones», Dorothy Day, fundadora del Catholic Worker Movement para quien el »activismo social, la pasión por la justicia y la causa de los oprimidos estaban inspirados en el Evangelio» y el monje cisterciense Thomas Merton »un pensador que desafió las certezas de su tiempo y …fue también un hombre de diálogo, un promotor de la paz entre pueblos y religiones».
Sigue el discurso del Santo Padre:
»Les agradezco la invitación que me han hecho a que les dirija la palabra en esta sesión conjunta del Congreso en »la tierra de los libres y en la patria de los valientes». Me gustaría pensar que lo han hecho porque también yo soy un hijo de este gran continente, del que todos nosotros hemos recibido tanto y con el que tenemos una responsabilidad común.
Cada hijo o hija de un país tiene una misión, una responsabilidad personal y social. La de ustedes como Miembros del Congreso, por medio de la actividad legislativa, consiste en hacer que este País crezca como Nación. Ustedes son el rostro de su pueblo, sus representantes. Y están llamados a defender y custodiar la dignidad de sus conciudadanos en la búsqueda constante y exigente del bien común, pues éste es el principal desvelo de la política. La sociedad política perdura si se plantea, como vocación, satisfacer las necesidades comunes favoreciendo el crecimiento de todos sus miembros, especialmente de los que están en situación de mayor vulnerabilidad o riesgo. La actividad legislativa siempre está basada en la atención al pueblo. A eso han sido invitados, llamados, convocados por las urnas.
Se trata de una tarea que me recuerda la figura de Moisés en una doble perspectiva. Por un lado, el Patriarca y legislador del Pueblo de Israel simboliza la necesidad que tienen los pueblos de mantener la conciencia de unidad por medio de una legislación justa. Por otra parte, la figura de Moisés nos remite directamente a Dios y por lo tanto a la dignidad trascendente del ser humano. Moisés nos ofrece una buena síntesis de su labor: ustedes están invitados a proteger, por medio de la ley, la imagen y semejanza plasmada por Dios en cada rostro.
En esta perspectiva quisiera hoy no sólo dirigirme a ustedes, sino con ustedes y en ustedes a todo el pueblo de los Estados Unidos. Aquí junto con sus Representantes, quisiera tener la oportunidad de dialogar con miles de hombres y mujeres que luchan cada día para trabajar honradamente, para llevar el pan a su casa, para ahorrar y –poco a poco– conseguir una vida mejor para los suyos. Que no se resignan solamente a pagar sus impuestos, sino que –con su servicio silencioso– sostienen la convivencia. Que crean lazos de solidaridad por medio de iniciativas espontáneas pero también a través de organizaciones que buscan paliar el dolor de los más necesitados.
Me gustaría dialogar con tantos abuelos que atesoran la sabiduría forjada por los años e intentan de muchas maneras, especialmente a través del voluntariado, compartir sus experiencias y conocimientos. Sé que son muchos los que se jubilan pero no se retiran; siguen activos construyendo esta tierra. Me gustaría dialogar con todos esos jóvenes que luchan por sus deseos nobles y altos, que no se dejan atomizar por las ofertas fáciles, que saben enfrentar situaciones difíciles, fruto muchas veces de la inmadurez de los adultos. Con todos ustedes quisiera dialogar y me gustaría hacerlo a partir de la memoria de su pueblo.
Mi visita tiene lugar en un momento en que los hombres y mujeres de buena voluntad conmemoran el aniversario de algunos ilustres norteamericanos. Salvando los vaivenes de la historia y las ambigüedades propias de los seres humanos, con sus muchas diferencias y límites, estos hombres y mujeres apostaron, con trabajo, abnegación y hasta con su propia sangre, por forjar un futuro mejor. Con su vida plasmaron valores fundantes que viven para siempre en el alma de todo el pueblo. Un pueblo con alma puede pasar por muchas encrucijadas, tensiones y conflictos, pero logra siempre encontrar los recursos para salir adelante y hacerlo con dignidad. Estos hombres y mujeres nos aportan una hermenéutica, una manera de ver y analizar la realidad. Honrar su memoria, en medio de los conflictos, nos ayuda a recuperar, en el hoy de cada día, nuestras reservas culturales.
Me limito a mencionar cuatro de estos ciudadanos: Abraham Lincoln, Martin Luther King, Dorothy Day y Thomas Merton.
Estamos en el ciento cincuenta aniversario del asesinato del Presidente Abraham Lincoln, el defensor de la libertad, que ha trabajado incansablemente para que »esta Nación, por la gracia de Dios, tenga una nueva aurora de libertad». Construir un futuro de libertad exige amor al bien común y colaboración con un espíritu de subsidiaridad y solidaridad.
Todos conocemos y estamos sumamente preocupados por la inquietante situación social y política de nuestro tiempo. El mundo es cada vez más un lugar de conflictos violentos, de odio nocivo, de sangrienta atrocidad, cometida incluso en el nombre de Dios y de la religión. Somos conscientes de que ninguna religión es inmune a diversas formas de aberración individual o de extremismo ideológico. Esto nos urge a estar atentos frente a cualquier tipo de fundamentalismo de índole religiosa o del tipo que fuere. Combatir la violencia perpetrada bajo el nombre de una religión, una ideología, o un sistema económico y, al mismo tiempo, proteger la libertad de las religiones, de las ideas, de las personas requiere un delicado equilibrio en el que tenemos que trabajar. Y, por otra parte, puede generarse una tentación a la que hemos de prestar especial atención: el reduccionismo simplista que divide la realidad en buenos y malos; permítanme usar la expresión: en justos y pecadores. El mundo contemporáneo con sus heridas, que sangran en tantos hermanos nuestros, nos convoca a afrontar todas las polarizaciones que pretenden dividirlo en dos bandos. Sabemos que en el afán de querer liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior. Copiar el odio y la violencia del tirano y del asesino es la mejor manera de ocupar su lugar. A eso este pueblo dice: No.
Nuestra respuesta, en cambio, es de esperanza y de reconciliación, de paz y de justicia. Se nos pide tener el coraje y usar nuestra inteligencia para resolver las crisis geopolíticas y económicas que abundan hoy. También en el mundo desarrollado las consecuencias de estructuras y acciones injustas aparecen con mucha evidencia. Nuestro trabajo se centra en devolver la esperanza, corregir las injusticias, mantener la fe en los compromisos, promoviendo así la recuperación de las personas y de los pueblos. Ir hacia delante juntos, en un renovado espíritu de fraternidad y solidaridad, cooperando con entusiasmo al bien común.
El reto que tenemos que afrontar hoy nos pide una renovación del espíritu de colaboración que ha producido tanto bien a lo largo de la historia de los Estados Unidos. La complejidad, la gravedad y la urgencia de tal desafío exige poner en común los recursos y los talentos que poseemos y empeñarnos en sostenernos mutuamente, respetando las diferencias y las convicciones de conciencia.
En estas tierras, las diversas comunidades religiosas han ofrecido una gran ayuda para construir y reforzar la sociedad. Es importante, hoy como en el pasado, que la voz de la fe, que es una voz de fraternidad y de amor, que busca sacar lo mejor de cada persona y de cada sociedad, pueda seguir siendo escuchada. Tal cooperación es un potente instrumento en la lucha por erradicar las nuevas formas mundiales de esclavitud, que son fruto de grandes injusticias que pueden ser superadas sólo con nuevas políticas y consensos sociales.
Apelo aquí a la historia política de los Estados Unidos, donde la democracia está radicada en la mente del Pueblo. Toda actividad política debe servir y promover el bien de la persona humana y estar fundada en el respeto de su dignidad. »Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que han sido dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos está la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad». Si es verdad que la política debe servir a la persona humana, se sigue que no puede ser esclava de la economía y de las finanzas. La política responde a la necesidad imperiosa de convivir para construir juntos el bien común posible, el de una comunidad que resigna intereses particulares para poder compartir, con justicia y paz, sus bienes, sus intereses, su vida social. No subestimo la dificultad que esto conlleva, pero los aliento en este esfuerzo.
En esta sede quiero recordar también la marcha que, cincuenta años atrás, Martin Luther King encabezó desde Selma a Montgomery, en la campaña por realizar el »sueño» de plenos derechos civiles y políticos para los afro-americanos. Su sueño sigue resonando en nuestros corazones. Me alegro de que Estados Unidos siga siendo para muchos la tierra de los »sueños». Sueños que movilizan a la acción, a la participación, al compromiso. Sueños que despiertan lo que de más profundo y auténtico hay en los pueblos.
En los últimos siglos, millones de personas han alcanzado esta tierra persiguiendo el sueño de poder construir su propio futuro en libertad. Nosotros, pertenecientes a este continente, no nos asustamos de los extranjeros, porque muchos de nosotros hace tiempo fuimos extranjeros. Les hablo como hijo de inmigrantes, como muchos de ustedes que son descendientes de inmigrantes. Trágicamente, los derechos de cuantos vivieron aquí mucho antes que nosotros no siempre fueron respetados. A estos pueblos y a sus naciones, desde el corazón de la democracia norteamericana, deseo reafirmarles mi más alta estima y reconocimiento. Aquellos primeros contactos fueron bastantes convulsos y sangrientos, pero es difícil enjuiciar el pasado con los criterios del presente. Sin embargo, cuando el extranjero nos interpela, no podemos cometer los pecados y los errores del pasado. Debemos elegir la posibilidad de vivir ahora en el mundo más noble y justo posible, mientras formamos las nuevas generaciones, con una educación que no puede dar nunca la espalda a los »vecinos», a todo lo que nos rodea. Construir una nación nos lleva a pensarnos siempre en relación con otros, saliendo de la lógica de enemigo para pasar a la lógica de la recíproca subsidiaridad, dando lo mejor de nosotros. Confío que lo haremos.
Nuestro mundo está afrontando una crisis de refugiados sin precedentes desde los tiempos de la II Guerra Mundial. Lo que representa grandes desafíos y decisiones difíciles de tomar. A lo que se suma, en este continente, las miles de personas que se ven obligadas a viajar hacia el norte en búsqueda de una vida mejor para sí y para sus seres queridos, en un anhelo de vida con mayores oportunidades. ¿Acaso no es lo que nosotros queremos para nuestros hijos? No debemos dejarnos intimidar por los números, más bien mirar a las personas, sus rostros, escuchar sus historias mientras luchamos por asegurarles nuestra mejor respuesta a su situación. Una respuesta que siempre será humana, justa y fraterna. Cuidémonos de una tentación contemporánea: descartar todo lo que moleste. Recordemos la regla de oro: »Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes».
Esta regla nos da un parámetro de acción bien preciso: tratemos a los demás con la misma pasión y compasión con la que queremos ser tratados. Busquemos para los demás las mismas posibilidades que deseamos para nosotros. Acompañemos el crecimiento de los otros como queremos ser acompañados. En definitiva: queremos seguridad, demos seguridad; queremos vida, demos vida; queremos oportunidades, brindemos oportunidades. El parámetro que usemos para los demás será el parámetro que el tiempo usará con nosotros. La regla de oro nos recuerda la responsabilidad que tenemos de custodiar y defender la vida humana en todas las etapas de su desarrollo.
Esta certeza es la que me ha llevado, desde el principio de mi ministerio, a trabajar en diferentes niveles para solicitar la abolición mundial de la pena de muerte. Estoy convencido que este es el mejor camino, porque cada vida es sagrada, cada persona humana está dotada de una dignidad inalienable y la sociedad sólo puede beneficiarse en la rehabilitación de aquellos que han cometido algún delito. Recientemente, mis hermanos Obispos aquí, en los Estados Unidos, han renovado el llamamiento para la abolición de la pena capital. No sólo me uno con mi apoyo, sino que animo y aliento a cuantos están convencidos de que una pena justa y necesaria nunca debe excluir la dimensión de la esperanza y el objetivo de la rehabilitación.
En estos tiempos en que las cuestiones sociales son tan importantes, no puedo dejar de nombrar a la Sierva de Dios Dorothy Day, fundadora del Movimiento del trabajador católico. Su activismo social, su pasión por la justicia y la causa de los oprimidos estaban inspirados en el Evangelio, en su fe y en el ejemplo de los santos.
¡Cuánto se ha progresado, en este sentido, en tantas partes del mundo! ¡Cuánto se viene trabajando en estos primeros años del tercer milenio para sacar a las personas de la extrema pobreza! Sé que comparten mi convicción de que todavía se debe hacer mucho más y que, en momentos de crisis y de dificultad económica, no se puede perder el espíritu de solidaridad internacional. Al mismo tiempo, quiero alentarlos a recordar cuán cercanos a nosotros son hoy los prisioneros de la trampa de la pobreza. También a estas personas debemos ofrecerles esperanza. La lucha contra la pobreza y el hambre ha de ser combatida constantemente, en sus muchos frentes, especialmente en las causas que las provocan. Sé que gran parte del pueblo norteamericano hoy, como ha sucedido en el pasado, está haciéndole frente a este problema.
No es necesario repetir que parte de este gran trabajo está constituido por la creación y distribución de la riqueza. El justo uso de los recursos naturales, la aplicación de soluciones tecnológicas y la guía del espíritu emprendedor son parte indispensable de una economía que busca ser moderna pero especialmente solidaria y sustentable. »La actividad empresarial, que es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos, puede ser una manera muy fecunda de promover la región donde instala sus emprendimientos, sobre todo si entiende que la creación de puestos de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común» . Y este bien común incluye también la tierra, tema central de la Encíclica que he escrito recientemente para »entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común». »Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos».
En Laudato si’, aliento el esfuerzo valiente y responsable para »reorientar el rumbo» y para evitar las más grandes consecuencias que surgen del degrado ambiental provocado por la actividad humana. Estoy convencido de que podemos marcar la diferencia y no tengo alguna duda de que los Estados Unidos –y este Congreso– están llamados a tener un papel importante. Ahora es el tiempo de acciones valientes y de estrategias para implementar una »cultura del cuidado» y una »aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza». La libertad humana es capaz de limitar la técnica ; de interpelar »nuestra inteligencia para reconocer cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder»; de poner la técnica al »servicio de otro tipo de progreso más sano, más humano, más social, más integral». Sé y confío que sus excelentes instituciones académicas y de investigación pueden hacer una contribución vital en los próximos años.
Un siglo atrás, al inicio de la Gran Guerra, »masacre inútil», en palabras del Papa Benedicto XV, nace otro gran norteamericano, el monje cisterciense Thomas Merton. Él sigue siendo fuente de inspiración espiritual y guía para muchos. En su autobiografía escribió: »Aunque libre por naturaleza y a imagen de Dios, con todo, y a imagen del mundo al cual había venido, también fui prisionero de mi propia violencia y egoísmo. El mundo era trasunto del infierno, abarrotado de hombres como yo, que le amaban y también le aborrecían. Habían nacido para amarle y, sin embargo, vivían con temor y ansias desesperadas y enfrentadas». Merton fue sobre todo un hombre de oración, un pensador que desafió las certezas de su tiempo y abrió horizontes nuevos para las almas y para la Iglesia; fue también un hombre de diálogo, un promotor de la paz entre pueblos y religiones.
En tal perspectiva de diálogo, deseo reconocer los esfuerzos que se han realizado en los últimos meses y que ayudan a superar las históricas diferencias ligadas a dolorosos episodios del pasado. Es mi deber construir puentes y ayudar lo más posible a que todos los hombres y mujeres puedan hacerlo. Cuando países que han estado en conflicto retoman el camino del diálogo, que podría haber estado interrumpido por motivos legítimos, se abren nuevos horizontes para todos. Esto ha requerido y requiere coraje, audacia, lo cual no significa falta de responsabilidad. Un buen político es aquel que, teniendo en mente los intereses de todos, toma el momento con un espíritu abierto y pragmático. Un buen político opta siempre por generar procesos más que por ocupar espacios .
Igualmente, ser un agente de diálogo y de paz significa estar verdaderamente determinado a atenuar y, en último término, a acabar con los muchos conflictos armados que afligen nuestro mundo. Y sobre esto hemos de ponernos un interrogante: ¿por qué las armas letales son vendidas a aquellos que pretenden infligir un sufrimiento indecible sobre los individuos y la sociedad? Tristemente, la respuesta, que todos conocemos, es simplemente por dinero; un dinero impregnado de sangre, y muchas veces de sangre inocente. Frente al silencio vergonzoso y cómplice, es nuestro deber afrontar el problema y acabar con el tráfico de armas.
