María Francisca Sánchez Vara, hasta ahora responsable del Departamento de Trata, ha sido nombrada directora del Secretariado de la Subcomisión para las Migraciones y la Movilidad Humana por la Comisión Permanente de la CEE.
Esta madrileña, una de las pocas mujeres laicas al frente de un secretariado de la Conferencia Episcopal, ha trabajado durante toda su vida con mujeres y niños vulnerables. Agradece de su antecesor, el jesuita José Luis Pinilla –con el que ha trabajado durante estos últimos cincos años–, «su buen trabajo y compromiso con los más desfavorecidos. Ha sido ejemplo y referente»
¿En qué ha avanzado la Iglesia española en la lucha por los derechos de los migrantes?
La Iglesia siempre ha defendido la dignidad y los derechos de las personas, así lo refleja muy claramente la doctrina social de la Iglesia. Nuestra tarea, y así nos lo indica el Papa Francisco, es velar para que no sea agraviada la dignidad de cada ser humano y se garantice el respeto a los derechos de toda persona, sea o no migrante.
En el año 2014 se crea la Red Migrantes con Derechos, que integra a grandes entidades de la Iglesia: Cáritas Española, Justicia y Paz, CONFER, SJM y la Comisión Episcopal de Migraciones. Esta red denuncia situaciones donde los derechos de los migrantes están siendo vulnerados. También hay una trayectoria de relación y trabajo en red con otras instituciones civiles para conectar con la Administración pública en cuestión de derechos y políticas sociales.
Una vez vistos los logros, ¿Cuáles son las grandes asignaturas pendientes?
Si tuviésemos que hablar de asignaturas pendientes, diría que tenemos un gran reto, y es alcanzar una progresiva implementación de los 20 puntos de acción que publicó la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano con motivo de los Pactos Globales. Estos puntos se articulan en torno a cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes y refugiados.
Aunque la llegada de la pandemia nos ha situado en un nuevo escenario, ante el que hemos de responder de forma inmediata. Son los signos de este tiempo que nos está tocando vivir y que, como Iglesia, hemos de escuchar para poder actuar con coherencia y responder con eficacia y en sinodalidad, como Iglesia en salida. Las líneas de trabajo que vamos a marcar responden a las pautas que hemos recibido de los obispos de la subcomisión.
Tenemos que seguir acogiendo a quienes siguen llegando. Desde la Red Migrantes con Derechos se ha elaborado un documento que se presentará próximamente, con orientaciones para la acogida. Es importante que establezcamos mecanismos de acogida y hospitalidad como Iglesia unida y comprometida.
Necesitamos conocer cuál es la situación actual de las personas migrantes. La pandemia ha desplazado al abismo a muchas familias y a migrantes que ya se encontraban en situación de precariedad. La fragmentación social que comenzamos a padecer por la pospandemia afecta significativamente a los inmigrantes. Y estas situaciones hemos de visibilizarlas. Quisiera poner especial énfasis en el verbo proteger, que supone, sobre todo, acompañar sosteniendo a los más vulnerables, cuidando que sus derechos sean siempre respetados. La Iglesia está haciendo una labor importante de atención de emergencia con bienes de primera necesidad, pero no hemos de olvidar otras facetas que también urgen en el acompañamiento, a nivel laboral, social, legal y espiritual.
De todas esas asignaturas pendientes, ¿por cuál va a empezar usted?
Me parece que es clave la tarea de visibilizar, que no es otra cosa que dar a conocer algo que es desconocido. Si no lo hacemos, no hablaremos de ello y, por lo tanto, parecerá que no existe. Sobre todo porque debemos implicarnos activamente en un trabajo de prevención. La situación de vulnerabilidad a las que se han visto abocadas muchas personas puede tener terribles consecuencias, como la explotación, la esclavitud y el abuso. Esta es otra tarea prioritaria, debemos estar atentos a estas realidades y anticiparnos.
Seguiremos también la senda ya trazada por mi predecesor en cuanto a la sensibilización, sobre todo hacia la comunidad cristiana, para que se implique en todo el plan de acogida de los migrantes, más allá de resolver problemas económicos y laborales, y que la pastoral de las migraciones no se circunscriba tan solo a una delegación diocesana. Hemos de abrir el interior de las comunidades a las nuevas realidades que esta pandemia destapa.
