El coronavirus atrapa en las barriadas a los más vulnerables entre los vulnerables.
Desde el comienzo de la crisis provocada por la pandemia del coronavirus, millones de personas se enfrentan diariamente al desafío de poder vivir. Las medidas impuestas por los distintos países para evitar la propagación del virus están afectando especialmente a los colectivos de población más vulnerables, para quienes esta emergencia está agravando de forma importante sus ya de por sí difíciles condiciones de vida.
Entre esos grupos de población, vulnerables entre los más vulnerables, se encuentran los habitantes de los slums; las grandes barriadas que crecen sin orden ni concierto en torno a muchas ciudades de los países más empobrecidos del mundo. En ellos se hacinan millones de personas que, en su mayoría, provienen de zonas rurales y que migraron a las ciudades en busca de un futuro que el campo les negaba.
Según ONU Habitat, en estos asentamientos informales y barrios marginales viven alrededor de mil millones de personas que, diariamente, se enfrentan a graves carencias de agua, saneamiento, gestión de residuos o asistencia médica, entre otros.
Las medidas de confinamiento decretadas por los Gobiernos de la mayor parte de los países, han atrapado en estas barridas a millones de personas, a las que se impide salir a buscar el sustento diario, por lo que el hambre y la violencia empiezan a dejarse sentir en las calles y callejones. Además, la escasa superficie de las viviendas de estas áreas, habitáculos de 20 o 25 metros cuadrados en los que pueden habitar hasta 10 personas, dificultan sobremanera la posibilidad de guardar las distancias de seguridad recomendadas o que las personas puedan permanecer en sus casas.
A Manos Unidas, que trabaja en muchas de estas barriadas en distintos países de África, Asia y América Latina, y que está en contacto permanente con sus socios locales para intentar dar respuesta a las peticiones urgentes, llegan diariamente testimonios acerca del enorme desafío que supone, en estos momentos, vivir en un slum.
Coronavirus y hambre en India
«Voy a los barrios marginales todos los días para hacer el trabajo de socorro y no hay un día que no llore. Veo a niños hambrientos, familias enteras sin comer, porque la mayoría de las personas en los barrios pobres tienen muy poca comida». El padre Rolvin de Mello, salesiano, director ejecutivo del centro Don Bosco en la ciudad de Bombay asegura que la situación en India es terrible en estos momentos.
El virus se está propagando muy rápidamente y con la densidad de la población que tenemos en India, especialmente en los slums, no hay forma de que alguien pueda respetar el distanciamiento social o las medidas de la cuarentena y esa es, precisamente, la razón por la que muchos dan positivo.
En todo el país, las ciudades más afectadas son Bombay y Pune, donde se concentra una gran cantidad de población que vive al día por tener trabajos precarios. “Se estima que, solo en Bombay, a fines de la tercera semana de mayo podría haber 600.000 pacientes de coronavirus. Con muy poca infraestructura en su lugar y escasas instalaciones médicas, la tasa de mortalidad será alta”, vaticina el padre De Mello.
El Gobierno de India está tomando algunas medidas para paliar la situación de estas personas, “pero no es suficiente”, explica el religioso indio. “A mí me da más miedo el hambre que el coronavirus. El hambre matará a más personas en la India”, asegura.
Incertidumbre en Kenia
De la misma opinión es la hermana Mary Kileen, directora del Mukuru Promotion Centre (MPC) y socio local de Manos Unidas en Kenia desde hace muchos años. Desde Mukuru, uno de los slums de Nairobi, la hermana expresa su preocupación por el enorme daño que la crisis del coronavirus está haciendo a los habitantes del slum: más de 600.000 personas que, de la noche a la mañana, se han visto sin ingresos y sin posibilidad de conseguirlos.
La mayoría de estas personas son trabajadores ocasionales que reciben su paga diaria o semanal y que se dedican a trabajos informales como el servicio doméstico y el lavado de ropa. Son también conductores, guías turísticos informales, repartidores, trabajadores en hoteles y restaurantes… “Y, el 16 de marzo, inesperadamente, se les dijo que ya no había trabajo, que se fueran a sus casas. Y se quedaron sin ingresos en un país en el que no hay ningún tipo de ayuda social ni para el desempleo”, explica la religiosa irlandesa que lleva más de 40 años dedicada a trabajar por los más desfavorecidos en Kenia.
Además, los habitantes de los slums se enfrentan a otro grave problema: el hambre.
En estos momentos, la gente de Mukuru no parece muy preocupada por el coronavirus, a ellos lo que de verdad les importa es saber si podrán comer hoy.
La falta de acceso a la asistencia sanitaria es también motivo de preocupación para Mary Kileen. “Si el virus llega a los slums siguiendo los patrones de Estados Unidos y Europa, será devastador. Nos sorprende que, dadas las condiciones de vida, no haya habido ya una explosión de casos”, asegura.
“Nosotras esperamos poder montar un centro de atención a enfermos de Covid-19 en uno de nuestros colegios, si el contagio por coronavirus se incrementa en el slum. Porque, desde luego, para los que no puedan permitirse pagarlo, no va a haber hospitalización”, explica Mary Kileen.
“De las 500 camas de UCI que hay en el país, solo quedan 70 disponibles. Parece que los más ricos se han comprado sus propios respiradores y que a la gente más pobre solo la admiten en los hospitales públicos si pagan o alguien puede pagar por ellos. Y estos hospitales están muy pobremente equipados y, desde luego, no están preparados para hacer frente a algo así”, continúa la hermana Kileen.
Violencia en Guatemala
Estas situaciones se repiten, casi calcadas, en los asentamientos urbanos de las periferias de la Ciudad de Guatemala y municipios aledaños, donde malviven más de millón y medio de personas. “En estos lugares, la presencia institucional y de los partidos políticos se limita a los períodos electorales”, explica el padre Jesús Rodríguez, misionero en Guatemala desde hace más de 50 años.
Según el religioso español, “las recomendaciones sanitarias dadas a una población que vive el día a día de la calle y, en muchos casos, en la calle, pueden ser muy difícilmente acatadas por la mayor parte de la gente”. “Eso explica que ni las medidas de fuerza logren resultados en un país familiarizado con las armas”, asegura.
“La pandemia del coronavirus ha venido a desnudar, de nuevo, un país que está evidenciando grandes carencias que ya comienzan a sentir y sufrir en carne propia las grandes mayorías, sin acceso a los servicios básicos”, explica el padre Jesús. “Y las mujeres empobrecidas de estos asentamientos urbanos son especialmente vulnerables en crisis como la actual, porque están siempre expuestas a enfermedades crónicas por la desnutrición y los embarazos”, comenta el misionero español.
En entornos desfavorecidos como los asentamientos urbanos, la violencia y los problemas de salud mental se manifiestan también con mayor virulencia. “Solo en el último mes, los medios de comunicación han informado de 98 mujeres desaparecidas y de 25 que han abandonado el hogar por violencia intrafamiliar”, informa el misionero.
Situaciones como esta del coronavirus, amenazan seriamente la salud mental y la seguridad, especialmente de las mujeres.
India, Kenia o Guatemala son solo tres ejemplos de los muchos que se dan en los países en los que trabaja Manos Unidas; países en los que, según alerta la OMS, la pandemia va a causar estragos entre los más vulnerables si no se actúa con prontitud y solidaridad.
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