Tres hijos y una hija de esta tierra, cuatro personas, cuatro sueños: Abraham Lincoln, la libertad; Martin Luther King, una libertad que se vive en la pluralidad y la no exclusión; Dorothy Day, la justicia social y los derechos de las personas; y Thomas Merton, la capacidad de diálogo y la apertura a Dios. Cuatro representantes del pueblo norteamericano.
Terminaré mi visita a su País en Filadelfia, donde participaré en el Encuentro Mundial de las Familias. He querido que en todo este Viaje Apostólico la familia fuese un tema recurrente. Cuán fundamental ha sido la familia en la construcción de este País. Y cuán digna sigue siendo de nuestro apoyo y aliento. No puedo esconder mi preocupación por la familia, que está amenazada, quizás como nunca, desde el interior y desde el exterior. Las relaciones fundamentales son puestas en duda, como el mismo fundamento del matrimonio y de la familia. No puedo más que confirmar no sólo la importancia, sino por sobre todo, la riqueza y la belleza de vivir en familia.
De modo particular quisiera llamar su atención sobre aquellos componentes de la familia que parecen ser los más vulnerables, es decir, los jóvenes. Muchos tienen delante un futuro lleno de innumerables posibilidades, muchos otros parecen desorientados y sin sentido, prisioneros en un laberinto de violencia, de abuso y desesperación. Sus problemas son nuestros problemas. No nos es posible eludirlos. Hay que afrontarlos juntos, hablar y buscar soluciones más allá del simple tratamiento nominal de las cuestiones. Aun a riesgo de simplificar, podríamos decir que existe una cultura tal que empuja a muchos jóvenes a no poder formar una familia porque están privados de oportunidades de futuro. Sin embargo, esa misma cultura concede a muchos otros, por el contrario, tantas oportunidades, que también ellos se ven disuadidos de formar una familia.
Una Nación es considerada grande cuando defiende la libertad, como hizo Abraham Lincoln; cuando genera una cultura que permita a sus hombres »soñar» con plenitud de derechos para sus hermanos y hermanas, como intentó hacer Martin Luther King; cuando lucha por la justicia y la causa de los oprimidos, como hizo Dorothy Day en su incesante trabajo; siendo fruto de una fe que se hace diálogo y siembra paz, al estilo contemplativo de Merton.
Me he animado a esbozar algunas de las riquezas de su patrimonio cultural, del alma de su pueblo. Me gustaría que esta alma siga tomando forma y crezca, para que los jóvenes puedan heredar y vivir en una tierra que ha permitido a muchos soñar. Que Dios bendiga a América».
Después de su discurso, el portavoz Boehner acompañó al Papa por la Sala de las Estatuas donde se encuentra también la de Fray Junípero Serra hasta llegar a la Sala de la Cúpula donde se hizo entrega a la Biblioteca del Congreso de una preciosa edición de la Biblia. Posteriormente ambos, acompañados por los líderes del Congreso y los miembros del séquito papal, se asomaron al balcón desde el cual el Santo Padre saludó y bendijo a la multitud reunida en la zona monumental del National Mall.
»Buenos días a todos Ustedes -dijo en español- Les agradezco su acogida y su presencia. Agradezco los personajes más importantes que hay aquí, los niños. Quiero pedirle a Dios que los bendiga. Señor, Padre nuestro de todos, bendice a este pueblo, bendice a cada uno de ellos, bendice a sus familias, dales lo que más necesiten. Y les pido, por favor, a ustedes que recen por mí y, si entre ustedes hay algunos que no creen o no pueden rezar, les pido, por favor, que me deseen cosas buenas. Thank you. Thank you very much. And God bless America.»
A las personas sin techo: No hay ningún motivo social, moral o del tipo que sea para aceptar la falta de alojamiento
Ciudad del Vaticano, 25 de septiembre de 2015 (Vis).-Después de su discurso ante el Congreso de Estados Unidos, el Papa se trasladó a la iglesia de San Patricio, la primera parroquia de Washington, fundada en 1794 para ofrecer servicio pastoral a los obreros irlandeses que construían la Casa Blanca y el Capitolio donde se trasladaría en 1880 el gobierno estadounidense cuya sede hasta entonces era Filadelfia. La iglesia cuenta con un centro de instrucción y asistencia sanitaria para los indigentes dedicado al cardenal James Hickey, arzobispo de Washington, entre 1980 y 2000, que fue el artífice de las prestaciones sanitarias diocesanas para los necesitados y los emigrantes. El cardenal decidió pasar sus últimos años de vida en un centro para ancianos sin recursos de las Hermanitas de los Pobres.
Francisco llegó poco después de las 11 de ayer (las 17, hora de Roma) a la iglesia donde le esperaban unas doscientas personas sin hogar a las que saludó con un »Gracias por recibirme y por el esfuerzo que han hecho para que este encuentro se realizase». Después, habló de la importancia que había tenido en su vida San José, a quien reveló que recurría cuando estaba medio »apretado». »Ustedes -dijo- me recuerdan a san José. Sus rostros me hablan del suyo».
»En la vida de José -prosiguió. hubo situaciones difíciles de enfrentar. Una de ellas fue cuando María estaba para dar a luz… a Jesús … y no había alojamiento para ellos. Me imagino a José, con su esposa a punto de tener a su hijo, sin un techo, sin casa, sin alojamiento. El Hijo de Dios entró en este mundo como uno que no tiene casa. El Hijo de Dios entró como un “homeless”. El Hijo de Dios supo lo que es comenzar la vida sin un techo».
»Podemos imaginar las preguntas de José en ese momento: ¿Cómo el Hijo de Dios no tiene un techo para vivir? ¿Por qué estamos sin hogar, por qué estamos sin un techo? Son preguntas que muchos de ustedes pueden hacerse a diario, y se las hacen. Al igual que José se cuestionan: ¿Por qué estamos sin un techo, sin un hogar? Y a los que tenemos techo y hogar son preguntas que nos harán bien también: ¿Por qué estos hermanos nuestros están sin hogar, por qué estos hermanos nuestros no tienen un techo?
Las preguntas de José »siguen presentes hoy, acompañando a todos los que a lo largo de la historia han vivido y están sin un hogar. José era un hombre que se hizo preguntas pero, sobre todo, era un hombre de fe. Y fue la fe la que le permitió a José poder encontrar luz en ese momento que parecía todo a oscuras; fue la fe la que lo sostuvo en las dificultades de su vida. Por la fe, José supo salir adelante cuando todo parecía detenerse. Ante situaciones injustas, y dolorosas, la fe nos aporta esa luz que disipa la oscuridad. Al igual que a José, la fe nos abre a la presencia silenciosa de Dios en toda vida, en toda persona, en toda situación. Él está presente en cada uno de ustedes, en cada uno de nosotros».
»Quiero ser muy claro. No hay ningún motivo social, moral o del tipo que sea para aceptar la falta de alojamiento -recalcó Francisco- Son situaciones injustas, pero sabemos que Dios está sufriéndolas con nosotros, está viviéndolas a nuestro lado. No nos deja solos. Jesús no solo quiso solidarizarse con cada persona, no solo quiso que nadie sienta o viva la falta de su compañía, y de su auxilio, y de su amor. Él mismo se ha identificado con todos aquellos que sufren, que lloran, que padecen alguna injusticia. Él lo dice claramente: »Tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero y me dieron alojamiento».
»Es la fe la que nos hace saber que Dios está con ustedes, que Dios está en medio nuestro y su presencia nos moviliza a la caridad. Esa caridad que nace de la llamada de un Dios que sigue golpeando nuestra puerta, la puerta de todos para invitarnos al amor, a la compasión, a la entrega de unos por otros. Jesús sigue golpeando nuestras puertas, nuestra vida. No lo hace mágicamente, no lo hace con artilugios, o con carteles luminosos o con fuegos artificiales. Jesús sigue golpeando nuestra puerta en el rostro del hermano, en el rostro del vecino, en el rostro del que está a nuestro lado».
El Papa señaló que uno de los modos más eficaces de ayuda es la oración porque »nos une, nos hace hermanos … y nos recuerda una verdad hermosa que a veces olvidamos. En la oración, todos aprendemos a decir Padre, papá, y cuando decimos Padre, papá, en ella nos encontramos como hermanos. En la oración, no hay ricos y pobres, hay hijos y hermanos. En la oración no hay personas de primera o de segunda, hay fraternidad. En la oración es donde nuestro corazón encuentra la fuerza para no volverse insensible, frío ante las situaciones de injusticias . En la oración, Dios nos sigue llamando y levantando a la caridad».
»¡Qué bien nos hace rezar juntos, qué bien nos hace encontrarnos en ese espacio donde nos miramos como hermanos y nos reconocemos los unos necesitados del apoyo de los otros!- exclamó- Y hoy quiero rezar con ustedes, quiero unirme a ustedes, porque necesito su apoyo, y su cercanía. Quiero invitarlos a rezar juntos, los unos por los otros, los unos con los otros. Así podemos continuar con este sostén que nos ayuda a vivir la alegría de saber que Jesús siempre está en medio nuestro. Y que Jesús nos ayude a solucionar las injusticias que Él conoció primero. La de no tener casa. ¿Se animan a rezar juntos? Yo empiezo en castellano y ustedes siguen en inglés».
Todos los presentes y el Papa rezaron juntos entonces el Padre Nuestro. Antes de irse Francisco los bendijo con estas palabras: Que el Señor los bendiga y los proteja;que el Señor los mire con agrado y les muestre su bondad; que el Señor los mire con amor y les conceda su paz» y añadió : »Por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.»
Acabado el encuentro Francisco se trasladó a la Nunciatura y desde allí a la base aérea Andrews desde donde emprendió el vuelo a Nueva York, la segunda etapa de su viaje a Estados Unidos.
Visperas con el clero y los consagrados y consagradas en la catedral de New York: Gratitud y laboriosidad son los dos pilares de la vida espiritual
Ciudad del Vaticano, 25 de septiembre de 2015 (Vis).-El Papa Francisco llegó al aeropuerto John Kennedy de New York a las 17.00 ( 23,00, hora de Roma), donde fue recibido por el cardenal arzobispo Timothy Michael Dolan, por el obispo de Brooklyn, Nicholas A. Di Marzio, a quienes acompañaba el Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, arzobispo Bernardito C. Auza. También estaban presentes, el Gobernador del Estado de New York, Andrew Cuomo y el alcalde de la ciudad Bill de Blasio. Desde allí el Santo Padre se trasladó en helicóptero al helipuerto de Brooklyn donde subió a bordo del papamóvil que lo llevaría a la catedral de San Patricio para celebrar las vísperas con el clero y los religiosos y religiosas allí reunidos.
El Papa, antes de comenzar su homilía, recordó a »sus hermanos islámicos» que hoy celebran el Día del Sacrificio. »Hubiera querido que mi saludo fuese más caluroso», dijo, haciendo patente su cercanía ante la tragedia de la Meca. »En este momento de oración, me uno, y nos unimos, en la plegaria a Dios, nuestro Padre todopoderoso y misericordioso», afirmó.
Después se refirió a la catedral de San Patricio, »construida a lo largo de muchos años con el sacrificio de tantos hombres y mujeres» , que es »el símbolo del trabajo de generaciones de sacerdotes, religiosos y laicos americanos que han contribuido a la edificación de la Iglesia en los Estados Unidos….Muchos lo hicieron a costa de grandes sacrificios y con una caridad heroica. Pienso, por ejemplo, en santa Isabel Ana Seton, cofundadora de la primera escuela católica gratuita para niñas en los Estados Unidos, o en san Juan Neumann, fundador del primer sistema de educación católica en este el País.
»He venido a rezar con ustedes, sacerdotes, consagradas, consagrados, para que nuestra vocación siga construyendo el gran edificio del Reino de Dios en este País -afirmó- Sé que ustedes, como cuerpo presbiteral, junto con el Pueblo de Dios, recientemente han sufrido mucho a causa de la vergüenza provocada por tantos hermanos que han herido y escandalizado a la Iglesia en sus hijos más indefensos. Con las palabras del Apocalipsis, les digo que ustedes »vienen de la gran tribulación» Los acompaño en este momento de dolor y dificultad, así como agradezco a Dios el servicio que realizan acompañando al Pueblo de Dios».
A continuación, para ayudarles »a seguir en el camino de la fidelidad a Jesucristo», el Obispo de Roma indicó dos aspectos: la gratitud y la laboriosidad.
Hablando de la gratitud observó que »la alegría de los hombres y mujeres que aman a Dios atrae a otros; los sacerdotes y los consagrados están llamados a descubrir y manifestar un gozo permanente por su vocación. La alegría brota de un corazón agradecido. Verdaderamente, hemos recibido mucho, tantas gracias, tantas bendiciones, y nos alegramos. Nos hará bien volver sobre nuestra vida con la gracia de la memoria. Memoria del asombro que produce en nuestro corazón el encuentro con Jesucristo. ….Pedir la gracia de la memoria para hacer crecer el espíritu de gratitud».
»Un corazón agradecido busca espontáneamente servir al Señor y llevar un estilo de vida de trabajo intenso -dijo introduciendo el aspecto de la laboriosidad- El recuerdo de lo mucho que Dios nos ha dado nos ayuda a entender que la renuncia a nosotros mismos para trabajar por Él y por los demás es el camino privilegiado para responder a su gran amor. Sin embargo, y para ser honestos, tenemos que reconocer con qué facilidad se puede apagar este espíritu de generoso sacrificio personal. Esto puede suceder de dos maneras, y las dos maneras son ejemplo de la »espiritualidad mundana», que nos debilita en nuestro camino…de servicio y oscurece la fascinación, el estupor, del primer encuentro con Jesucristo».
»Podemos caer en la trampa de medir el valor de nuestros esfuerzos apostólicos con los criterios de la eficiencia, de la funcionalidad y del éxito externo, que rige el mundo de los negocios. Ciertamente, estas cosas son importantes. Se nos ha confiado una gran responsabilidad y justamente por ello el Pueblo de Dios espera de nosotros una correspondencia. Pero…la cruz nos indica una forma distinta de medir el éxito: a nosotros nos corresponde sembrar, y Dios ve los frutos de nuestras fatigas. Si alguna vez nos pareciera que nuestros esfuerzos y trabajos se desmoronan y no dan fruto, tenemos que recordar que nosotros seguimos a Jesucristo, cuya vida, humanamente hablando, acabó en un fracaso: en el fracaso de la cruz».
»El otro peligro -advirtió- surge cuando somos celosos de nuestro tiempo libre. Cuando pensamos que las comodidades mundanas nos ayudarán a servir mejor… Poco a poco, pero de forma inexorable, disminuye nuestro espíritu de sacrificio, nuestro espíritu de renuncia y de trabajo. Y además nos aleja de las personas que sufren la pobreza material y se ven obligadas a hacer sacrificios más grandes que los nuestros, sin ser consagrados. El descanso es necesario, así como un tiempo para el ocio y el enriquecimiento personal, pero debemos aprender a descansar de manera que aumente nuestro deseo de servir generosamente. La cercanía a los pobres, a los refugiados, a los inmigrantes, a los enfermos, a los explotados, a los ancianos que sufren la soledad, a los encarcelados y a tantos otros pobres de Dios nos enseñará otro tipo de descanso, más cristiano y generoso».
»Gratitud y laboriosidad: estos son los dos pilares de la vida espiritual que deseaba compartir con ustedes, sacerdotes, religiosas y religiosos, esta tarde -dijo el Papa al final- Les doy las gracias por sus oraciones y su trabajo. … Quisiera, de modo especial, expresar mi admiración y mi gratitud a las religiosas de los Estados Unidos. ¿Qué sería de la Iglesia sin ustedes? Mujeres fuertes, luchadoras; con ese espíritu de coraje que las pone en la primera línea del anuncio del Evangelio. A ustedes, religiosas, hermanas y madres de este pueblo, quiero decirles.. un »gracias» muy grande… y decirles también que las quiero mucho».
»Sé que muchos de ustedes -concluyó- están afrontando el reto que supone la adaptación a un panorama pastoral en evolución. Al igual que san Pedro, les pido que, ante cualquier prueba que deban enfrentar, no pierdan la paz y respondan como hizo Cristo: dio gracias al Padre, tomó su cruz y miró hacia delante».