En todo este proceso es crucial reconocer a los migrantes, es decir, poner en valor el protagonismo del migrante en el nuevo escenario al que nos encaminamos. Que este sea sujeto de su camino en nuestra sociedad y en nuestras comunidades, identificando a los migrantes que pueden ser líderes y que trabajen con nosotros en este proyecto.
Me parece fundamental la formación de agentes de pastoral, también de los nuevos delegados, de miembros de los equipos de las delegaciones, de laicos y de sacerdotes en lo que concierne a las migraciones y a la propia pastoral. En un mundo tan cambiante, es esencial estar bien formados y también muy bien informados. Y, por supuesto, desde las claves que nos ofrece la doctrina social de la Iglesia en todo el campo de los derechos humanos y de las migraciones.
Usted está en el epicentro del trabajo migratorio, que luego tiene una red capilar de delegaciones en toda España que funcionan en terreno. ¿Habrá alguna nueva línea de trabajo para los delegados?
En primer lugar me gustaría también agradecer a todos los delegados de migraciones y miembros de los equipos el excelente trabajo que realizan. Se trata de una gran red de personas muy implicadas y comprometidas, en sintonía con la peculiaridad de cada diócesis, con pocos medios pero con un enorme capital humano y haciendo una labor extraordinaria.
En cuanto a las líneas de trabajo, una de ellas será el seguir impulsando el trabajo en red a nivel diocesano de todas las entidades del ámbito eclesial, de forma similar a como venimos haciendo a nivel nacional con la Red Migrantes con Derechos. Este es el camino, y así nos lo han manifestado los obispos de la comisión. Otra es animar a las diócesis a impulsar la pastoral con migrantes en las parroquias y comunidades cristianas, e impulsar también el trabajo con el resto de pastorales como parte del camino sinodal.
La formación para nuevos delegados y miembros de los equipos de las delegaciones, tanto en migraciones como en trata de personas. Se están preparando ofertas formativas, cursos y materiales para ello. Y en aquellas diócesis donde todavía no está convenientemente desarrollada, impulsar la pastoral de migraciones.
Finalmente, seguir fortaleciendo y apoyando lo que ya existe, que es mucho y desconocido. Cada diócesis tiene su particularidad y cada una funciona de forma autónoma, pero existe un sentir común y una buena coordinación, que vamos a seguir apoyando y acompañando.
Uno de los grandes logros de su antecesor, José Luis Pinilla, fue visibilizar las dos orillas y trabajar contra las devoluciones en caliente. ¿Seguirá su estela?
Por supuesto. Por convicción y porque además este tema forma parte de los famosos 20 puntos que he mencionado anteriormente, donde explícitamente se dice que deben evitarse las expulsiones colectivas o arbitrarias de migrantes y refugiados. En este sentido, tanto las acciones que se están llevando a cabo como la hoja de ruta se programan y coordinan desde la Red Migrantes con Derechos. Las devoluciones en caliente son el foco de las actuaciones de la Comisión de Incidencia de dicha red. Generalmente se trabaja partiendo de situaciones concretas, documentando casos, e intentando influir de alguna forma en la legislación o en las indicaciones para que estas situaciones no vuelvan a producirse.
Somos un país a la cola en Europa en torno a la resolución de las solicitudes de asilo. ¿Cómo están trabajando desde la CEE en este ámbito?
Las resoluciones de las solicitudes de asilo es un tema que compete a la Administración pública, que son quienes ejecutan y toman las decisiones al respecto. Pero nosotros hacemos lo posible para que lleguen nuestras propuestas a través de un trabajo de incidencia política y social. Este asunto, al igual que el anterior, lo abordamos siempre juntos desde la Red Migrantes con Derechos. A lo largo de este periodo de pandemia, por ejemplo, se ha producido un bloqueo en todo lo relativo a solicitudes de asilo y resoluciones. Por parte de las entidades que forman la red se ha estado informando a las personas y habilitando procesos para las solicitudes. En algunos casos, ha habido aplazamientos por parte de la administración para evitar la irregularidad sobrevenida. En otros casos, las personas que continúan a la espera están viviendo situaciones de vulnerabilidad que están siendo atendidas por parte de las instituciones que forman la red. También se han abierto canales de información por parte de algunas entidades, para consultar dudas al respecto y que las personas de alguna forma se sientan acompañadas y atendidas.
