«Nadie sabe si el conflicto está apagándose o transformándose en una guerra de guerrillas», explican desde Etiopía. Si se prolonga, puede desestabilizar todo el Cuerno de África
3 de Enero de 2021.- El misionero Ángel Olaran, padre blanco, voló este miércoles de vuelta a Etiopía. Tras unos meses en España por salud, espera no tardar mucho en poder llegar a Wukro, en Tigray. Esta región se ha visto golpeada desde el 4 de noviembre por un conflicto entre el Ejército federal y el Frente Popular de Liberación de Tigray (TPLF, por sus siglas en inglés). Las comunicaciones se van restableciendo, y Olaran ha podido saber que sus compañeros «están bien». «Aunque ha habido unos 200 muertos» en la zona, «de nuestro entorno no ha fallecido nadie, y las escuelas e iglesias no han sufrido con los bombardeos».
También Misiones Salesianas ha tenido noticias indirectas de los suyos: «Hay escasez de alimentos, los bancos están cerrados, los hospitales están inservibles, no hay gasolina, los precios suben cada día». Por eso hacían un llamamiento para abrir vías a las organizaciones humanitarias. Se suman a la petición de la ONU, que la semana pasada denunció que no se le ha permitido el acceso para investigar las acusaciones recíprocas de crímenes de guerra.
Aumento de la violencia étnica
Desde la toma el 28 de noviembre de la capital regional, Mekele, la situación parece tranquila. Pero «nadie sabe en realidad si el conflicto está apagándose o transformándose en una guerra de guerrillas» desde las montañas donde se han refugiado los combatientes tigriños, explica a Alfa y Omega una fuente desde el terreno que prefiere mantener el anonimato por seguridad. Si el conflicto se prolonga no será una buena noticia para el país ni para la estabilidad del Cuerno de África. Ya se ha visto afectada la relación con Sudán, con choques fronterizos entre sus fuerzas armadas por la región de Al Fashaqa, y con Eritrea, que ha prestado apoyo a Adís Abeba. Etiopía podría desentenderse de la lucha contra el yihadismo en Somalia.
Y se está produciendo, añade la fuente, «un visible aumento de la violencia étnica en otras zonas del país», como «varios episodios violentos entre los gumuz y los amara en Benishengul», con casi 150 muertos entre ataques y respuesta del Ejército, «o en los límites del estado de Oromiya». Olaran, por su parte, descarta que se trate de un conflicto étnico, pues «en Tigray hay gente de todas las etnias y nunca ha habido animosidad». Sí, en cambio, contra los trigriños en el resto del país. Tampoco hay un sentimiento independentista ni, al menos al principio, rechazo hacia el primer ministro Abiy Ahmed Ali tras su victoria frente al líder del TPLF en las elecciones de 2018.
600 amaras fueron brutalmente asesinados en Mai Kadra. El TPLF y el Ejército se acusan mutuamente
54 mil refugiados han llegado desde Etiopía a Sudán desde el 7 de noviembre. Un 31 % son niños
La unidad, por puño de hierro
Con todo, matizan desde el terreno, la realidad «solo se puede entender completamente» desde el «complejo contexto histórico», étnico y político, de una nación en la que «la unidad se ha preservado solo por gobiernos con puño de hierro» y que ha vivido cinco guerras en cuatro décadas: dos con Eritrea, una con Somalia y dos civiles. La mayoría oromo «ha sido oprimida sucesivamente por los amara», clase dirigente de un imperio que se prolongó hasta 1974, y por los tigriños. El TPLF era la fuerza más poderosa del Frente Democrático Revolucionario de Etiopía, la coalición multiétnica que acabó con la dictadura socialista y lideró la transición hacia una república federal que culminó en 1995.
Hasta 2012 el primer ministro fue tigriño, y Abiy Ahmed Ali se convirtió en 2018 en el primer jefe de Gobierno oromo. Ha sido aplaudido por su «audaz proceso de reformas», incluida la liberación de numerosos presos políticos y la paz con Eritrea que le valió el Premio Nobel de la Paz en 2019. Pero, en paralelo, ha desarrollado un proceso «gradual» para alejar «del poder político y militar a figuras destacadas del TPLF», que todavía controlaban bastantes instituciones y las habían convertido en «organizaciones paraestatales» desde las que «malversaban» cuantiosos fondos. Esta es, en opinión de la fuente, la razón de fondo de que el TPLF haya ido tensando la relación con el Gobierno federal hasta la celebración en septiembre de unas elecciones que Adís Abeba había suspendido por la pandemia, y a la incursión contra un campamento del Ejército a la Abiy respondió ordenando la intervención militar.
Refugiados por sorpresa
Sudán ya tenía un millón de refugiados y 2,5 millones de desplazados internos. Por eso Giulia Raffaelli, portavoz de ACNUR en el país, agradece su apertura a los etíopes que han entrado estas semanas, a los que se está reubicando en campos lejos de la frontera. «Llegan tras días de camino, con poco o nada», y algunos bastante débiles. «Cuentan que estaban viviendo su vida cotidiana y el comienzo de los enfrentamientos los pilló por sorpresa». Al huir improvisadamente, muchos «se vieron separados de sus parientes, incluyendo los niños». ACNUR ya trabaja para reunificar a las familias. De momento, han lanzado un plan de respuesta para atender a 115.000 refugiados hasta junio de 2021, para lo que necesitan 128 millones de euros.
Etiopía
Población: 108,1 millones (5,2 en Tigray)
Etnias: 80. 34,9 % oromo, 27,9 % amara, 7,3 % tigriños
Religión: 43,8 % ortodoxos, 31,3 % musulmanes, 22,8 % protestantes
María Martínez López