Francisco en la ONU: El futuro nos pide decisiones críticas y globales de cara a los conflictos mundiales que aumentan el número de excluidos y necesitados.
Ciudad del Vaticano, 26 de septiembre de 2015 (Vis).-La segunda jornada del Papa en Nueva York comenzó con su visita a la sede de las Naciones Unidas, ante la que la Santa Sede cuenta con una representación desde 1964, mientras su estatuto es el de Observador Permanente con derecho de participación pero sin derecho de voto.
A su llegada al edificio el Santo Padre fue acogido por el Secretario General Ban-Ki-moon, por su esposa y dos niños, hijos de funcionarios de la ONU caídos en servicio que le ofrecieron un ramo de flores. El Papa encontró en privado al Secretario General que, acabado el coloquio, lo acompañó al vestíbulo para saludar al personal de esa organización. Francisco, que depuso unas flores ante la placa conmemorativa de los funcionarios de las Naciones Unidas caídos en servicio, recordó que la mayor parte del trabajo del personal de la ONU, desde los expertos a los traductores, pasando por los empleados de cocina y las fuerzas de seguridad, constituyen en muchos aspectos »la columna vertebral» de la Organización.
»La mayor parte del trabajo que hacen aquí- dijo- no aparece en las noticias. Entre bastidores sus esfuerzos cotidianos hacen posible muchas de las iniciativas diplomáticas, culturales, económicas y políticas de las Naciones Unidas que son tan importantes para responder a las esperanzas y expectativas de los pueblos que componen nuestra familia humana. Gracias por lo que hacen».
Después el Papa se trasladó en golf car al edificio de la Asamblea General donde se encontró, siempre en privado e individualmente con los presidentes de la 70ª Asamblea General, Mogens Lykketoft (Dinamarca), de la 69ª Sam Kahamba Kutesa (Uganda), así como con el Presidente del Consejo de Seguridad, Vitaly Churkin (Federación Rusa).
Finalizados los coloquios, Francisco entró en el hemiciclo de la Asamblea donde fue acogido con un gran aplauso y tras recibir la bienvenida del Presidente de la 70ª Asamblea General y del Secretario General de la ONU, pronunció ante los Representantes de las Naciones un discurso en el que tras mencionar los éxitos logrados por las Naciones Unidas en sus setenta años de existencia, como la construcción de la normativa internacional de derechos humanos o las operaciones de paz y reconciliación, abordó la cuestión del medio ambiente y de la exclusión económica y social de buena parte de la población mundial. Asimismo reiteró que la guerra es la negación de todos los derechos subrayando la necesidad del »infatigable recurso» a la negociación y denunció las persecuciones religiosas. También puso en guardia sobre cualquier tipo de colonización ideológica y definió el narcotráfico como »una guerra asumida y pobremente combatida» y subrayó que los organismos financieros internacionales han de velar por el desarrollo sustentable de los países y no por la sumisión asfixiante de éstos a sistemas crediticios que los condenan a una pobreza todavía más grande.
Sigue el texto completo:
»Una vez más, siguiendo una tradición de la que me siento honrado, el Secretario General de las Naciones Unidas ha invitado al Papa a dirigirse a esta honorable Asamblea de las Naciones. En nombre propio y en el de toda la comunidad católica, Señor Ban Ki-moon, quiero expresarle el más sincero y cordial agradecimiento. Agradezco también sus amables palabras. Saludo asimismo a los Jefes de Estado y de Gobierno aquí presentes, a los Embajadores, diplomáticos y funcionarios políticos y técnicos que los acompañan, al personal de las Naciones Unidas empeñado en esta 70ª Sesión de la Asamblea General, al personal de todos los programas y agencias de la familia de la ONU, y a todos los que de un modo u otro participan de esta reunión. Por medio de ustedes saludo también a los ciudadanos de todas las naciones representadas en este encuentro. Gracias por los esfuerzos de todos y de cada uno en bien de la humanidad.
Esta es la quinta vez que un Papa visita las Naciones Unidas. Lo hicieron mis predecesores Pablo VI en 1965, Juan Pablo II en 1979 y 1995 y, mi más reciente predecesor, hoy el Papa emérito Benedicto XVI, en 2008. Todos ellos no ahorraron expresiones de reconocimiento para la Organización, considerándola la respuesta jurídica y política adecuada al momento histórico, caracterizado por la superación tecnológica de las distancias y fronteras y, aparentemente, de cualquier límite natural a la afirmación del poder. Una respuesta imprescindible ya que el poder tecnológico, en manos de ideologías nacionalistas o falsamente universalistas, es capaz de producir tremendas atrocidades. No puedo menos que asociarme al aprecio de mis predecesores, reafirmando la importancia que la Iglesia Católica concede a esta institución y las esperanzas que pone en sus actividades.
La historia de la comunidad organizada de los Estados, representada por las Naciones Unidas, que festeja en estos días su 70 aniversario, es una historia de importantes éxitos comunes, en un período de inusitada aceleración de los acontecimientos. Sin pretensión de exhaustividad, se puede mencionar la codificación y el desarrollo del derecho internacional, la construcción de la normativa internacional de derechos humanos, el perfeccionamiento del derecho humanitario, la solución de muchos conflictos y operaciones de paz y reconciliación, y tantos otros logros en todos los campos de la proyección internacional del quehacer humano. Todas estas realizaciones son luces que contrastan la oscuridad del desorden causado por las ambiciones descontroladas y por los egoísmos colectivos. Es cierto que aún son muchos los graves problemas no resueltos, pero también es evidente que, si hubiera faltado toda esta actividad internacional, la humanidad podría no haber sobrevivido al uso descontrolado de sus propias potencialidades. Cada uno de estos progresos políticos, jurídicos y técnicos son un camino de concreción del ideal de la fraternidad humana y un medio para su mayor realización.
Rindo pues homenaje a todos los hombres y mujeres que han servido leal y sacrificadamente a toda la humanidad en estos 70 años. En particular, quiero recordar hoy a los que han dado su vida por la paz y la reconciliación de los pueblos, desde Dag Hammarskjöld hasta los muchísimos funcionarios de todos los niveles, fallecidos en las misiones humanitarias, de paz y de reconciliación.
La experiencia de estos 70 años, más allá de todo lo conseguido, muestra que la reforma y la adaptación a los tiempos siempre es necesaria, progresando hacia el objetivo último de conceder a todos los países, sin excepción, una participación y una incidencia real y equitativa en las decisiones. Esta necesidad de una mayor equidad, vale especialmente para los cuerpos con efectiva capacidad ejecutiva, como es el caso del Consejo de Seguridad, los organismos financieros y los grupos o mecanismos especialmente creados para afrontar las crisis económicas. Esto ayudará a limitar todo tipo de abuso o usura sobre todo con los países en vías de desarrollo. Los organismos financieros internacionales han de velar por el desarrollo sostenible de los países y la no sumisión asfixiante de éstos a sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso, someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia.
La labor de las Naciones Unidas, a partir de los postulados del Preámbulo y de los primeros artículos de su Carta Constitucional, puede ser vista como el desarrollo y la promoción de la soberanía del derecho, sabiendo que la justicia es requisito indispensable para obtener el ideal de la fraternidad universal. En este contexto, cabe recordar que la limitación del poder es una idea implícita en el concepto de derecho. Dar a cada uno lo suyo, siguiendo la definición clásica de justicia, significa que ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar por encima de la dignidad y de los derechos de las otras personas singulares o de sus agrupaciones sociales. La distribución fáctica del poder (político, económico, de defensa, tecnológico, etc.) entre una pluralidad de sujetos y la creación de un sistema jurídico de regulación de las pretensiones e intereses, concreta la limitación del poder. El panorama mundial hoy nos presenta, sin embargo, muchos falsos derechos, y –a la vez– grandes sectores indefensos, víctimas más bien de un mal ejercicio del poder: el ambiente natural y el vasto mundo de mujeres y hombres excluidos. Dos sectores íntimamente unidos entre sí, que las relaciones políticas y económicas preponderantes han convertido en partes frágiles de la realidad. Por eso hay que afirmar con fuerza sus derechos, consolidando la protección del ambiente y acabando con la exclusión.
Ante todo, hay que afirmar que existe un verdadero »derecho del ambiente» por un doble motivo. Primero, porque los seres humanos somos parte del ambiente. Vivimos en comunión con él, porque el mismo ambiente comporta límites éticos que la acción humana debe reconocer y respetar. El hombre, aun cuando está dotado de »capacidades inéditas» que »muestran una singularidad que trasciende el ámbito físico y biológico» , es al mismo tiempo una porción de ese ambiente. Tiene un cuerpo formado por elementos físicos, químicos y biológicos, y solo puede sobrevivir y desarrollarse si el ambiente ecológico le es favorable. Cualquier daño al ambiente, por tanto, es un daño a la humanidad. Segundo, porque cada una de las creaturas, especialmente las vivientes, tiene un valor en sí misma, de existencia, de vida, de belleza y de interdependencia con las demás creaturas. Los cristianos, junto con las otras religiones monoteístas, creemos que el universo proviene de una decisión de amor del Creador, que permite al hombre servirse respetuosamente de la creación para el bien de sus semejantes y para gloria del Creador, pero que no puede abusar de ella y mucho menos está autorizado a destruirla. Para todas las creencias religiosas, el ambiente es un bien fundamental .
El abuso y la destrucción del ambiente, al mismo tiempo, van acompañados por un imparable proceso de exclusión. En efecto, un afán egoísta e ilimitado de poder y de bienestar material lleva tanto a abusar de los recursos materiales disponibles como a excluir a los débiles y con menos habilidades, ya sea por tener capacidades diferentes (discapacitados) o porque están privados de los conocimientos e instrumentos técnicos adecuados o poseen insuficiente capacidad de decisión política. La exclusión económica y social es una negación total de la fraternidad humana y un gravísimo atentado a los derechos humanos y al ambiente. Los más pobres son los que más sufren estos atentados por un triple grave motivo: son descartados por la sociedad, son al mismo tiempo obligados a vivir del descarte y deben injustamente sufrir las consecuencias del abuso del ambiente. Estos fenómenos conforman la hoy tan difundida e inconscientemente consolidada »cultura del descarte».
Lo dramático de toda esta situación de exclusión e inequidad, con sus claras consecuencias, me lleva junto a todo el pueblo cristiano y a tantos otros a tomar conciencia también de mi grave responsabilidad al respecto, por lo cual alzo mi voz, junto a la de todos aquellos que anhelan soluciones urgentes y efectivas. La adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en la Cumbre mundial que iniciará hoy mismo, es una importante señal de esperanza. Confío también que la Conferencia de París sobre el cambio climático logre acuerdos fundamentales y eficaces.
No bastan, sin embargo, los compromisos asumidos solemnemente, aunque constituyen ciertamente un paso necesario para las soluciones. La definición clásica de justicia a que aludí anteriormente contiene como elemento esencial una voluntad constante y perpetua: Iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi. El mundo reclama de todos los gobernantes una voluntad efectiva, práctica, constante, de pasos concretos y medidas inmediatas, para preservar y mejorar el ambiente natural y vencer cuanto antes el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado. Es tal la magnitud de estas situaciones y el grado de vidas inocentes que va cobrando, que hemos de evitar toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las conciencias. Debemos cuidar que nuestras instituciones sean realmente efectivas en la lucha contra todos estos flagelos.
La multiplicidad y complejidad de los problemas exige contar con instrumentos técnicos de medida. Esto, empero, comporta un doble peligro: limitarse al ejercicio burocrático de redactar largas enumeraciones de buenos propósitos –metas, objetivos e indicaciones estadísticas –, o creer que una única solución teórica y apriorística dará respuesta a todos los desafíos. No hay que perder de vista, en ningún momento, que la acción política y económica, solo es eficaz cuando se la entiende como una actividad prudencial, guiada por un concepto perenne de justicia y que no pierde de vista en ningún momento que, antes y más allá de los planes y programas, hay mujeres y hombres concretos, iguales a los gobernantes, que viven, luchan y sufren, y que muchas veces se ven obligados a vivir miserablemente, privados de cualquier derecho.
Para que estos hombres y mujeres concretos puedan escapar de la pobreza extrema, hay que permitirles ser dignos actores de su propio destino. El desarrollo humano integral y el pleno ejercicio de la dignidad humana no pueden ser impuestos. Deben ser edificados y desplegados por cada uno, por cada familia, en comunión con los demás hombres y en una justa relación con todos los círculos en los que se desarrolla la socialidad humana –amigos, comunidades, aldeas y municipios, escuelas, empresas y sindicatos, provincias, naciones–. Esto supone y exige el derecho a la educación –también para las niñas, excluidas en algunas partes–, que se asegura en primer lugar respetando y reforzando el derecho primario de las familias a educar, y el derecho de las Iglesias y de las agrupaciones sociales a sostener y colaborar con las familias en la formación de sus hijas e hijos. La educación, así concebida, es la base para la realización de la Agenda 2030 y para recuperar el ambiente.
Al mismo tiempo, los gobernantes han de hacer todo lo posible a fin de que todos puedan tener la mínima base material y espiritual para ejercer su dignidad y para formar y mantener una familia, que es la célula primaria de cualquier desarrollo social. Este mínimo absoluto tiene en lo material tres nombres: techo, trabajo y tierra; y un nombre en lo espiritual: libertad de espíritu, que comprende la libertad religiosa, el derecho a la educación y todos los otros derechos cívicos.
Por todo esto, la medida y el indicador más simple y adecuado del cumplimiento de la nueva Agenda para el desarrollo será el acceso efectivo, práctico e inmediato, para todos, a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda propia, trabajo digno y debidamente remunerado, alimentación adecuada y agua potable; libertad religiosa, y más en general libertad del de espíritu y educación. Al mismo tiempo, estos pilares del desarrollo humano integral tienen un fundamento común, que es el derecho a la vida y, más en general, lo que podríamos llamar el derecho a la existencia de la misma naturaleza humana.
La crisis ecológica, junto con la destrucción de buena parte de la biodiversidad, puede poner en peligro la existencia misma de la especie humana. Las nefastas consecuencias de un irresponsable desgobierno de la economía mundial, guiado solo por la ambición de lucro y de poder, deben ser un llamado a una severa reflexión sobre el hombre: »El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza». La creación se ve perjudicada »donde nosotros mismos somos las últimas instancias … El derroche de la creación comienza donde no reconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que solo nos vemos a nosotros mismos» . Por eso, la defensa del ambiente y la lucha contra la exclusión exigen el reconocimiento de una ley moral inscrita en la propia naturaleza humana, que comprende la distinción natural entre hombre y mujer y el absoluto respeto de la vida en todas sus etapas y dimensiones .
Sin el reconocimiento de unos límites éticos naturales insalvables y sin la actuación inmediata de aquellos pilares del desarrollo humano integral, el ideal de »salvar las futuras generaciones del flagelo de la guerra» y de »promover el progreso social y un más elevado nivel de vida en una más amplia libertad» (ibíd.) corre el riesgo de convertirse en un espejismo inalcanzable o, peor aún, en palabras vacías que sirven de excusa para cualquier abuso y corrupción, o para promover una colonización ideológica a través de la imposición de modelos y estilos de vida anómalos, extraños a la identidad de los pueblos y, en último término, irresponsables.
La guerra es la negación de todos los derechos y una dramática agresión al ambiente. Si se quiere un verdadero desarrollo humano integral para todos, se debe continuar incansablemente con la tarea de evitar la guerra entre las naciones y entre los pueblos.
Para tal fin hay que asegurar el imperio incontestado del derecho y el infatigable recurso a la negociación, a los buenos oficios y al arbitraje, como propone la Carta de las Naciones Unidas, verdadera norma jurídica fundamental. La experiencia de los 70 años de existencia de las Naciones Unidas, en general, y en particular la experiencia de los primeros 15 años del tercer milenio, muestran tanto la eficacia de la plena aplicación de las normas internacionales como la ineficacia de su incumplimiento. Si se respeta y aplica la Carta de las Naciones Unidas con transparencia y sinceridad, sin segundas intenciones, como un punto de referencia obligatorio de justicia y no como un instrumento para disfrazar intenciones espurias, se alcanzan resultados de paz. Cuando, en cambio, se confunde la norma con un simple instrumento, para utilizar cuando resulta favorable y para eludir cuando no lo es, se abre una verdadera caja de Pandora de fuerzas incontrolables, que dañan gravemente las poblaciones inermes, el ambiente cultural e incluso el ambiente biológico.