Celebrábamos en nuestro número de la semana pasada el cierre del CIE de Tarifa, pero con reservas, ya que se está abriendo otro más grande en Algeciras. ¿Sería necesario tener alternativas de control migratorio?
Uno de los 20 puntos de acción nos indica que deben multiplicarse las vías jurídicas para la migración segura y voluntaria. Se trata de un tema político donde nosotros poco margen de ejecución tenemos; nuestro enfoque es la globalización de la caridad, el derecho a no migrar que tienen las personas, y también la acogida y hospitalidad que merece todo aquel que llega a nuestra casa, sobre todo aquellos que llegan huyendo de situaciones dramáticas. Para hacerlo realidad es necesario que todos y todas nos sintamos parte de la gran familia humana.
Los migrantes que acceden a nuestro país por vías no regulares han de experimentar esta acogida, por lo que sería recomendable que existieran centros de acogida donde se respete la dignidad de la persona y siempre se respeten sus derechos. Los obispos ya se han pronunciado en ocasiones públicamente por el cierre de los CIE, y nosotros desde el secretariado seguiremos con este propósito.
La dignidad de las personas por encima de la seguridad de las fronteras es otro de los 20 puntos, que nos dice que el valor de la seguridad de cada persona debe estar correctamente equilibrado con las preocupaciones de seguridad nacional.
La solución al control migratorio no es externalizar las fronteras, como viene siendo la tendencia, eso supone condenar a personas al infierno en terceros países donde no hay garantías.
Deja de estar de lleno en el barro de la trata, pero puso en el candelero la preocupación eclesial por las víctimas de esta lacra. ¿En qué hemos avanzado, además de en algo de visibilidad?
Hemos avanzado porque ha pasado de ser un tema del que no se hablaba en absoluto, porque no éramos conscientes o no queríamos serlo, de que esta realidad existe en nuestro país, a hablarse cada vez más; pero aún no es suficiente. Si hubiese sido suficiente, no tendríamos las cifras de víctimas que seguimos teniendo.
Venimos realizando un gran esfuerzo por visibilizar este problema, por darlo a conocer, concienciar de lo que supone y de sus repercusiones, no solo sobre las víctimas sino también sobre nuestra sociedad. Si existe la trata de personas para la explotación es porque hay personas que la llevan a cabo o contribuyen de alguna manera a que eso exista. Y como sociedad debemos cuestionarnos sobre nuestra responsabilidad en esto.
En estos cinco años que he estado al frente del departamento hemos creado una red de coordinadores diocesanos, donde se encuentran representadas todas las congregaciones y entidades del ámbito de Iglesia que llevan años atendiendo a las víctimas de trata a través de proyectos de acogida, acompañamiento y sensibilización. Hemos creado una estructura que nos permite estar conectados y coordinados para dar respuestas a situaciones concretas, además de replicar en las diócesis las diferentes iniciativas que surgen del propio grupo. Se han organizado jornadas de sensibilización, vigilias de oración, campañas con motivo de la Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la trata, encuentros nacionales e internacionales, cursos de formación sobre trata, material de sensibilización como la exposición fotográfica Punto y seguimos. La vida puede más, etcétera.
Una de los objetivos que tenemos como Iglesia, además de acoger y acompañar a las víctimas en su proceso de recuperación, es contribuir a erradicar de una vez por todas esta lacra. Esto comienza por conocer el problema, visibilizar y sensibilizar; no se puede combatir lo que no se conoce. También intentamos actuar sobre las causas, porque esta es la forma de hacer una gran labor preventiva, y pasa, entre otras cosas, por la educación de los más jóvenes. Desde la sección de trata, además de material para la sensibilización, elaboramos materiales didácticos que nos permitan dar a conocer entre los más jóvenes la realidad de la trata, tanto en el entorno educativo como parroquial, reflexionar sobre ella como cristianos y como sociedad, y motivar el compromiso activo.
