El Prefecto del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede clausuró la semana promovida por el grupo editorial San Paolo para tratar el mensaje del Papa para la Jornada de las Comunicaciones Sociales de hoy. «Ir a ver» es la única manera de entender la realidad y relatar la verdad.
Ciudad del Vaticano, 16 de mayo 2021.- «Sólo una mirada pura es capaz de ver, de reconocer, de comprender, de reconducir a la unidad la complejidad fragmentada de lo real, y por tanto de conocer». Por eso, «bienaventurados los puros de corazón», que puede parecer la bienaventuranza «más aparentemente lejana del astuto mundo de los periodistas», es la que más puede ayudar a los que trabajan en el campo de la comunicación a hacerse cercanos y a «recuperar la esencia de las cosas». Una esencialidad que hay que buscar más allá de la apariencia y que, como le recordaba el zorro al Principito de Antoine de Saint-Exupéry, es «invisible a los ojos».
La bondad es el secreto del periodista
En la 55ª jornada de las Comunicaciones Sociales, Paolo Ruffini, Prefecto del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede, al intervenir en la clausura de la «Semana de la Comunicación» promovida por el grupo editorial San Paolo, no sólo recordó que «un buen periodista debe mantener una mirada pura», sino que rebatió la idea «de que la profesión de comunicador requiere una frialdad incompatible con un corazón tierno y que el periodismo es más adecuado para los duros de corazón». Como señaló Ryszard Kaupscinski, el secreto de un gran periodista es la bondad.
Hacia las periferias de la existencia
Inspirándose en la oración del Papa al final de su mensaje de hoy – titulada «Vengan y vean», que «es la forma más sencilla de conocer una realidad, para permitir que quien tengo delante me hable» – Ruffini se detiene en algunos conceptos clave para el mundo de la comunicación. El primero es «salir», un tema querido por Francisco desde la primera catequesis del Pontificado en 2013, que significa «salir al encuentro de los demás», hacia las «periferias de la existencia» y moviéndonos «nosotros primero hacia los hermanos y hermanas, especialmente los más lejanos, los olvidados, los más necesitados de comprensión, de consuelo, de ayuda.»
En camino hacia la verdad
La segunda es «caminar». Caminar es, de hecho, «la condición normal del comunicador», que nunca debe detenerse sino «desgastar las suelas de sus zapatos». No sólo porque «la búsqueda de la verdad es en todo caso un viaje», sino también «para dejarse mirar por la realidad» y «para pasar de una mirada totalmente externa a una que ve desde dentro, que permite descubrir y contar una historia diferente». La búsqueda de la «verdad» -el tercer término clave- es de hecho un viaje. Una verdad que, sin embargo, no debe ser aquella «miope», «fija en la apariencia», restringida al juicio sumario, sino aquella en la que «todo existe, que todo lo explica, la verdad crucificada y resucitada que vive cada día en el otro». Una verdad dicha con las palabras justas, no aquellas conformistas, perezosas y consumidas por el tiempo.
Tomarse el tiempo no es perder el tiempo
Pero para comprender en profundidad no hay otro método que el de «ir a ver», «no como viajeros distraídos» ni con «la presunción de ya saber», sino con «la humildad de no saber» y sobre todo tomándose todo el tiempo necesario. «La comunicación que buscamos no puede ser hija de la comunicación «a la carrera»», reitera el prefecto. «Tomarse el tiempo no es perder el tiempo», sino que «sirve para comprender cuán a menudo es arrogante la idea de que la pizca de verdad que poseemos puede expandirse hasta incluir toda la verdad por sí misma». «La era de las fake news», de hecho, «crea monstruos que se alimentan de esta miopía»: un político roba y entonces todos los políticos son ladrones, una persona que conozco tuvo problemas con una vacuna por lo que las vacunas son malas.
Gastar los zapatos, no las palabras
El último concepto fundamental para una correcta comunicación es el de «honestidad», una palabra «que nos exige que veamos dentro de nosotros mismos» y «nos pone frente a nuestras responsabilidades». La encrucijada está, pues, entre «concentrarnos en nosotros mismos como periodistas, como comunicadores y relatar sobre nuestros fantasmas» y poder «en cambio ir a ver, tocar y contar la verdad de lo que vemos», aun corriendo el riesgo de no entender, de ser engañados y de equivocarnos. En ese caso hay que corregirse, y reanudar el camino sin, precisamente, «dejar de caminar en la realidad», porque se pueden «desgastar las suelas de los zapatos, pero no las palabras».
Michele Raviart
Imagen: El Prefecto Paolo Ruffini