El Preámbulo y el primer artículo de la Carta de las Naciones Unidas indican los cimientos de la construcción jurídica internacional: la paz, la solución pacífica de las controversias y el desarrollo de relaciones de amistad entre las naciones. Contrasta fuertemente con estas afirmaciones, y las niega en la práctica, la tendencia siempre presente a la proliferación de las armas, especialmente las de destrucción masiva como pueden ser las nucleares. Una ética y un derecho basados en la amenaza de destrucción mutua –y posiblemente de toda la humanidad– son contradictorios y constituyen un fraude a toda la construcción de las Naciones Unidas, que pasarían a ser »Naciones unidas por el miedo y la desconfianza». Hay que empeñarse por un mundo sin armas nucleares, aplicando plenamente el Tratado de no proliferación, en la letra y en el espíritu, hacia una total prohibición de estos instrumentos.
El reciente acuerdo sobre la cuestión nuclear en una región sensible de Asia y Oriente Medio es una prueba de las posibilidades de la buena voluntad política y del derecho, ejercitados con sinceridad, paciencia y constancia. Hago votos para que este acuerdo sea duradero y eficaz y dé los frutos deseados con la colaboración de todas las partes implicadas.
En ese sentido, no faltan duras pruebas de las consecuencias negativas de las intervenciones políticas y militares no coordinadas entre los miembros de la comunidad internacional. Por eso, aun deseando no tener la necesidad de hacerlo, no puedo dejar de reiterar mis repetidos llamamientos en relación con la dolorosa situación de todo el Oriente Medio, del norte de África y de otros países africanos, donde los cristianos, junto con otros grupos culturales o étnicos e incluso junto con aquella parte de los miembros de la religión mayoritaria que no quiere dejarse envolver por el odio y la locura, han sido obligados a ser testigos de la destrucción de sus lugares de culto, de su patrimonio cultural y religioso, de sus casas y haberes y han sido puestos en la disyuntiva de huir o de pagar su adhesión al bien y a la paz con la propia vida o con la esclavitud.
Estas realidades deben constituir un serio llamado a un examen de conciencia de los que están a cargo de la conducción de los asuntos internacionales. No solo en los casos de persecución religiosa o cultural, sino en cada situación de conflicto, como Ucrania, Siria, Irak, en Libia, en Sudán del Sur y en la región de los Grandes Lagos, hay rostros concretos antes que intereses de parte, por legítimos que sean. En las guerras y conflictos hay seres humanos singulares, hermanos y hermanas nuestros, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, niños y niñas, que lloran, sufren y mueren. Seres humanos que se convierten en material de descarte cuando la actividad consiste solo en enumerar problemas, estrategias y discusiones.
Como pedía al Secretario General de las Naciones Unidas en mi carta del 9 de agosto de 2014, »la más elemental comprensión de la dignidad humana (obliga) a la comunidad internacional, en particular a través de las normas y los mecanismos del derecho internacional, a hacer todo lo posible para detener y prevenir ulteriores violencias sistemáticas contra las minorías étnicas y religiosas» y para proteger a las poblaciones inocentes.
En esta misma línea quisiera hacer mención a otro tipo de conflictividad no siempre tan explicitada pero que silenciosamente viene cobrando la muerte de millones de personas. Otra clase de guerra que viven muchas de nuestras sociedades con el fenómeno del narcotráfico. Una guerra »asumida» y pobremente combatida. El narcotráfico por su propia dinámica va acompañado de la trata de personas, del lavado de activos, del tráfico de armas, de la explotación infantil y de otras formas de corrupción. Corrupción que ha penetrado los distintos niveles de la vida social, política, militar, artística y religiosa, generando, en muchos casos, una estructura paralela que pone en riesgo la credibilidad de nuestras instituciones.
Comencé esta intervención recordando las visitas de mis predecesores. Quisiera ahora que mis palabras fueran especialmente como una continuación de las palabras finales del discurso de Pablo VI, pronunciado hace casi exactamente 50 años, pero de valor perenne, cito: »Ha llegado la hora en que se impone una pausa, un momento de recogimiento, de reflexión, casi de oración: volver a pensar en nuestro común origen, en nuestra historia, en nuestro destino común. Nunca, como hoy, … ha sido tan necesaria la conciencia moral del hombre, porque el peligro no viene ni del progreso ni de la ciencia, que, bien utilizados, podrán … resolver muchos de los graves problemas que afligen a la humanidad» . Entre otras cosas, sin duda, la genialidad humana, bien aplicada, ayudará a resolver los graves desafíos de la degradación ecológica y de la exclusión. Continúo con Pablo VI: »El verdadero peligro está en el hombre, que dispone de instrumentos cada vez más poderosos, capaces de llevar tanto a la ruina como a las más altas conquistas» hasta aquí Pablo VI.
La casa común de todos los hombres debe continuar levantándose sobre una recta comprensión de la fraternidad universal y sobre el respeto de la sacralidad de cada vida humana, de cada hombre y cada mujer; de los pobres, de los ancianos, de los niños, de los enfermos, de los no nacidos, de los desocupados, de los abandonados, de los que se juzgan descartables porque no se los considera más que números de una u otra estadística. La casa común de todos los hombres debe también edificarse sobre la comprensión de una cierta sacralidad de la naturaleza creada.
Tal comprensión y respeto exigen un grado superior de sabiduría, que acepte la trascendencia, la de uno mismo, renuncie a la construcción de una elite omnipotente, y comprenda que el sentido pleno de la vida singular y colectiva se da en el servicio abnegado de los demás y en el uso prudente y respetuoso de la creación para el bien común. Repitiendo las palabras de Pablo VI, »el edificio de la civilización moderna debe levantarse sobre principios espirituales, los únicos capaces no sólo de sostenerlo, sino también de iluminarlo» .
El gaucho Martín Fierro, un clásico de la literatura de mi tierra natal, canta: »Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera».
El mundo contemporáneo, aparentemente conexo, experimenta una creciente y sostenida fragmentación social que pone en riesgo »todo fundamento de la vida social» y por lo tanto »termina por enfrentarnos unos con otros para preservar los propios intereses».
El tiempo presente nos invita a privilegiar acciones que generen dinamismos nuevos en la sociedad hasta que fructifiquen en importantes y positivos acontecimientos históricos. No podemos permitirnos postergar »algunas agendas» para el futuro. El futuro nos pide decisiones críticas y globales de cara a los conflictos mundiales que aumentan el número de excluidos y necesitados.
La loable construcción jurídica internacional de la Organización de las Naciones Unidas y de todas sus realizaciones, perfeccionable como cualquier otra obra humana y, al mismo tiempo, necesaria, puede ser prenda de un futuro seguro y feliz para las generaciones futuras. Y lo será si los representantes de los Estados sabrán dejar de lado intereses sectoriales e ideologías, y buscar sinceramente el servicio del bien común. Pido a Dios Todopoderoso que así sea, y les aseguro mi apoyo, mi oración y el apoyo y las oraciones de todos los fieles de la Iglesia Católica, para que esta Institución, todos sus Estados miembros y cada uno de sus funcionarios, rinda siempre un servicio eficaz a la humanidad, un servicio respetuoso de la diversidad y que sepa potenciar, para el bien común, lo mejor de cada pueblo y de cada ciudadano. Que Dios los bendiga a todos».
Memorial de la Zona Cero: La vida siempre está destinada a triunfar sobre los profetas de destrucción
Ciudad del Vaticano, 26 de septiembre de 2015 (Vis).-El Memorial de la Zona Cero, construido en el lugar donde el 11 de septiembre de 2001 se derrumbaron las Torres Gemelas embestidas por dos aviones en un atentado que causó 2.896 muertos fue la segunda etapa de la visita del Papa a New York. El Memorial es ahora un parque de casi 33.000 metros cuadrados con un bosquecillo de encinas blancas y dos cascadas artificiales que alimentan dos grandes pilas de agua ubicadas en el sitio que ocupaban las Torres Gemelas y rodeadas de una pared de bronce donde están grabados los nombres de todas las víctimas de los atentados del 26 de febrero de 1993 contra el World Trade Center y del 11 de septiembre de 2001. En el subterráneo hay un museo con recuerdos de aquellos trágicos eventos.
A su llegada Francisco, acompañado por el cardenal arzobispo de New York, Timothy Dolan, depositó una rosa blanca cerca de la pila sur y saludó uno por uno a los veinte familiares de los socorristas caídos. Después entró en el edificio del Memorial donde le esperaban un rabino y un imán de Nueva York y rezó una oración por la paz a la que siguieron cinco meditaciones sobre la paz (hindú, budista, sikh, cristiana, musulmana) y una plegaria judía por los difuntos, acabada la cual el Papa pronunció un discurso.
»Me produce distintos sentimientos, emociones, estar en la Zona Cero donde miles de vidas fueron arrebatadas en un acto insensato de destrucción -dijo- Aquí el dolor es palpable. El agua que vemos correr hacia ese centro vacío nos recuerda todas esas vidas que se fueron bajo el poder de aquellos que creen que la destrucción es la única forma de solucionar los conflictos. Es el grito silencioso de quienes sufrieron en su carne la lógica de la violencia, del odio, de la revancha. Una lógica que lo único que puede causar producir es dolor, sufrimiento, destrucción, lágrimas. El agua cayendo es símbolo también de nuestras lágrimas. Lágrimas por las destrucciones de ayer, que se unen a tantas destrucciones de hoy. Este es un lugar donde lloramos, lloramos el dolor que provoca sentir la impotencia frente a la injusticia, frente al fratricidio, frente a la incapacidad de solucionar nuestras diferencias dialogando. En este lugar lloramos la pérdida injusta y gratuita de inocentes por no poder encontrar soluciones en pos del bien común. Es agua que nos recuerda el llanto de ayer y el llanto de hoy».
Francisco recordó entonces su encuentro con los familias de los socorristas, subrayando que constató una vez más »cómo la destrucción nunca es impersonal, abstracta o de cosas; sino, que por sobre todo, tiene rostro e historia, es concreta, posee nombres. En los familiares, se puede ver el rostro del dolor, un dolor que nos deja atónitos y grita al cielo». Pero ese encuentro le mostró también el poder ldel amor y del recuerdo. »Un recuerdo que no nos deja vacíos. El nombre de tantos seres queridos están escritos aquí en lo que eran las bases de las torres, así los podemos ver, tocar y nunca olvidar».
También, rememorando la labor de los bomberos que el 11 de septiembre entraron en las torres que se estaban cayendo sin preocuparse de su propia vida, habló de »la capacidad de bondad heroica de la que es capaz también el ser humano, la fuerza oculta a la que siempre debemos apelar». Por eso un lugar de muerte »se transforma también en un lugar de vida, de vidas salvadas, un canto que nos lleva a afirmar que la vida siempre está destinada a triunfar sobre los profetas de la destrucción, sobre la muerte, que el bien siempre despertará sobre el mal, que la reconciliación y la unidad vencerán sobre el odio y la división».
»En este lugar de dolor y de recuerdo -prosiguió- me llena de esperanza la oportunidad de asociarme a los líderes que representan las muchas tradiciones religiosas que enriquecen la vida de esta gran ciudad. Espero que nuestra presencia aquí sea un signo potente de nuestras ganas de compartir y reafirmar el deseo de ser fuerzas de reconciliación, fuerzas de paz y justicia en esta comunidad y a lo largo y ancho de nuestro mundo. En las diferencias, en las discrepancias, es posible vivir en un mundo de paz. Frente a todo intento uniformizador es posible y necesario reunirnos desde las diferentes lenguas, culturas, religiones y alzar la voz a todo lo que quiera impedirlo. Juntos hoy somos invitados a decir »no» a todo intento uniformante y »sí» a una diferencia aceptada y reconciliada».
Francisco invitó a todos a rezar en silencio por la paz, desde las casas a »esos lugares donde la guerra parece no tener fin» y »esos rostros que lo único que han conocido ha sido el dolor».
»Así -concluyó después de haber rezado- la vida de nuestros seres queridos no será una vida que quedará en el olvido, sino que se hará presente cada vez que luchemos por ser profetas de construcción, profetas de reconciliación, profetas de paz».
Encuentro con los niños y familias de inmigrantes en Harlem
Ciudad del Vaticano, 26 de septiembre de 2015 (Vis).-La escuela Nuestra Señora Reina de los Angeles, en Harlem, tiene 282 alumnos (de 5 a 14 años) de los cuales el 69% estudia gracias a una beca. Los niños y niñas proceden de familias de bajo rédito a las que se llama »dreamers» (los que siguen el sueño americano); son inmigrantes adultos o menores no acompañados de América Latina (69%), refugiados de Africa u Oriente Medio, pero también afroamericanos (22%). La escuela forma parte de una red de seis escuelas católicas en los barrios de Harlem y del South Bronx, financiadas y administradas por la fundación caritativa católica Partnership, coordinada por la arquidiócesis de Nueva York que es propietaria de los locales. La fundación, instituida formalmente en 2010, se propone romper el círculo vicioso de la pobreza.
A Nuestra Señora de los Angeles llegó el Papa ayer poco después de las 16.00 (las 22.00 hora de Roma) para encontrarse con los alumnos, sus familiares y sus maestros que lo esperaban en el gimnasio. Fue un encuentro informal en el que pidió perdón a los maestros por robarles unos minutos de la lección en clase y comentó que le habían contado que una de las »lindas» características de la escuela era que algunos de los alumnos venían de otros lugares y muchos de otros países. »Y eso es bueno -añadió- Aunque sé que no siempre es fácil tener que trasladarse y encontrar una nueva casa, encontrar nuevos vecinos, amigos; no es nada fácil, pero hay que empezar. Al principio puede ser algo cansador. Muchas veces aprender un nuevo idioma, adaptarse a una nueva cultura, un nuevo clima. ¡Cuántas cosas tienen que aprender!. No solo las tareas de la escuela, sino tantas cosas».
»Lo bueno -prosiguió en tono coloquial- es que también encontramos nuevos amigos. Y esto es muy importante…. Encontramos personas que nos abren puertas y nos muestran su ternura, su amistad, su comprensión, y buscan ayudarnos para que no nos sintamos extraños, extranjeros… Aunque a veces la imaginación se vuelve a nuestra patria, pero encontramos gente buena que nos ayuda a sentirnos en casa. Qué lindo es poder sentir la escuela, los lugares de reunión, como una segunda casa. Y esto no sólo es importante para ustedes, sino para sus familias. De esta manera, la escuela se vuelve una gran familia para todos ..donde aprendemos a ayudarnos, a compartir lo bueno de cada uno.. a jugar en equipo, que es tan importante, y a perseverar en nuestras metas».
»Bien cerquita de aquí -indicó- hay una calle muy importante con el nombre de una persona que hizo mucho bien por los demás, y quiero recordarla con ustedes. Me refiero al Pastor Martin Luther King. Un día dijo:: »Tengo un sueño». Y él soñó que muchos niños, muchas personas tuvieran igualdad de oportunidades. Él soñó que muchos niños como ustedes tuvieran acceso a la educación. Él soñó que muchos hombres y mujeres, como ustedes, pudieran llevar la frente bien alta, con la dignidad de quien puede ganarse la vida. Es hermoso tener sueños y es hermoso poder luchar por los sueños. No se lo olviden».
»Hoy queremos seguir soñando y celebramos todas las oportunidades que, tanto a ustedes como a nosotros los grandes, nos permiten no perder la esperanza en un mundo mejor, y con mayores posibilidades… Sé que uno de los sueños de sus padres, de sus educadores y de todos los que los ayudan…es que ustedes puedan crecer y vivir con alegría…. No siempre es fácil. En todas las casas hay problemas, hay situaciones difíciles, hay enfermedades, pero no dejen de soñar con que puedan vivir con alegría.Todos ustedes los que están acá, chicos y grandes, tienen derecho a soñar y me alegra mucho que puedan encontrar, sea en la escuela, sea aquí, en sus amigos, en sus maestros, en todos los que se acercan a ayudar, ese apoyo necesario para poder hacerlo. Donde hay sueños, donde hay alegría, ahí siempre está Jesús».
