Esclava sexual del Estado Islámico, esta Premio Nobel de la Paz lucha por condenar el genocidio de su pueblo yazidí. Su libro inspiró al Papa para ir a Irak.
2 de Mayo de 2021.- Nadia Murad era una adolescente feliz. Trabajaba en el huerto familiar de noche, para evadir el calor sofocante. Iba al colegio de día, deseosa de comerse el mundo, y dormía en el tejado de su choza junto a sus hermanos para saborear los vestigios de brisa nocturna. Hasta que el ISIS invadió Kocho, su aldea yazidí, al norte de Irak. Era el año 2014, la era de internet, de la información global; el siglo XXI en plena efervescencia. Pero mientras a esta niña la ponían en fila frente a un camión junto a otras yazidíes, la arrancaban de los brazos de su madre –a la que asesinaron–, y la vendían como esclava sexual a varios líderes del Estado Islámico, el mundo miró –miramos– hacia otro lado. Volvimos a los inicios del siglo XX que tantos golpes de pecho han producido.
Nadia logró escapar de sus dueños, que tenían contrato firmado y libro de instrucciones sobre cómo abusar de una infiel cuya religión, al no tener libro sagrado, es directamente tachada de adoradora del diablo. Otros yazidíes no tuvieron tanta suerte. Ni en 2014, el año del último ataque perpetrado contra ellos, ni en los 74 firman –como llaman a su genocidio silencioso– que han sufrido los seguidores del ángel-pavo Melek Taus. Pero ella escapó gracias a la generosidad de una familia iraquí que abrió su puerta a una niña muerta de miedo.
—Nadia, ¿cómo están viviendo ahora los yazidíes, con una población ampliamente mermada tras 2014?
—La vida ha cambiado muy poco en estos siete años. 2.800 mujeres y niños siguen desaparecidos o en cautiverio. Otros cientos de miles permanecen en campos de desplazados, a solo unas horas de sus hogares, debido a la insuficiencia de servicios y recursos para reconstruir Irak tras la destrucción del ISIS. Tanto los que viven en campamentos como los que han regresado a Sinjar [principal población de la Irak yazidí] carecen de acceso a educación de calidad, atención médica, agua potable y oportunidades laborales. Los yazidíes de toda la región siguen viviendo con miedo a la violencia, porque los gobiernos iraquí y kurdo están descuidando la estabilización del gobierno y la seguridad de la zona.
La religión yazidí se transmite por tradición oral y no acepta conversos.
—Tras las miles de bajas y la obligada diáspora, ¿cuál es la clave para mantener viva vuestra religión?
—Nos hemos aferrado a nuestra herencia religiosa durante muchas décadas de marginación y persecución. Mientras los yazidíes sobrevivamos y seamos libres para vivir en nuestra tierra natal, se conservará nuestra cultura. Pero esto no es solo una cuestión de perseverancia de los fieles de mi religión. La supervivencia depende de la seguridad y la administración democrática de Sinjar, así como de la tolerancia de los vecinos y la adhesión a la libertad religiosa por parte de los gobiernos.
Desde que se convirtió en una activista para denunciar los crímenes a los que se ha visto sometido su pueblo, Murad ha sufrido amenazas diarias por parte del Estado Islámico. Porque esta joven no solo ha llamado a la puerta de Naciones Unidas para denunciar los atentados de la organización terrorista, sino que ha escrito un libro, Yo seré la última, con nombres y apellidos de hombres que la azotaron con látigos hasta el desmayo. Como el de Hajij Salman. Quien la hacía maquillarse y vestirse de fiesta como preparación para su violación. Quien llevó al suicidio a otras sabaya [como llamaban los miembros de Daesh a sus esclavas] que compró por 20 dólares.
Nadia ha ganado el Premio Nobel de la Paz. Y tiene una organización, Nadia’s initiative, que trabaja para revertir los efectos del genocidio reconstruyendo Sinjar y las aldeas locales, y abogando por mejorar la seguridad de la zona. También es una testigo clave para la UNITAD, el grupo de investigación de la ONU que recopila pruebas para sentar en el banquillo a los responsables de los crímenes cometidos por el ISIS. Desde su formación en 2017, la UNITAD ha recopilado numerosas pruebas a través de testimonios de supervivientes y la exhumación de fosas comunes. Aunque aún falta para poner punto final a la investigación, hay material suficiente para comenzar los procedimientos y probar la culpabilidad del ISIS.
—Pero además de pruebas, ¿hay voluntad política de condenar al Estado Islámico por genocidio y violencia sexual?
— Aún no hemos descubierto una voluntad política sostenida para actuar sobre esta evidencia. La comunidad internacional tiene la obligación de buscar justicia para los supervivientes que han informado valientemente de sus experiencias, pero mientras, la violencia sexual sigue perpetuándose en conflictos de todo el mundo, en lugares como Etiopía y Myanmar, donde los responsables tampoco han rendido cuentas de sus crímenes.
Nadia Murad acudió al Vaticano en diciembre de 2018 y regaló al Santo Padre un ejemplar de su libro. Él la citó durante su visita a Irak, y reconoció que leer la historia de esta joven influyó ampliamente en su decisión de viajar al país.
—¿Qué significó para usted la visita del Papa Francisco a Irak?
—Envió un mensaje claro sobre la importancia de la protección de los grupos minoritarios. En el corazón de su viaje estaba la noción de que todas las personas merecen dignidad y respeto por igual, independientemente de su religión. Me sentí honrada de que se inspirase en mi historia para llevar este mensaje a Irak.
—A pesar de las señales de advertencia, la comunidad internacional no intervino en 2014 para evitar el genocidio.
—Todavía tienen la responsabilidad de promover el derecho de los yazidíes a vivir con seguridad y dignidad en su tierra natal.
Cristina Sánchez Aguilar
Imagen de portada:
Murad la primera vez que visitó su aldea de Kocho tras escapar del Estado Islámico.
(Foto: Reuters / Alkis Konstantinidis)