El sacerdote indio Joshtrom Kureethadam, es la mano derecha del Papa en temas de cambio climático. El salesiano, encargado del área ecológica en el Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral del Vaticano, es uno de los impulsores del año dedicado a la Laudato si, que echó a andar el pasado domingo y que concluirá el 24 de mayo de 2021. Su objetivo es que la Iglesia entera ponga rumbo hacia un modelo del todo sostenible en poco más de una década.
¿A qué responde la decisión de dedicar un año a la encíclica del Papa?
Nace en un contexto de escucha al grito de la tierra, de los pobres y de los jóvenes que han salido a las calles para protestar porque les están robando el futuro. Volvemos a poner sobre la mesa del debate político y social temas urgentes para la humanidad. ¿Cómo alcanzar modos de vida sostenibles?, ¿cómo limitar el cambio climático?, ¿cómo garantizar una vida digna en el mundo rural y en las ciudades en expansión? Son temas que todavía no se han resuelto. Hay que pasar de la concienciación a la acción concreta. Además, coincide con el 50 aniversario de la institución del Día de la Tierra, que se celebró por primera vez en 1970.
Laudato si es la encíclica más citada de la historia de la Iglesia. ¿Cuál es el lugar concreto de los católicos en esta crisis ecológica?
El planeta nos está obligando a cuestionar nuestra sociedad, basada en un modelo de crecimiento a toda costa. A todos, no solo a los católicos. La sobreexplotación está agotando los recursos no renovables, la degradación de la tierra, la contaminación y el calentamiento global están destruyendo ecosistemas enteros. El Papa lo denunció hace cinco años, pero todavía estamos difundiendo el mensaje. Como Iglesia no hemos pasado a la acción, y esto es lo que hay que impulsar. El próximo decenio será crucial.
¿Cómo pasar a la acción?
Durante demasiados años hemos dejado todo en manos de los de arriba, que están muy condicionados por los intereses económicos y los lobbies. Por eso reivindicamos la importancia del movimiento de las bases. Hemos individualizado varias categorías para que se comprometan a llevar a cabo un cambio profundo en su estilo de vida hacia un modelo sostenible en siete años: familias, diócesis, escuelas, universidades, hospitales, empresas agrícolas y órdenes religiosas. De momento no tenemos números, pero esperamos que los participantes en cada grupo se dupliquen cada año. Vamos a continuar con esta iniciativa diez años, hasta 2030. Nuestro objetivo es alcanzar la masa crítica necesaria para llevar a cabo la conversión ecológica mundial que pide el Papa.
El 5º aniversario de la encíclica del Papa asoma la cabeza en medio de una pandemia devastadora. ¿Cómo podemos interpretar el COVID-19?
Es una oportunidad para transformar la destrucción que nos rodea en una nueva forma de vivir. Hemos constatado numerosos ejemplos de solidaridad y servicio al prójimo. Además, la sencillez forzosa a la que hemos estado obligados, sin poder salir al restaurante o ir de compras, nos ha redescubierto la belleza de las pequeñas cosas. Nos hemos dado cuenta de que necesitamos realmente poco para ser felices. La pandemia también ha puesto al descubierto que los sistemas que se basan en la compasión y no dejan atrás a los más vulnerables son los que mejor han afrontado la emergencia sanitaria. El virus ha encontrado un terreno fértil allí donde solo el que tiene dinero puede permitirse ir al médico .
Muchos ahora reconocen el mensaje del Papa como profético. En este sentido, ¿podemos imaginar el mundo pospandemia sin un nuevo paradigma integral que cuide el planeta?
No. Estábamos viviendo un estilo de vida que no es sostenible a largo plazo. Estábamos destruyendo la casa común y, de alguna manera, el coronavirus lo ha evidenciado. Parece horrible, pero la pandemia del COVID-19 es un mero síntoma de una muy grave disfunción ecológica y humana. Aquí no se trata de conseguir una vacuna y volver a lo de antes. No podemos perpetuar este hedonismo al que le da igual todo. Ni tampoco permanecer bajo el prisma de la economía de mercado cuyo único objetivo es producir de un lado y consumir de otro. Hay estudios sociológicos que denuncian que la huella ecológica que vamos dejando en el planeta nos han conducido a un estado de sobrecarga. En Laudato si está el camino para salir de la crisis.
El año de aniversario comenzó con la Semana Laudato si y proseguirá con varias iniciativas. ¿Puede destacar algunas?
Hemos creado unos premios anuales que distinguirán la labor de instituciones educativas, parroquias, diócesis, comunidades religiosas y familias en la difusión del mensaje de la encíclica. Además, también reconoceremos el valor de todas aquellas iniciativas eclesiales que pongan en marcha la conversión ecológica. Hay un proyecto en África para plantar siete millones de árboles en la región del Sahel; un concurso en las redes sociales en torno a la lectura de la Biblia, o la instalación de una capilla artística que combinará en su construcción plantas raras, materiales desechados de coches o barriles de petróleo vacíos para promover la biodiversidad. Además, estamos preparando una ceremonia de clausura en Roma que contará con la representación musical del compositor Julian Revie, en la que participará un coro de niños que cantarán fragmentos de la encíclica.
Algunos activistas y católicos han apuntado a las inversiones en empresas de combustibles fósiles por parte del Vaticano. ¿Cómo debería ser el viraje hacia las energías limpias?
El director general del Instituto para Obras de Religión (IOR), Gian Franco Mammì, ha desmentido que el banco del Vaticano cuente con inversiones en combustibles fósiles. Además, ya son decenas las instituciones religiosas que han anunciado la desinversión de combustibles fósiles, así como la cancelación del financiamiento a nuevos proyectos de ese sector para limitar el incremento de la temperatura del planeta en 1,5 grados centígrados. Este es el camino para reducir el impacto del cambio climático, que afecta sobre todo a las comunidades más pobres y marginadas. Somos más de 1.300 millones de católicos. Y junto con las otras confesiones representamos al 85 % de la población mundial. Si todos nos ponemos de aquí a diez años manos a la obra, podremos salvar nuestra casa común. El cambio no es algo irreal, como algunos piensan. Cada pequeño paso cuenta.
Victoria Isabel Cardiel C. (Roma)
Imagen: Joshtrom Kureethadam
(Foto: Joshtrom Kureethadam)