Antes de irse, el Papa preguntó a los niños si les podía poner unos deberes para hacer en casa. »Es un pedido sencillo pero muy importante -dijo- No se olviden de rezar por mí para que yo pueda compartir con muchos la alegría de Jesús. Y recemos también para que muchos puedan disfrutar de esta alegría, como la que tienen ustedes cuando se sienten acompañados, ayudados, aconsejados, aunque haya problemas».
Misa en el Madison Square Garden: Dios está en la ciudad
Ciudad del Vaticano, 26 de septiembre de 2015 (Vis).- Con la santa misa por la paz y la justicia celebrada en el Madison Square Garden concluyó la jornada del Papa en Nueva York; un lugar emblemático de la ciudad, como recordó Francisco, sede de importantes encuentros deportivos, artísticos, musicales, etc…»que representa las distintas facetas de la vida de los ciudadanos que se congregan por intereses comunes». Un lugar, donde ayer se escuchó la lectura del profeta Isaías que anuncia »El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz». Y a esa luz estuvo dedicada la homilía del Santo Padre.
»El pueblo que caminaba, el pueblo en medio de sus actividades, de sus rutinas; el pueblo que caminaba cargando sobre sí sus aciertos y sus equivocaciones, sus miedos y sus oportunidades. Ese pueblo ha visto una gran luz», afirmó el Pontífice, recordando que el Pueblo de Dios es invitado en cada época histórica a contemplarla porque »una de las particularidades del pueblo creyente pasa por su capacidad de ver,en medio de sus oscuridades la luz que Cristo viene a traer… Con el profeta hoy podemos decir: el pueblo que camina, respira, vive entre el ‘smog’, ha visto una gran luz, ha experimentado un aire de vida».
»Vivir en una gran ciudad es algo bastante complejo -constató el Papa- contexto pluricultural con grandes desafíos no fáciles de resolver. Las grandes ciudades son recuerdo de la riqueza que esconde nuestro mundo: la diversidad de culturas, tradiciones e historias… Las grandes ciudades se vuelven polos que parecen presentar la pluralidad de maneras que los seres humanos hemos encontrado de responder al sentido de la vida en las circunstancias donde nos encontrábamos. A su vez, las grandes ciudades esconden el rostro de tantos que parecen no tener ciudadanía o ser ciudadanos de segunda categoría. En las grandes ciudades, bajo el ruido del tránsito, bajo »el ritmo del cambio», quedan silenciados tantos rostros por no tener »derecho» a ciudadanía…-los extranjeros, los sus hijos de estos (y no solo) que no logran la escolarización, los privados de seguro médico, los sin techo, los ancianos solos–, quedando al borde de nuestras calles, en nuestras veredas, en un anonimato ensordecedor. Y se convierten en parte de un paisaje urbano que lentamente se va naturalizando ante nuestros ojos y especialmente en nuestro corazón»
Pero »saber que Jesús sigue caminando en nuestras calles, mezclándose vitalmente con su pueblo, implicándose e implicando a las personas en una única historia de salvación, nos llena de… una esperanza que nos libera de esa fuerza que nos empuja a aislarnos, a desentendernos de la vida de los demás, de la vida de nuestra ciudad…Una esperanza que nos invita a ver en medio del »smog» la presencia de Dios que sigue caminando en nuestra ciudad. Porque Dios está en la ciudad».
Después Francisco propuso como guía en este aprender a ver, a mirar, al profeta Isaías que presenta a Jesús como Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, y Príncipe de la paz y explicó cada una de estas apelaciones.
»Consejero maravilloso: Los Evangelios nos narran cómo muchos van a preguntarle: »Maestro, ¿qué debemos hacer?». El primer movimiento que Jesús genera con su respuesta es proponer, incitar, motivar. Propone siempre a sus discípulos ir, salir. Los empuja a ir al encuentro de los otros, donde realmente están y no donde nos gustarían que estuviesen. Dios fuerte: En Jesús Dios se hizo el Emmanuel, el Dios-con-nosotros, el Dios que camina a nuestro lado. Padre para siempre: Vayan y anuncien, vayan y vivan que Dios está en medio de ustedes como un Padre misericordioso que sale todas las mañanas y todas las tardes para ver si su hijo vuelve a casa, y apenas lo ve venir corre a abrazarlo. Príncipe de la paz: El andar hacia los otros para compartir la buena nueva que Dios es nuestro Padre, que camina a nuestro lado, nos libera del anonimato, de una vida sin rostros, una vida vacía y nos introduce en la escuela del encuentro. Nos libera de la guerra de la competencia, de la autorreferencialidad, para abrirnos al camino de la paz. Esa paz que nace del reconocimiento del otro, esa paz que surge en el corazón al mirar especialmente al más necesitado como a un hermano».
»Dios vive en nuestras ciudades, la Iglesia vive en nuestras ciudades -exclamó Francisco al final de su homilía- Y Dios y la Iglesia que viven en nuestras ciudades quieren ser fermento en la masa, quieren mezclarse con todos, acompañando a todos, anunciando las maravillas de Aquel que es Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz. El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz y nosotros, cristianos, somos sus testigos».
El futuro de la Iglesia reclama una participación más activa de los laicos
Ciudad del Vaticano, 27 de septiembre de 2015 (Vis).-Francisco llegó ayer a las 9,30 hora local (15.30, hora de Roma) a Filadelfia, la última etapa de su viaje apostólico. Su primer acto en la ciudad donde se promulgaron la Declaración de Independencia y la Constitución del País, fue la celebración de la santa misa en la catedral de San Pedro y San Pablo, una misa votiva a la Virgen María, Madre de la Iglesia a la que asistieron los obispos, el clero, los religiosos y religiosas del estado de Pennsylvania.
»Esta mañana he aprendido algo sobre la historia de esta hermosa Catedral -dijo el Papa en su homilía- la historia que hay detrás de sus altos muros y ventanas. Me gusta pensar, sin embargo, que la historia de la Iglesia en esta ciudad y en este Estado es realmente una historia que no trata solo de la construcción de muros, sino también de derribarlos. Es una historia que nos habla de generaciones y generaciones de católicos comprometidos que han salido a las periferias y construido comunidades para el culto, para la educación, para la caridad y el servicio a la sociedad en general….Todo esto es un legado que ustedes han recibido y que esetán llamados a enriquecer y transmitir».
»La mayoría de ustedes -continuó- conocen la historia de santa Catalina Drexel, una de las grandes santas que esta Iglesia local ha dado. Cuando le habló al Papa León XIII de las necesidades de las misiones, el Papa… le preguntó intencionadamente: »¿Y tú?, ¿qué vas a hacer?». Esas palabras cambiaron la vida de Catalina, porque le recordaron que al final todo cristiano, hombre o mujer, en virtud del bautismo, ha recibido una misión. Cada uno de nosotros tiene que responder lo mejor que pueda al llamado del Señor para edificar su Cuerpo, la Iglesia».
Aquellas palabras fueron dirigidas »a una mujer joven con altos ideales, y ..le hicieron pensar en el inmenso trabajo que había que hacer y la llevaron a darse cuenta de que estaba siendo llamada a hacer algo al respecto. ¡Cuántos jóvenes en nuestras parroquias y escuelas tienen los mismos altos ideales, generosidad de espíritu y amor por Cristo y la Iglesia!».¿Encontramos el modo de compartir su entusiasmo y sus dones con nuestras comunidades, sobre todo en la práctica de las obras de misericordia y en la preocupación por los demás?», se preguntó el Pontífice.
»Uno de los grandes desafíos de la Iglesia en este momento es fomentar en todos los fieles el sentido de la responsabilidad personal en la misión de la Iglesia, y capacitarlos para que puedan cumplir con tal responsabilidad como discípulos misioneros, como fermento del Evangelio en nuestro mundo -afirmço- Esto requiere creatividad para adaptarse a los cambios de las situaciones, transmitiendo el legado del pasado, no solo a través del mantenimiento de las estructuras e instituciones, que son útiles, sino sobre todo abriéndose a las posibilidades que el Espíritu nos descubre y mediante la comunicación de la alegría del Evangelio, todos los días y en todas las etapas de nuestra vida».
Francisco señaló que era »significativo que estas palabras del anciano Papa fueran dirigidas a una mujer laica. Sabemos que el futuro de la Iglesia, en una sociedad que cambia rápidamente, reclama ya desde ahora una participación de los laicos mucho más activa. La Iglesia en los Estados Unidos ha dedicado siempre un gran esfuerzo a la catequesis y a la educación. Nuestro reto hoy es construir sobre esos cimientos sólidos y fomentar un sentido de colaboración y de responsabilidad compartida en la planificación del futuro de nuestras parroquias e instituciones. Esto no significa renunciar a la autoridad espiritual que se nos ha confiado; más bien, significa discernir y emplear sabiamente los múltiples dones que el Espíritu derrama sobre la Iglesia. De manera particular, significa valorar la inmensa contribución que las mujeres, laicas y religiosas, han hecho y siguen haciendo en la vida de nuestras comunidades».
»Durante estos días del Encuentro Mundial de las Familias -concluyó les pediría de modo especial que reflexionen sobre nuestro servicio a las familias, a las parejas que se preparan para el matrimonio y a nuestros jóvenes. Sé lo mucho que se está haciendo en sus iglesias particulares para responder a las necesidades de las familias y apoyarlas en su camino de fe. Les pido que oren fervientemente por ellas, así como por las deliberaciones del próximo Sínodo sobre la Familia».
Encuentro con la comunidad hispana y con otros inmigrantes:»No se avergüencen nunca de sus tradiciones. Ustedes traen muchos dones a esta nación»
Ciudad del Vaticano, 27 de septiembre de 2015 (Vis).-El Indepence National Historical Park, considerado »la milla cuadrada más histórica de América» por sus numerosos edificios vinculados con la Guerra de Independencia de Estados Unidos de Gran Bretaña (1763-1783) fue ayer el escenario del encuentro del Papa con la comunidad hispánica y otros inmigrantes, cuyo tema central fue la libertad religiosa y la defensa de las raíces propias de cada individuo y de cada pueblo. A su llegada, los representantes de los Encuentros Nacionales del ministerio Hispano, presentaron al Santo Padre para que los bendijese la »Biblia Católica para la Familia y para el Joven» y la Cruz de los Encuentros, que se lleva en peregrinación por todo Estados Unidos antes de la preparación de cada evento. La iniciativa, comenzada en 1972, se propone dar protagonismo a la comunidad hispano-latina en la vida y las decisiones de la Iglesia Católica en el país. El próximo Encuentro tendrá lugar en enero de 2017.
En el discurso que dirigió a los miles de personas reunidas en el Parque, el Papa subrayó que uno de los momentos más destacados de su visita era su presencia en el Independence Mall, el lugar de nacimiento de los Estados Unidos de América donde fueron proclamadas por primera vez las libertades que definen ese País. »La Declaración de Independencia – recordó- proclamó que todos los hombres y mujeres fueron creados iguales; que están dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, y que los gobiernos existen para proteger y defender esos derechos. Pero »la historia también muestra también que estas y otras verdades deben ser constantemente reafirmadas, nuevamente asimiladas y defendidas… Recordemos las grandes luchas que llevaron a la abolición de la esclavitud, la extensión del derecho de voto, el crecimiento del movimiento obrero y el esfuerzo gradual para eliminar todo tipo de racismo y de prejuicios contra la llegada posterior de nuevos americanos. Esto demuestra que, cuando un país está determinado a permanecer fiel a sus principios, a esos principios fundacionales, basados en el respeto a la dignidad humana, se fortalece y se renueva. Cuando un país guarda la memoria de sus raíces, sigue creciendo, se renueva y sigue asumiendo en su seno nuevos pueblos y nueva gente que viene a él».
Después habló de la importancia de recordar el pasado porque »un pueblo que tiene memoria no repite los errores del pasado; en cambio, afronta con confianza los retos del presente y del futuro. La memoria salva el alma de un pueblo de aquello o de aquellos que quieren dominarlo o quieren utilizarlo para sus propios intereses» y reiteró su deseo de reflexionar en un lugar »símbolo del modelo de los Estados Unidos americano» del derecho a la libertad religiosa ,»Un derecho fundamental que da forma a nuestro modo de interactuar social y personalmente con nuestros vecinos, que tienen creencias religiosas distintas a la nuestra».
»La libertad religiosa, sin duda, -explicó- comporta el derecho de a adorar a Dios, individualmente y en comunidad, de acuerdo con la propia nuestra conciencia. Pero, por otro lado, la libertad religiosa, por su naturaleza, trasciende los lugares de culto y la esfera privada de los individuos y las familias, porque el hecho religioso, la dimensión religiosa, no es una subcultura, es parte de la cultura de cualquier pueblo y de cualquier nación. Nuestras distintas tradiciones religiosas sirven a la sociedad sobre todo por el mensaje que proclaman…. Nos recuerdan la dimensión trascendente de la existencia humana y de nuestra libertad irreductible frente a la pretensión de cualquier poder absoluto. Necesitamos acercarnos a la historia… especialmente a la historia del siglo pasado, para ver las atrocidades perpetradas por los sistemas que pretendían construir algún tipo de ‘paraíso terrenal’, dominando pueblos, sometiéndolos a principios aparentemente indiscutibles y negándoles cualquier tipo de derechos. Nuestras ricas tradiciones religiosas buscan ofrecer sentido y dirección…En el corazón de su misión espiritual está la proclamación de la verdad y la dignidad de la persona humana y de todos los derechos humanos…En un mundo en el que diversas formas de tiranía moderna tratan de suprimir la libertad religiosa, o, como dije antes, de reducirla a una subcultura sin derecho a voz y voto en la plaza pública, o de utilizar la religión como pretexto para el odio y la brutalidad, es necesario que los fieles de las diversas tradiciones religiosas unan sus voces para clamar por la paz, la tolerancia, y el respeto a la dignidad y a los derechos de los demás».
»Nosotros -constató- vivimos en una época sujeta a la globalización..que apunta a la uniformidad unidimensional y busca eliminar todas las diferencias y tradiciones en una búsqueda superficial de la unidad. Las religiones tienen, pues, el derecho y el deber de dejar claro que es posible construir una sociedad en la que un sano pluralismo que, de verdad respete a los diferentes y los valore como tales es un aliado valioso »en el empeño por la defensa de la dignidad humana… y un camino de paz para nuestro mundo tan herido por las guerras».
A continuación habló de los cuáqueros que fundaron Filadelfia »inspirados por un profundo sentido evangélico de la dignidad de cada individuo y por el ideal de una comunidad unida por el amor fraterno». Una convicción que los llevó a fundar una colonia que fuera un refugio para la libertad religiosa y la tolerancia y, en este contexto, rememoró que San Juan Pablo II, durante su visita a los Estados Unidos en 1987, rindió »un conmovedor homenaje al respecto, recordando a todos los americanos que la prueba definitiva de su grandeza es la manera en que tratan a todos los seres humanos, pero sobre todo a los más débiles e indefensos».
»Aprovecho esta oportunidad – dijo- para agradecer a todos sea cual fuera su religión, han tratado de servir a Dios, al Dios de la paz… cuidando del prójimo necesitado, defendiendo la dignidad del don divino, del don de la vida en todas sus etapas, defendiendo la causa de los pobres y los inmigrantes. Con demasiada frecuencia los más necesitados, en todas partes, no son escuchados. Ustedes son su voz, y muchos … han hecho que su grito sea escuchado. Con este testimonio, que frecuentemente encuentra una fuerte resistencia, recuerdan a la democracia norteamericana los ideales que la fundaron, y que la sociedad se debilita cada vez siempre que allí y en allí donde cualquier la injusticia prevalece. Hace un momento, hablé de la tendencia a una globalización. La globalización no es mala. Al contrario, la tendencia a globalizarnos es buena, nos une. Lo que puede ser malo es el modo de hacerlo. Si una globalización pretende igualar a todos, como si fuera una esfera, esa globalización destruye la riqueza y la particularidad de cada persona y de cada pueblo. Si una globalización busca unir a todos, pero respetando a cada persona.., a su riqueza, a su peculiaridad, respetando a cada pueblo, a cada riqueza, a su peculiaridad, esa globalización es buena y nos hace crecer a todos, y lleva a la paz. Me gusta usar un poco la geometría aquí. Si la globalización es una esfera, donde cada punto es igual, equidistante del centro, anula, no es buena. Si la globalización une como un poliedro, donde están todos unidos, pero cada uno conserva su propia identidad, es buena y hace crecer a un pueblo, y da dignidad a todos los hombres y les otorga derechos’.