También trabajó con infancia en riesgo. ¿Son los niños y mujeres, los dos perfiles más maltratados por la dureza de la movilidad no deseada?
Sin duda, en el mundo globalizado en que vivimos, la pobreza tiene rostro de mujer y la migración también. Así mismo sucede con los niños y niñas. Se trata de colectivos con más factores de vulnerabilidad, por lo que los riesgos y las dificultades son mayores. Hemos de reseñar la situación de muchos niños y niñas migrantes que llegan solos a España, después de haber hecho un recorrido también solos, desprotegidos y expuestos a muchos peligros. Proceden de situaciones familiares complejas y de países donde no han recibido la adecuada protección institucional, arrastran muchas cargas y problemas. Muchos sufren a lo largo de su trayecto migratorio explotación, abuso, violencia, persecución, etcétera. El impacto que esto tiene sobre estos niños y niñas es brutal y va a condicionar el resto de su vida, puesto que tienen que hacer frente a situaciones complicadas para las que aún no han alcanzado la suficiente madurez.
En el caso de las mujeres, las numerosas situaciones de vulnerabilidad propician el escenario adecuado para la captación por parte de las redes de trata, mediante engaño y falsas promesas, para después ser esclavizadas y explotadas en los países de destino, convirtiéndose en víctimas de trata de seres humanos. Muchas mujeres también sufren toda clase de abusos, vejaciones, humillaciones y maltrato a lo largo de los trayectos migratorios; el hecho de ser mujer favorece su situación de vulnerabilidad ante las adversidades de las rutas migratorias.
Otras mujeres no sufren de este modo, pero migran dejando atrás muchas cosas y personas, hijos e hijas, padres, raíces, identidad, vínculos…
Cuénteme alguna anécdota que haya marcado sus años de trabajo con estas víctimas. De esas cosas que a uno le ocurren y le enseñan el camino a seguir.
Se trata más que de una anécdota de una experiencia. Para la realización de la exposición fotográfica sobre trata Punto y seguimos. La vida puede más, un relato en 45 imágenes que ha recorrido ya numerosos lugares, contamos con la colaboración activa de mujeres supervivientes de la trata. La experiencia de trabajar conjuntamente con ellas en un proyecto de sensibilización que muestra este problema, no solamente el rostro del dolor y el sufrimiento, sino la otra cara que es la esperanza y la vida, fue para mí toda una lección de generosidad y de fortaleza. La implicación de las mujeres en un proyecto que alza la voz por aquellas a quienes se silencia día a día, me mostró a mujeres con proyectos de vida destinados a dar vida e ilusionar, a demostrar que de este infierno también se sale y que todas las víctimas tienen y merecen su oportunidad. Las frases que aparecen en las fotos, fruto de la propia experiencia, la ilusión por participar en el proyecto donde se acogía y se tomaba en cuenta cada sugerencia, nos hizo sentirnos compañeras de viaje que realizan un acompañamiento mutuo, independientemente de donde estamos y de nuestra experiencia personal. El entusiasmo por querer ayudar desde la convicción más absoluta de quien lo ha vivido en primera persona y sabe que el camino hacia la libertad existe para todos y para todas. En definitiva, la esperanza, porque la vida puede más, aunque todo lo que nos rodee sea muerte y sufrimiento.
Es una de las pocas mujeres laicas al frente de un secretariado de la CEE. ¿Qué supone este nombramiento?
Lo que estamos viviendo es un cambio en la Iglesia fruto de las pautas que el Papa Francisco está marcando en la Santa Sede. Siempre ha destacado la importancia que para él tiene la presencia de la mujer en la Iglesia. De hecho, en el Vaticano ya vienen asumiendo mujeres ciertas responsabilidades que siempre habían estado en manos de hombres. Es la marcha común de la Iglesia, donde se está poniendo en manos de mujeres cada vez más puestos de responsabilidad.