Por último se dirigió a los miembros de la »gran población hispana de los Estados Unidos» así como a los representantes de inmigrantes recién llegados a los Estados Unidos. »Gracias por abrir las puertas .exclamó- Muchos de ustedes han emigrado –los saludo con mucho afecto-, y muchos de ustedes han emigrado a este País con un gran costo personal, pero con la esperanza de construir una nueva vida. No se desanimen por las dificultades que tengan que afrontar. Les pido que no olviden que, al igual que los que llegaron aquí antes, ustedes traen muchos dones a esta nación. Por favor, no se avergüencen nunca de sus tradiciones. No olviden las lecciones que aprendieron de sus mayores, y que pueden enriquecer la vida de esta tierra americana. Repito, no se avergüencen de aquello que es parte esencial de ustedes. También están llamados a ser ciudadanos responsables y a contribuir –como lo hicieron con tanta fortaleza los que vinieron antes-, a contribuir provechosamente a la vida de las comunidades en que viven. Pienso, en particular, en la vibrante fe que muchos de ustedes poseen, en el profundo sentido de la vida familiar y los demás valores que han heredado. Al contribuir con sus dones, no solo encontrarán su lugar aquí, sino que ayudarán a renovar la sociedad desde dentro. No perder la memoria de lo que pasó aquí hace más de dos siglos. No perder la memoria de aquella Declaración que proclamó que todos los hombres y mujeres fueron creados iguales, que están dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, y que los gobiernos existen para proteger y defender esos derechos»
Francisco finalizó su discurso dando gracias a todos por su calurosa bienvenida y afirmando: »Conservemos la libertad. Cuidemos la libertad. La libertad de conciencia, la libertad religiosa, la libertad de cada persona, de cada familia, de cada pueblo, que es la que da lugar a los derechos».
Dios entregó su creación a una familia
Ciudad del Vaticano, 27 de septiembre de 2015 (Vis).-La primera jornada del Papa en Filadelfia concluyó ayer con su participación en la Fiesta de las Familias, organizada en el Parque Benjamin Franklin al que Francisco llegó alrededor de las 19,30 (hora local, 01,30 del 27 de septiembre, hora de Roma) en papámovil saludado por miles de personas. El presentador de la fiesta fue el actor estadounidense Mark Wahlberg que dio paso a diversas actuaciones musicales, entre las cuales las de Aretha Franklin que cantó »Amazing Grace», el tenor Andrea Boccelli, que entonó el Padre Nuestro acompañado por la Orquesta Sinfónica de Filadelfia y el cantante colombiano Juanes. La fiesta estuvo intercalada por lecturas, algunas leídas por el actor Jim Caviezel, y testimonios de familias de diversas partes del mundo.
El Papa entregó el texto que tenía preparado para la ocasión y que reproducimos más abajo e improvisó un breve discurso donde dijo que Dios entregó lo más »lindo» que hizo, el mundo, a una familia, a un hombre y una mujer, para que crecieran, se multiplicasen y cultivasen la tierra. También resaltó que el Todopoderoso no mandó a su Hijo a un palacio, sino a una familia y afirmó que la familia tiene carta de ciudadanía divina. Recordó que en los hogares hay problemas pero que se superan con el amor porque la división de los corazones no vence ninguna dificultad y, por último, insistió en el cuidado especial que merecen los niños y los abuelos, esperanza y memoria de la familia.
Sigue el texto del discurso preparado por el Santo Padre:
»Quiero agradecerle, en primer lugar, a las familias que se han animado a compartir con nosotros su vida, gracias por su testimonio. Siempre es un regalo poder escuchar a las familias compartir sus experiencias de vida; eso toca el corazón. Sentimos que ellas nos hablan de cosas verdaderamente personales y únicas que en cierta medida nos involucran a todos. Al escuchar sus vivencias podemos sentirnos implicados, interpelados como matrimonios, como padres, como hijos, hermanos, abuelos.
Mientras los escuchaba pensaba cuán importante es compartir la vida de nuestros hogares y ayudarnos a crecer en esta hermosa y desafiante tarea de »ser familia».
Estar con ustedes me hace pensar en uno de los misterios más hermosos del cristianismo. Dios no quiso venir al mundo de otra forma que no sea por medio de una familia. Dios no quiso acercarse a la humanidad sino por medio de un hogar. Dios no quiso otro nombre para sí que llamarse Emmanuel, es el Dios-con-nosotros. Y este ha sido desde el comienzo su sueño, su búsqueda, su lucha incansable por decirnos: »Yo soy el Dios con ustedes, el Dios para ustedes». Es el Dios que, desde el principio de la creación, dijo: »No es bueno que el hombre esté solo», y nosotros podemos seguir diciendo: No es bueno que la mujer esté sola, no es bueno que el niño, el anciano, el joven estén solos; no es bueno. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y los dos no serán sino una sola carne. Los dos no serán sino un hogar, una familia.
Y así desde tiempos inmemorables, en lo profundo del corazón, escuchamos esas palabras que golpean con fuerza en nuestro interior: No es bueno que estés solo. La familia es el gran don, el gran regalo de este »Dios-con-nosotros», que no ha querido abandonarnos a la soledad de vivir sin nadie, sin desafíos, sin hogar.
Dios no sueña solo, busca hacerlo todo »con nosotros». El sueño de Dios se sigue realizando en los sueños de muchas parejas que se animan a hacer de su vida una familia.
Por eso, la familia es el símbolo vivo del proyecto amoroso que un día el Padre soñó. Querer formar una familia es animarse a ser parte del sueño de Dios, es animarse a soñar con Él, es animarse a construir con Él, es animarse a jugarse con Él esta historia de construir un mundo donde nadie se sienta solo, que nadie sienta que sobra o que no tiene un lugar.
Los cristianos admiramos la belleza y cada momento familiar como el lugar donde de manera gradual aprendemos el significado y el valor de las relaciones humanas. »Aprendemos que amar a alguien no es meramente un sentimiento poderoso, es una decisión, es un juicio, es una promesa». Aprendemos a jugárnosla por alguien y que esto vale la pena.
Jesús no fue un »solterón», todo lo contrario. Él ha desposado a la Iglesia, la ha hecho su pueblo. Él se jugó la vida por los que ama dando todo de sí, para que su esposa, la Iglesia, pudiera siempre experimentar que Él es el Dios con nosotros, con su pueblo, su familia. No podemos comprender a Cristo sin su Iglesia, como no podemos comprender la Iglesia sin su esposo, Cristo-Jesús, quien se entregó por amor y nos mostró que vale la pena hacerlo.
Jugársela por amor, no es algo de por sí fácil. Al igual que para el Maestro, hay momentos que este »jugársela» pasa por situaciones de cruz. Momentos donde parece que todo se vuelve cuesta arriba. Pienso en tantos padres, en tantas familias, a las que les falta el trabajo o poseen un trabajo sin derechos que se vuelve un verdadero calvario. Cuánto sacrificio para poder conseguir el pan cotidiano. Lógicamente, estos padres, al llegar a su hogar, no pueden darle lo mejor de sí a sus hijos por el cansancio que llevan sobre sus »hombros».
Pienso en tantas familias que no poseen un techo sobre el que cobijarse o viven en situaciones de hacinamiento. Que no poseen el mínimo para poder construir vínculos de intimidad, de seguridad, de protección frente a tanto tipo de inclemencias.
Pienso en tantas familias que no pueden acceder a los servicios sanitarios mínimos. Que, frente a problemas de salud, especialmente de los hijos o de los ancianos, dependen de un sistema que no logra tomarlos con seriedad, postergando el dolor y sometiendo a estas familias a grandes sacrificios para poder responder a sus problemas sanitarios.
No podemos pensar en una sociedad sana que no le dé espacio concreto a la vida familiar. No podemos pensar en una sociedad con futuro que no encuentre una legislación capaz de defender y asegurar las condiciones mínimas y necesarias para que las familias, especialmente las que están comenzando, puedan desarrollarse. Cuántos problemas se revertirían si nuestras sociedades protegieran y aseguraran que el espacio familiar, sobre todo el de los jóvenes esposos, encontrara la posibilidad de tener un trabajo digno, un techo seguro, un servicio de salud que acompañe la gestación familiar en todas las etapas de la vida.
El sueño de Dios sigue irrevocable, sigue intacto y nos invita a nosotros a trabajar, a comprometernos en una sociedad pro familia. Una sociedad, donde »el pan, fruto de la tierra y el trabajo de los hombres», siga siendo ofrecido en todo techo alimentando la esperanza de sus hijos.
Ayudémonos a que este »jugársela por amor» siga siendo posible. Ayudémonos los unos a los otros, en los momentos de dificultad, a aliviar las cargas. Seamos los unos apoyo de los otros, seamos las familias apoyo de otras familias.
No existen familias perfectas y esto no nos tiene que desanimar. Por el contrario, el amor se aprende, el amor se vive, el amor crece »trabajándolo» según las circunstancias de la vida por la que atraviesa cada familia concreta. El amor nace y se desarrolla siempre entre luces y sombras. El amor es posible en hombres y mujeres concretos que buscan no hacer de los conflictos la última palabra, sino una oportunidad. Oportunidad para pedir ayuda, oportunidad para preguntarse en qué tenemos que mejorar, oportunidad para poder descubrir al Dios con nosotros que nunca nos abandona. Este es un gran legado que le podemos dejar a nuestros hijos, una muy buena enseñanza: nos equivocamos, sí; tenemos problemas, sí; pero sabemos que eso no es lo definitivo. Sabemos que los errores, los problemas, los conflictos son una oportunidad para acercarnos a los demás, a Dios.
Esta noche nos encontramos para rezar, para hacerlo en familia, para hacer de nuestros hogares el rostro sonriente de la Iglesia. Para encontrarnos con el Dios que no quiso venir al mundo de otra forma que no sea por medio de una familia. Para encontrarnos con el Dios con nosotros, el Dios que está siempre entre nosotros».
El Papa encuentra a las víctimas de abusos sexuales y reitera que todos los responsables rendirán cuentas
Ciudad del Vaticano, 28 de septiembre de 2015 (Vis).-La última jornada del viaje apostólico del Papa comenzó ayer con su encuentro en el Seminario San Carlos Borromeo con cinco personas -tres mujeres y dos hombres- víctimas de abusos sexuales por parte del clero o de miembros de sus familias y educadores cuando eran menores de edad. Los acompañaba el cardenal Sean O’Malley, arzobispo de Boston y Presidente de la Comisión instituida por el Santo Padre para la defensa de los menores, el arzobispo de Filadelfia Charles Chaput y el obispo auxiliar Michael Joseph Fitzgerald, responsable de la oficina de esa diócesis para la defensa de los menores.
Durante el encuentro, que duró una media hora, Francisco escuchó a las víctimas de abusos, habló con ellos como grupo y después con cada uno en persona. Rezó con todos manifestándoles su participación en el sufrimiento que padecían , así como su pena particular y la vergüenza por las heridas que les habían causado los miembros del clero o los colaboradores eclesiales.
»Gracias por venir aquí hoy -dijo- Las palabras no pueden expresar plenamente mi dolor por el abuso que han sufrido. Ustedes son preciosos hijos do Dios, que siempre deberían esperar nuestra protección, nuestra atención y nuestro amor. Estoy profundamente dolido porque su inocencia fue violada por aquellos en quien confiaban. En algunos casos, la confianza fue traicionada por miembros de su propia familia, en otros casos por miembros de la Iglesia, sacerdotes que tienen una responsabilidad sagrada para el cuidado de las almas. En todas las circunstancias, la traición fue una terrible violación de la dignidad humana».
»Para aquellos que fueron abusados por un miembro del clero, lamento profundamente las veces en que ustedes o sus familias denunciaron abusos pero no fueron escuchados o creídos. Sepan que el Santo Padre les escucha y les cree. Lamento profundamente que algunos obispos no cumplieran con su responsabilidad de proteger a los menores. Es muy inquietante saber que en algunos casos incluso los obispos eran ellos mismos los abusadores. Me comprometo a seguir el camino de la verdad, dondequiera que nos pueda llevar. El clero y los obispos tendrán que rendir cuentas de sus acciones cuando abusen o no protejan a los menores’
»Estamos reunidos aquí en Filadelfia para celebrar el Don de Dios de la vida familiar. Dentro de nuestra familia de fe y de nuestras familias humanas, los pecados y crímenes de abuso sexual de menores ya no deben mantenerse en secreto y con vergüenza. Esperando la llegada del Año Jubilar de la Misericordia, su presencia aqui hoy, tan generosamente ofrecida a pesar de la ira y del dolor que han experimentado, revela el corazón misericordioso de Cristo. Sus historias de supervivencia, cada una única y convincente, son señales potentes de la esperanza que nos llega por la promesa de que el Señor estará con nosotros siempre».
»Es bueno saber que han traído con ustedes familiares y amigos a este encuentro. Estoy muy agradecido por su apoyo compasivo y rezo para que muchas personas de la Iglesia respondan a la llamada de acompañar a los que han sufrido abusos. Que la puerta de la misericordia se abra por completo en nuestras diócesis, nuestras parroquias, nuestros hogares y nuestros corazones, para recibir a los que fueron abusados y buscar el camino del perdón confiando en el Señor. Les prometemos apoyarles en su proceso de sanación y en siempre estar vigilantes para proteger a los menores de hoy y de mañana».
Cuando los discípulos que caminaron con Jesús en el camino a Emaús reconocieron que Él era el mismo Señor Resucitado -concluyó Francisco- le pidieron a Jesús que se quedara con ellos. Al igual que esos discípulos, humildemente les pido a ustedes y a todos los sobrevivientes de abusos que se queden con nosotros, con la Iglesia, y que juntos como peregrinos en el camino de fe, podarnos encontrar nuestro camino hacia el Padre».
Francisco encuentra a los obispos: »El aprecio y la gratitud a las familias debe prevalecer sobre los lamentos»
Ciudad del Vaticano, 28 de septiembre de 2015 (Vis). El tema de los abusos sexuales fue retomado por el Papa al principio del discurso que poco después de su encuentro con un grupo de víctimas dirigió a los trescientos obispos huéspedes del Encuentro Mundial de las Familias que le esperaban en la gran Capilla del Seminario San Carlos Borromeo
»Llevo grabado en mi corazón las historias, el sufrimiento y el dolor de los menores que fueron abusados sexualmente por sacerdotes -dijo- Continúa abrumándome la vergüenza de que personas que tenían a su cargo el tierno cuidado de esos pequeños les violaran y les causaran graves daños. Lo lamento profundamente. Dios llora. Los crímenes y pecados de los abusos sexuales a menores no pueden ser mantenidos en secreto por más tiempo. Me comprometo a la celosa vigilancia de la Iglesia para proteger a los menores y prometo que todos los responsables rendirán cuenta. Los supervivientes de abuso se han convertido en verdaderos heraldos de esperanza y ministros de misericordia. Humildemente le debemos a cada uno de ellos y a sus familias nuestra gratitud por su inmenso valor para hacer brillar la luz de Cristo sobre el mal abuso sexual de menores. Y esto lo digo porque acabo de reunirme con un grupo de personas abusadas de niños, que son ayudadas y acompañadas aquí en Filadelfia con un especial cariño por el arzobispo, monseñor Chaput, y nos pareció que tenía que comunicarle esto a ustedes»
Después, pasando al argumento de la familia, pronunció un discurso, a ratos improvisado, del que reproducimos amplios párrafos, abordando las características de las familias en la sociedad actual y la misión de los obispos con ellas reiterando que éstos últimos, como pastores, no deben tener nunca miedo de estar en medio de las familias, con todas sus luces y sus sombras porque »un cristianismo que se hace poco en la realidad y se explica infinitamente en la formación está peligrosamente desproporcionado».
Siguen amplios extractos del discurso del Papa:
»La familia no es para la Iglesia principalmente una fuente de preocupación, sino la confirmación de la bendición de Dios a la obra maestra de la creación. Cada día, en todos los ángulos del planeta, la Iglesia tiene razones para alegrarse con el Señor por el don de ese pueblo numeroso de familias que, incluso en las pruebas más duras, mantiene las promesas y conserva la fe. Pienso que el primer impulso pastoral que este difícil período de transición nos pide es avanzar con decisión en la línea de este reconocimiento. El aprecio y la gratitud han de prevalecer sobre el lamento, a pesar de todos los obstáculos que tenemos que enfrentar. La familia es el lugar fundamental de la alianza de la Iglesia con la creación, con esa creación de Dios, que Dios bendijo el último día con una familia. Sin la familia, tampoco la Iglesia existiría: no podría ser lo que debe ser, es decir, signo e instrumento de la unidad del género humano. Naturalmente, nuestro modo de comprender, modelado por la integración entre la forma eclesial de la fe y la experiencia conyugal de la gracia, bendecida por el matrimonio, no nos debe llevar a olvidar la transformación del contexto histórico, que incide en la cultural social –y lamentablemente ya también jurídica– de los vínculos familiares, y que nos involucra a todos, seamos creyentes o no creyentes. El cristiano no es un »ser inmune» a los cambios de su tiempo y en este mundo concreto, con sus múltiples problemáticas y posibilidades, es donde se debe vivir, creer y anunciar».
»Hasta hace poco, vivíamos en un contexto social donde la afinidad entre la institución civil y el sacramento cristiano era fuerte y compartida, coincidían sustancialmente y se sostenían mutuamente. Ya no es así. Si tuviera que describir la situación actual tomaría dos imágenes propias de nuestras sociedades. Por un lado, los conocidos almacenes, pequeños negocios de nuestros barrios y, por otro, los grandes supermercados o shoppings. Algún tiempo atrás uno podía encontrar en un mismo comercio o almacén todas las cosas necesarias para la vida personal y familiar –es cierto que pobremente expuesto, con pocos productos y, por lo tanto, con escasa posibilidad de elección–. Pero había un vínculo personal entre el dueño del negocio y los vecinos compradores… Uno se fiaba del otro. Se animaba a confiar».
»En estas últimas décadas se ha desarrollado y ampliado otro tipo de negocios: los shopping center. Grandes superficies con un gran número de opciones y oportunidades. El mundo parece que se ha convertido en un gran shopping, donde la cultura ha adquirido una dinámica competitiva. Ya no se vende fiado, ya no se puede fiar de los demás. No hay un vínculo personal, una relación de vecindad. La cultura actual parece estimular a las personas a entrar en la dinámica de no ligarse a nada ni a nadie. A no fiar ni fiarse. .. Lo importante hoy parece que lo determina el consumo. Consumir relaciones, consumir amistades, consumir religiones, consumir, consumir… No importa el costo ni las consecuencias. Un consumo que no genera vínculos, un consumo que va más allá de las relaciones humanas. Los vínculos son un mero »trámite» en la satisfacción de »mis necesidades». Lo importante deja de ser el prójimo, con su rostro, con su historia, con sus afectos».
»Y esta conducta genera una cultura que descarta todo aquello que ya »no sirve» o »no satisface» los gustos del consumidor. Hemos hecho de nuestra sociedad una vidriera pluricultural amplísima, ligada solamente a los gustos de algunos »consumidores» y, por otra parte, son muchos –¡tantos!– los otros, los que solo »comen las migajas que caen de la mesa de sus amos» Esto genera una herida grande, una herida cultural muy grande. Me atrevo a decir que una de las principales pobrezas o raíces de tantas situaciones contemporáneas está en la soledad radical a la que se ven sometidas tantas personas. … Una soledad con miedo al compromiso y en una búsqueda desenfrenada por sentirse reconocido».
»¿Debemos condenar a nuestros jóvenes por haber crecido en esta sociedad? ..¿Ellos deben ellos escuchar de sus pastores frases como: »Todo pasado fue mejor»..No, no creo, que este sea el camino. Nosotros, pastores tras las huellas del Pastor, estamos invitados a buscar, acompañar, levantar, curar las heridas de nuestro tiempo. Mirar la realidad con los ojos de aquel que se sabe interpelado al movimiento, a la conversión pastoral. El mundo hoy nos pide y reclama esta conversión pastoral. »Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo…El Evangelio no es un producto para consumir, no entra en esta cultura del consumismo».
»Nos equivocaríamos si pensáramos que esta »cultura» del mundo actual sólo tiene aversión al matrimonio y a la familia, en términos de puro y simple egoísmo. .. No caigamos en la trampa. Muchos jóvenes, en medio de esta cultura disuasiva, han interiorizado una especie de miedo inconsciente, y tienen miedo, un miedo inconsciente, y no siguen los impulsos más hermosos, más altos y también más necesarios. Hay muchos que retrasan el matrimonio en espera de unas condiciones de bienestar ideales. Mientras tanto la vida se consume sin sabor. …En el Congreso, hace unos días, decía que estamos viviendo una cultura que impulsa y convence a los jóvenes a no fundar una familia, unos por la falta de medios materiales para hacerlo y otros por tener tantos medios que están muy cómodos así, pero esa es la tentación, no fundar una familia».
»Como pastores, los obispos estamos llamados a aunar fuerzas y relanzar el entusiasmo para que se formen familias que, de acuerdo con su vocación, correspondan más plenamente a la bendición de Dios. Tenemos que emplear nuestras energías, no tanto en explicar una y otra vez los defectos de la época actual y los méritos del cristianismo, sino en invitar con franqueza a los jóvenes a que sean audaces y elijan el matrimonio y la familia».
»Un cristianismo que »se hace» poco en la realidad y »se explica» infinitamente en la formación está peligrosamente desproporcionado; diría que está en un verdadero y propio círculo vicioso. El pastor ha de mostrar que el »Evangelio de la familia» es verdaderamente »buena noticia» para un mundo en que la preocupación por uno mismo reina por encima de todo. No se trata de fantasía romántica: la tenacidad para formar una familia y sacarla adelante transforma el mundo y la historia. Son las familias las que transforman el mundo y la historia».
»El pastor vela el sueño, la vida, el crecimiento de sus ovejas. Este »velar» no nace del discursear, sino del pastorear. Solo es capaz de velar quien sabe estar »en medio de», quien no le tiene miedo a las preguntas, quien no le tiene miedo al contacto, al acompañamiento. …Naturalmente, el rasgo fundamental del estilo de vida del obispo es en primer lugar vivir el espíritu de esta gozosa familiaridad con Dios, y en segundo lugar difundir la emocionante fecundidad evangélica, rezar y anunciar el Evangelio.. . El obispo es constituido para pastorear, es pastor, pero pastorear primero con la oración y con el anuncio, después viene todo lo demás, si queda tiempo».
»Nosotros mismos, por tanto, aceptando con humildad el aprendizaje cristiano de las virtudes domésticas del Pueblo de Dios, nos asemejaremos cada vez más a los padres y a las madres… procurando no acabar como personas que simplemente han aprendido a vivir sin familia…. Nuestro ideal, en efecto, no es la carencia de afectos, no. El buen pastor renuncia a unos afectos familiares propios para dedicar todas sus fuerzas, y la gracia de su llamada especial, a la bendición evangélica de los afectos del hombre y la mujer, que encarnan el designio de Dios, empezando por aquellos que están perdidos, abandonados, heridos, devastados, desalentados y privados de su dignidad. Esta entrega total al ágape de Dios no es una vocación ajena a la ternura y al amor. Basta con mirar a Jesús para entenderlo.
»En la óptica de la fe, este es un argumento muy válido. Nuestro ministerio necesita desarrollar la alianza de la Iglesia y la familia… de lo contrario, se marchita, y la familia humana, por nuestra culpa, se alejará irremediablemente de la alegre noticia evangélica de Dios e irá al supermercado de moda a comprar el producto que en ese momento más le guste».
»Si somos capaces de este rigor de los afectos de Dios, cultivando infinita paciencia y sin resentimiento en los surcos a menudo desviados en que debemos sembrar – pues realmente tenemos que sembrar tantas veces en surcos desviados – también una mujer samaritana con cinco »no maridos» será capaz de dar testimonio. Y frente a un joven rico, que siente tristemente que se lo ha de pensar todavía con calma, habrá un publicano maduro se apurará para bajar del árbol y se desvivirá por los pobres en los que hasta ese momento no había pensado nunca».
»Hermanos, que Dios nos conceda el don de esta nueva projimidad entre la familia y la Iglesia. La necesita la familia, la necesita la Iglesia, la necesitamos los pastores».
‘Es penoso constatar sistemas penitenciarios que no buscan curar las llagas, sanar las heridas, generar nuevas oportunidades», dice el Papa a los reclusos del Penal Curran-Frombold
‘Ciudad del Vaticano, 28 de septiembre de 2015 (Vis).-Después de su discurso a los obispos el Papa se trasladó en helicóptero al Instituto Penal Curran-Frombold, la cárcel masculina más grande de Filadelfia cuyos reclusos rondan los 2.800. Francisco encontró a un centenar de ellos que, juntos con los directores del Centro lo esperaban en el gimnasio.
Francisco, tras escuchar los saludos de algunos de los detenidos y recibir el regalo que habían fabricado para él, una silla, se dirigió a los reclusos dándoles las gracias por recibirlo y darle la oportunidad de compartir ese momento de sus vidas. »Un momento difícil, cargado de tensiones -dijo- Un momento que sé que es doloroso no solo para ustedes, sino para sus familias y para toda la sociedad. Ya que una sociedad, una familia que no sabe sufrir los dolores de sus hijos, que no los toma con seriedad, que los naturaliza y los asume como normales y esperables, es una sociedad que está »condenada» a quedar presa de sí misma, presa de todo lo que la hace sufrir. Yo vine aquí como pastor, pero sobre todo como hermano, a compartir la situación de ustedes y hacerla también mía; he venido a que podamos rezar juntos y presentarles a nuestro Dios lo que nos duele, y también lo que nos anima y recibir de Él la fuerza de la Resurrección».
El Papa explicó después el relato evangélico donde Jesús lava los pies a sus discípulos en la Última Cena, añadiendo que fue »una actitud que le costó mucho entender a los discípulos, inclusive Pedro reacciona y le dice: »Jamás permitiré que me laves los pies». En aquel tiempo era habitual que, cuando uno llegaba a una casa, se le lavara los pies. Toda persona siempre era siempre recibida así. Porque no existían caminos asfaltados, eran caminos de polvo, con pedregullo que iba colándose en las sandalias. Todos transitaban los senderos que dejaban el polvo impregnado, lastimaban con alguna piedra o producían alguna herida. Ahí lo vemos a Jesús lavando los pies, nuestros pies, los de sus discípulos de ayer y de hoy».
»Todos sabemos que vivir es caminar, vivir es andar por distintos caminos, distintos senderos que dejan su marca en nuestra vida -señaló el Pontífice- Y por la fe sabemos que Jesús nos busca, quiere sanar nuestras heridas, curar nuestros pies de las llagas de un andar cargado de soledad, limpiarnos del polvo que se fue impregnando por los caminos que cada uno tuvo que transitar. Jesús no nos pregunta por dónde anduvimos, no nos interroga qué estuvimos haciendo. Por el contrario, nos dice: »Si no te lavo los pies, no podrás ser de los míos». Si no te lavo los pies, no podré darte la vida que el Padre siempre soñó, la vida para la cual te creó. Él viene a nuestro encuentro para calzarnos de nuevo con la dignidad de los hijos de Dios. Nos quiere ayudar a recomponer nuestro andar, reemprender nuestro caminar, recuperar nuestra esperanza, restituirnos en la fe y la confianza. Quiere que volvamos a los caminos, a la vida, sintiendo que tenemos una misión; que este tiempo de reclusión nunca ha sido y nunca será un sinónimo de expulsión».
»Vivir supone “ensuciarse los pies ” por los caminos polvorientos de la vida, y de la historia. Y todos tenemos necesidad de ser purificados, de ser lavados. Todos -recalcó – Yo el primero. Todos somos buscados por este Maestro que nos quiere ayudar a reemprender el camino. A todos nos busca el Señor para darnos su mano. Es penoso constatar sistemas penitenciarios que no buscan curar las llagas, sanar las heridas, generar nuevas oportunidades. Es doloroso constatar cuando se cree que solo algunos tienen necesidad de ser lavados, purificados no asumiendo que su cansancio y su dolor, sus heridas, son también el cansancio, y el dolor, las heridas, de toda una sociedad. El Señor nos lo muestra claro por medio de un gesto: lavar los pies y volver a la mesa. Una mesa en la que Él quiere que nadie quede fuera. Una mesa que ha sido tendida para todos y a la que todos somos invitados».
»Este momento de la vida de ustedes solo puede tener una finalidad: tender la mano para volver al camino, tender la mano para que ayude a la reinserción social. Una reinserción de la que todos formamos parte, a la que todos estamos invitados a estimular, acompañar y generar. Una reinserción buscada y deseada por todos: reclusos, familias, funcionarios, políticas sociales y educativas. Una reinserción que beneficia y levanta la moral de toda la comunidad y la sociedad.Y quiero animarlos a tener esta actitud entre ustedes, con todas las personas que de alguna manera forman parte de este Instituto. Sean forjadores de oportunidades, sean forjadores de camino, sean forjadores de nuevos senderos. Todos tenemos algo de lo que ser limpiados, y purificados. Todos. Que esta esa conciencia nos despierte a la solidaridad entre todos, a apoyarnos y a buscar lo mejor para los demás».
»Miremos a Jesús que nos lava los pies -finalizó Francisco- Él es el »camino, la verdad y la vida», que viene a sacarnos de la mentira de creer que nadie puede cambiar, la mentira de creer que nadie puede cambiar. Jesús que nos ayuda a caminar por senderos de vida y de plenitud. Que la fuerza de su amor y de su Resurrección sea siempre camino de vida nueva».
Misa de clausura en el Encuentro de las Familias: Dios quiere que todos sus hijos participen de la fiesta del Evangelio
Ciudad del Vaticano, 28 de septiembre de 2015 (Vis).-Cientos de miles de personas asistieron ayer a las 16.00 (hora local, 22.00 hora de Roma) en el Parque Benjamin Franklin de Filadelfia a la misa de clausura del VIII Encuentro Mundial de las Familias presidida por el Santo Padre, durante la cual el arzobispo Vincenzo Paglia, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia, también anuncio que el próximo Encuentro tendrá lugar en Dublín (Irlanda) en 2018.
En su homilía Francisco partió de las dos lecturas de la liturgia de hoy, que hablan del escándalo de la gente ante los milagros y las profecías inesperados, como en la primera lectura, cuando Josué dice a Moisés que dos miembros del pueblo están proclamando la Palabra de Dios sin un mandato. También en el Evangelio, Juan dice a Jesús que los discípulos han impedido a un hombre sacar espíritus inmundos en su nombre. »Y aquí viene la sorpresa -señaló el Papa- Moisés y Jesús reprenden a estos colaboradores por ser tan estrechos de mente. ¡Ojalá fueran todos profetas de la Palabra de Dios! ¡Ojalá que cada uno pudiera obrar milagros en el nombre del Señor!».
Pero Jesús encuentra, en cambio, »hostilidad en la gente que no había aceptado cuanto dijo e hizo. Para ellos, la apertura de Jesús a la fe honesta y sincera de muchas personas que no formaban parte del pueblo elegido de Dios, les parecía intolerable. Los discípulos, por su parte, actuaron de buena fe, pero la tentación de ser escandalizados por la libertad de Dios que hace llover sobre »justos e injustos» saltándose la burocracia, el oficialismo y los círculos íntimos, amenaza la autenticidad de la fe y, por tanto, tiene que ser vigorosamente rechazada. Cuando nos damos cuenta de esto, podemos entender por qué las palabras de Jesús sobre el escándalo son tan duras. Para Jesús, el escándalo intolerable consiste en es todo lo que destruye y corrompe nuestra confianza en este modo de actuar del Espíritu».
»Nuestro Padre no se deja ganar en generosidad y siembra.Siembra su presencia en nuestro mundo, ya que »el amor no consiste en que nosotros hayamos amado primero a Dios, sino en que Él nos amó primero». Amor que nos da la una certeza honda: somos buscados por Él, somos esperados por Él. Esa confianza es la que lleva al discípulo a estimular, acompañar y hacer crecer todas las buenas iniciativas que existen a su alrededor. Dios quiere que todos sus hijos participen de la fiesta del Evangelio. No impidan todo lo bueno, dice Jesús, por el contrario, ayúdenlo a crecer. Poner en duda la obra del Espíritu, dar la impresión que la misma no tiene nada que ver con aquellos que »no son parte de nuestro grupo», que no son »como nosotros», es una tentación peligrosa. No bloquea solamente la conversión a la fe, sino que constituye una perversión de la fe».
»La fe abre la »ventana» a la presencia actuante del Espíritu y nos muestra que, como la felicidad, la santidad está siempre ligada a los pequeños gestos. »El que les dé a beber un vaso de agua en mi nombre –dice Jesús..- no se quedará sin recompensa». Son gestos mínimos que uno aprende en el hogar; gestos de familia que se pierden en el anonimato de la cotidianidad pero que hacen diferente cada jornada…. El amor se manifiesta en pequeñas cosas, en la atención mínima a lo cotidiano que hace que la vida siempre tenga siempre sabor a hogar. La fe crece con la práctica y es plasmada por el amor. Por eso, nuestras familias, nuestros hogares, son verdaderas Iglesias domésticas. Es el lugar propio donde la fe se hace vida y la vida crece en la se hace fe».
»Jesús nos invita a no impedir esos pequeños gestos milagrosos, por el contrario, quiere que los provoquemos, que los hagamos crecer, que acompañemos la vida como se nos presenta, ayudando a despertar todos los pequeños gestos de amor, signos de su presencia viva y actuante en nuestro mundo.Esta actitud a la que somos invitados nos lleva a preguntarnos, hoy, aquí, en el final de esta fiesta: ¿Cómo estamos trabajando para vivir esta lógica en nuestros hogares, en nuestras sociedades? ¿Qué tipo de mundo queremos dejarle a nuestros hijos?. Pregunta que no podemos responder sólo nosotros. Es el Espíritu que nos invita y desafía a responderla con la gran familia humana. Nuestra casa común no tolera más divisiones estériles. El desafío urgente de proteger nuestra casa incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, porque sabemos que las cosas pueden cambiar . Que nuestros hijos encuentren en nosotros referentes de comunión, no de división. Que nuestros hijos encuentren en nosotros hombres y mujeres capaces de unirse a los demás para hacer germinar todo lo bueno que el Padre sembró».
»Nosotros los cristianos, discípulos del Señor, pedimos a las familias del mundo que nos ayuden -exclamó Francisco- Somos muchos los que participamos en esta celebración y esto es ya en sí mismo algo profético, una especie de milagro en el mundo de hoy, que está cansado de inventar nuevas divisiones, nuevos quebrantos, nuevos desastres. Ojalá todos fuéramos profetas. Ojalá cada uno de nosotros se abriera a los milagros del amor para el bien de su propia familia y de todas las familias del mundo –y estoy hablando de milagros de amor-, y poder así superar el escándalo de un amor mezquino y desconfiado, encerrado en sí mismo e impaciente con los demás».
»Qué bonito sería si en todas partes, y también más allá de nuestras fronteras, pudiéramos alentar y valorar esta profecía y este milagro», finalizó el Papa, pidiendo a Dios que concediera a todos »ser profetas del gozo del Evangelio, del Evangelio de la familia, del amor de la familia, ser profetas como discípulos del Señor, y nos conceda la gracia de ser dignos de esta pureza de corazón que no se escandaliza del Evangelio».
Al final de la Eucaristía, el Papa entregó el Evangelio de San Lucas a cinco familias en representación de los cinco continentes, respectivamente de Kinshasa (Africa), Hanoi (Asia), Marsella (Europa), Sydney (Australia) y La Habana (América).
Francisco se despide de Estados Unidos : Doy gracias a Dios porque me ha concedido ser testigo de la fe en este país
Ciudad del Vaticano, 28 de septiembre de 2015 (Vis).-Finalizada la santa misa, el Papa se trasladó en automóvil al aeropuerto de Filadelfia desde donde emprendería el regreso a Roma. Lo esperaban más de quinientas personas, en gran parte miembros del Comité Organizativo, voluntarios y benefactores del Encuentro Mundial de las Familias, así como el vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, que recibieron a Francisco con cantos y le expresaron cómo se habían sentido durante estos días. El Santo Padre a su vez, les dirigió unas breves palabras de agradecimiento que hizo extensivas a las familias que habían compartido su testimonio durante el Encuentro.
»¡No es nada fácil hablar abiertamente de la propia vida! -dijo Francisco- Sin embargo, su sinceridad y humildad ante el Señor y ante cada uno de nosotros nos han hecho ver la belleza de la vida familiar en toda su riqueza y variedad. Pido al Señor que estos días de oración y reflexión sobre la importancia de la familia para una sociedad sana, animará a las familias a seguir esforzándose en el camino de la santidad y a ver a la Iglesia como su segura compañera de camino, independientemente de los desafíos que tengan que afrontar».
El Papa dio también las gracias a todos los que habían colaborado en su permanencia en las arquidiócesis de Filadelfia, Washington y Nueva York. »Para mí -reveló- fue especialmente emotivo la canonización de san Junípero Serra, que nos recuerda a todos nuestro llamado a ser discípulos misioneros. También lo fue la visita, junto a mis hermanos y hermanas de otras religiones, a la Zona Cero, lugar que nos habla con fuerza del misterio del mal. Sin embargo, tenemos la certeza de que el mal no tiene nunca la última palabra y de que, en el plan misericordioso de Dios, el amor y la paz triunfarán sobre todo».
Después pidió al Vicepresidente Joe Biden que reiterase al Presidente Obama y a los miembros del Congreso su gratitud, junto con la seguridad de sus oraciones por el pueblo estadounidense. »Esta tierra -aseveró- ha sido bendecida con grandes dones y oportunidades. Ruego al Señor para que ustedes sean administradores buenos y generosos de los recursos humanos y materiales que les han sido confiados».
»Doy gracias al Señor-prosiguió- porque me ha concedido ser testigo de la fe del Pueblo de Dios en este País, como ha quedado manifestado en nuestros momentos comunitarios de oración y se puede ver en tantas obras de caridad. Dice Jesús en las Escrituras: En verdad les digo que cada vez que lo hicieron con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron. Sus atenciones conmigo y su generosa acogida son signo de su amor y fidelidad a Jesús. Lo son también sus atenciones para con los pobres, los enfermos, los sintecho y los inmigrantes, su defensa de la vida en todas sus etapas y su preocupación por la familia. En todos estos casos se ve que Jesús está en medio de ustedes y que el cuidado de los unos por los otros es el cuidado con que tratan al mismo Jesús».
»Ahora que los dejo, les pido a todos, especialmente a los voluntarios y bienhechores que han asistido al Encuentro Mundial de las Familias: No dejen que su entusiasmo por Jesús, por la Iglesia, por nuestras familias y por la familia más amplia de la sociedad se apague. Quiera Dios que estos días que hemos compartido produzcan frutos abundantes y permanentes; que la generosidad y el cuidado por los demás perduren. Y ya que nosotros hemos recibido mucho de Dios –dones concedidos gratuitamente, y no por nuestros méritos–, que también nosotros seamos capaces de dar gratuitamente a los demás».
»Queridos amigos, los saludo a todos en el Señor y los encomiendo al cuidado maternal de María Inmaculada, Patrona de los Estados Unidos. Los tendré presentes en mis oraciones a ustedes y a sus familias, y les pido, por favor, que recen por mí. Que Dios los bendiga. ¡Que Dios bendiga a América!», se despidió Francisco.
A las 20,00 (hora local, 02 de hoy 28 de septiembre, hora de Roma, el Santo Padre tomó el avión que lo trajo de vuelta a Roma, donde ha llegado esta mañana a las 9,58. Desde el aeropuerto y antes de regresar al Vaticano, se ha detenido en la basílica de Santa María la Mayor para rezar ante la imagen de la Salus Populi Romani y agradecer a la Virgen los frutos de este viaje apostólico.
El Papa habla casi una hora con los periodistas del vuelo papal
Ciudad del Vaticano, 29 de septiembre de 2015 (Vis).-Durante el vuelo de regreso a Roma, al final del viaje apostólico a Cuba y Estados Unidos, el Papa Francisco respondió a diversas preguntas de los periodistas que lo acompañaban en el avión.
El Santo Padre habló en primer lugar de que lo que más le había sorprendido en Estados Unidos era el calor de la gente y su amabilidad. En Washington, dijo, la acogida fue muy calurosa, pero más formal que en Nueva York, donde todo fue más exuberante, mientras en Filadelfia más expresiva. »Tres modalidades diversas pero la misma acogida».
También explicó el porqué de su encuentro con el episcopado estadounidense en Washington, donde sintió la necesidad de expresar a los prelados su compasión por los casos de abusos sexuales.»Una cosa horrible -dijo- y muchos sufrieron porque no lo sabían y eran verdaderos hombres de Iglesia, verdaderos pastores… Y yo les dije que lo sabía – y utilicé una palabra de la Biblia, del Apocalipsis,- »Venís de la gran tribulación». Porque lo que ha pasado ha sido una gran tribulación…Yo diría casi un sacrilegio…Todos sabemos que hay abusos en muchos lugares, en el ámbito familiar, en la vecindad, en las escuelas, en los gimnasios…Pero cuando un sacerdote comete un abuso es gravísimo, porque la vocación del sacerdote es la de hacer crecer a ese niño o a esa niña hacia …el amor de Dios, hacia la madurez afectiva. Y en cambio,, lo aplasta, hace el mal..Y no hay que esconderlo, y los que han encubierto estas cosas son también culpables. Es horrible. Y las palabras de consuelo que pronuncié, no fueron como decir: »Tranquilos, no ha pasado nada». No, fueron en cambio: »Ha sido horrible y me imagino que hayáis llorado mucho». Las palabras iban en esa dirección. Y hablé con dureza».
Refiriéndose a las víctimas de abusos afirmó que entendía a las que, junto a sus familias, no querían perdonar a los culpables. »Si, las entiendo. Rezo por ellas y no las juzgo. Una vez, en una de estas reuniones, una mujer me dijo: »Cuando mi madre supo que habían abusado de mí, blasfemó contra Dios, perdió la fe y murió atea». Y yo la entiendo. Y Dios que es más bueno que yo la entiende. Estoy seguro de que la ha acogido. Porque lo que habían tocado, lo que habían destruido era su propia carne, la carne de su hija».
Contestando a una pregunta sobre el proceso de paz en Colombia, manifestó su alegría por la firma del acuerdo en marzo entre las FARC y el Gobierno. »Cuando lo supe -reveló- pedí al Señor: »Haz que lleguemos a marzo, que se llegue con esta buena intención» porque queda alguna que otra pequeña cosa, pero hay voluntad entre las partes. La hay. También del grupo pequeño; los tres están de acuerdo. Hay que llegar a marzo, al acuerdo definitivo. Quedaba el tema de la justicia internacional.. Hablé dos veces con el Presidente Santos de la cuestión. Y la Santa Sede, no solamente yo, está muy abierta para ayudar en todo lo posible».
Después tocó el argumento de la crisis migratoria hacia Europa. »Se entra en un estado de crisis después de un largo proceso -observó- Este es un proceso que ha estallado hace años, porque las guerras de las que huye la gente duran desde hace años.. Y el hambre lo mismo…Pienso en Africa, el continente explotado… Y creo que en lugar de explotar a un continente o a un país, o a una tierra, invertir para que la gente tenga trabajo allí evitaría esta crisis. Es verdad es una crisis de refugiados … que no se había visto nunca después de la última guerra mundial, la más grande… Pero los muros se derrumban… Todos los muros se caen, hoy, mañana, dentro de cien años.. Se caerán… No son una solución… El problema permanece y permanece todavía con más odio».
Respecto a las expectativas del inminente Sínodo sobre la familia y los casos de los católicos divorciados que se han vuelto a casar, así como sobre el Motu Proprio que facilita el proceso de nulidad matrimonial y que según algunos abre el camino a un divorcio católico Francisco dijo: »En la reforma de los procesos, de sus modalidales, he cerrado la puerta de la vía administrativa, que era por la que podía entrar el divorcio. Y se puede decir a los que piensan que es un divorcio católico que se equivocan porque este último documento ha cerrado la puerta al divorcio que podía entrar -habría sido más fácil- por el camino administrativo… Los Padres Sinodales habían pedido esto: la agilización de los procesos de nulidad matrimonial. Y me detengo aquí. Este documento, este Motu Proprio facilita los tiempos del proceso, pero no es un divorcio porque el matrimonio es indisoluble cuando es un sacramento y esto la Iglesia no lo puede cambiar. Es doctrina. Es un sacramento indisoluble. El procedimiento legislativo es para demostrar que cuando parecía un sacramento no lo era : por ejemplo, por falta de libertad, o por falta de madurez, o por enfermedad mental… Después está el problema de los segundos matrimonios, de los divorciados que se vuelven a casar. Me parece algo simplista decir que… la solución para estas personas es que puedan comulgar. No es la única solución. No, lo que propone el Instrumentum Laboris del Sínodo es mucho más amplio. El problema de las uniones de los divorciados no es el único problema. En el Instrumentum Laboris hay tantos. Por ejemplo, los jóvenes que no se casan, que no quieren casarse. Es un problema pastoral para la Iglesia. Otro problema es la madurez afectiva para el matrimonio. Otro problema es la fe… El Sínodo tiene que pensar muy bien como efectuar la preparación para el matrimonio, es una de las cosas más difíciles.»
Otra cuestión a la que respondió el Santo Padre fue la relativa al derecho a la libertad de conciencia de los funcionarios públicos a la hora de abstenerse de firmar o cumplir procedimientos contrarios a sus convicciones religiosas. »Yo no puedo tener en mente todos los casos en los que pueda haber objeción de conciencia -dijo- Pero si puedo decir que la objeción de conciencia es un derecho y entra dentro de los derechos humanos. Es un derecho y si una persona no permite que se ejerza la libertad de conciencia está negando un derecho. En todas las estructuras judiciales debe entrar la objeción de conciencia porque es un derecho humano. Si no acabaríamos en la selección de los derechos: este es un derecho de calidad, este no lo es».
Preguntado por su opinión sobre el bombardeo de las bases de Isis en Siria por parte dela aviación militar francesa contestó: »No conozco bien la situación. He oido que Rusia tenía una posición, que la de Estados Unidos todavía no estaba clara… No se que decir, de verdad, porque no lo he entendido bien. Pero cuando escucho las palabras »bombardeo», muerte, sangre… repito lo que dije en el Congreso y en las Naciones Unidas: Habría que evitar estas cosas. Pero no juzgo la situación política porque no la conozco».
A continuación respondió a la cuestión de las relaciones de la Santa Sede con China. »China es una gran nación que aporta al mundo una gran cultura y muchas cosas buenas. Dije una vez, en avión volviendo de Corea, que me gustaría mucho ir a China. Amo al pueblo chino… Espero que haya posibilidades para establecer buenas relaciones… Tenemos contactos… Estamos hablando. Para mí contar con un país amigo como China, con tanta cultura y tantas posibilidades de hacer bien las cosas, sería una gran alegría».
»¿Veremos alguna vez a mujeres sacerdotes en la Iglesia?» fue otra de las preguntas formuladas casi al final del coloquio. »No, no pueden serlo- respondió- El Papa san Juan Pablo II, en tiempos de discusión y después de una larga reflexión lo dijo con claridad. Y no porque las mujeres no tengan capacidad: en la Iglesia son más importantes las mujeres que los hombres, porque la Iglesia es mujer: es »la» Iglesia, no »el» Iglesia; la Iglesia es la esposa de Cristo y la Virgen es más importante que los papas, que los obispos y que los curas. Pero hay algo que tengo que reconocer: estamos algo retrasados en la elaboración de una teología de la mujer. Tenemos que progresar con esta teología. Esto es verdad».
»En Estados Unidos se ha convertido en una estrella ¿Es un bien para la Iglesia que el Papa sea una estrella?» , fue la última pregunta. » El título que usaban y deben usar los Papas es »Siervo de los siervos de Dios» -dijo Francisco- Es algo diferente de ser una estrella…Si, en los medios de comunicación se usa esta palabra; pero hay otra verdad: ¡cuántas estrellas hemos visto que después se apagan y caen! Es algo pasajero. En cambio, ser siervo de los siervos de Dios, es hermoso. No pasa».