El crucifijo, revelación del amor de Dios.
(zenit – 22 abril 2020).- “En este tiempo en el cual es necesaria tanta unidad entre nosotros, entre las naciones, oremos hoy por Europa”, para que “logre tener esa unidad, esa unidad fraterna que soñaron los padres fundadores de la Unión Europea”.
Esta es la petición de oración del Papa en la Misa de la Casa Santa Marta de hoy, 22 de abril de 2020, Miércoles de la Segunda Semana de Pascua, transmitida en directo por Vatican News y por la página de Facebook de zenit.
En su homilía, el Santo Padre reflexionó en torno al Evangelio de hoy (Jn 3, 16-21). En él, Jesús dice a Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo que envió a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no envió al Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”.
Revelación del amor de Dios
Francisco señaló que este pasaje constituye un tratado de Teología, en el que subraya dos puntos. El primero es la revelación del amor de Dios: “Cada vez que miramos el crucifijo, encontramos este amor. El crucifijo es precisamente el gran libro del amor de Dios”.
E indicó que Pablo habla de esto, “explicando que todo el razonamiento humano que hace es útil hasta cierto punto, pero el verdadero razonamiento, la más bella forma de pensar, pero también que cuanto más explica todo es la cruz de Cristo, es Cristo crucificado el que es escándalo y locura, pero es el camino”.
“Y ese es el amor de Dios. Dios amaba tanto al mundo que dio a su único Hijo. ¿Y para qué? Para que quien crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. El amor del Padre que quiere a sus hijos con él”, aclaró.
La luz que vino al mundo
Según el Papa, el segundo punto también resulta de ayuda: “La luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”.
“Hay personas –incluso nosotros, muchas veces– que no podemos vivir en la luz porque están acostumbrados a la oscuridad. La luz los deslumbra, no pueden ver. Son murciélagos humanos: solo saben moverse en la noche. Y nosotros también, cuando estamos en pecado, estamos en este estado: no toleramos la luz. Es más cómodo para nosotros vivir en la oscuridad; la luz nos abofetea, nos hace ver lo que no queremos ver”, explicó.
Finalmente, el Pontífice pidió: “Dejemos que el amor de Dios, que envió a Jesús para salvarnos, entre en nosotros y la luz que trae Jesús, la luz del Espíritu entre en nosotros y nos ayude a ver las cosas con la luz de Dios, con la verdadera luz y no con la oscuridad que nos da el señor de las tinieblas”.
LARISSA I. LÓPEZ
Homilía del Papa
Este pasaje del Evangelio de Juan, capítulo 3, el diálogo entre Jesús y Nicodemo, es un verdadero tratado de Teología: aquí está todo. El kerigma, la catequesis, la reflexión teológica, la parénesis… todo está en este capítulo. Y cada vez que lo leemos, encontramos más riqueza, más explicaciones, más cosas que nos hacen entender la revelación de Dios. Sería bueno leerlo tantas veces, para acercarnos al misterio de la redención. Hoy sólo tomaré dos puntos de todo esto, dos puntos que están en el pasaje de hoy.
La primera es la revelación del amor de Dios. Dios nos ama y nos ama – como dice un santo – con locura: el amor de Dios parece una locura. Nos ama: «Tanto amó al mundo que dio a su único Hijo». Dio a su Hijo, envió a su Hijo y lo mandó a morir en la cruz. Cada vez que miramos el crucifijo, encontramos este amor. El crucifijo es precisamente el gran libro del amor de Dios. No es un objeto para poner aquí o allá, más bello, no tan bello, no tan antiguo, más moderno… no. Es precisamente la expresión del amor de Dios. Dios nos amó de esta manera: envió a su Hijo, [que] se anonadó a sí mismo hasta morir en la cruz por amor. Tanto amó al mundo, a Dios, que dio a su Hijo.
Cuánta gente, cuántos cristianos pasan su tiempo mirando el crucifijo… y allí encuentran todo, porque han comprendido, el Espíritu Santo les ha hecho comprender que existe toda la ciencia, todo el amor de Dios, toda la sabiduría cristiana. Pablo habla de esto, explicando que todo el razonamiento humano que hace es útil hasta cierto punto, pero el verdadero razonamiento, la más bella forma de pensar, pero también que cuanto más explica todo es la cruz de Cristo, es Cristo crucificado el que es escándalo y locura, pero es el camino. Y ese es el amor de Dios. Dios amaba tanto al mundo que dio a su único Hijo. ¿Y para qué? Para que quien crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. El amor del Padre que quiere a sus hijos con él.
Mirar al crucificado en silencio, mirar sus heridas, mirar el corazón de Jesús, mirar el conjunto: Cristo crucificado, el Hijo de Dios, aniquilado, humillado… por amor. Este es el primer punto que hoy nos hace ver este tratado de teología, que es el diálogo de Jesús con Nicodemo.
El segundo punto es un punto que también nos ayudará: “La luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”. Jesús también toma esto de la luz. Hay personas – incluso nosotros, muchas veces – que no podemos vivir en la luz porque están acostumbrados a la oscuridad. La luz los deslumbra, no pueden ver. Son murciélagos humanos: sólo saben moverse en la noche. Y nosotros también, cuando estamos en pecado, estamos en este estado: no toleramos la luz. Es más cómodo para nosotros vivir en la oscuridad; la luz nos abofetea, nos hace ver lo que no queremos ver. Pero lo peor es que los ojos, los ojos del alma de tanto vivir en la oscuridad se acostumbran tanto a ella que terminan ignorando lo que es la luz. Perder el sentido de la luz porque me acostumbro más a la oscuridad. Y tantos escándalos humanos, tantas corrupciones nos señalan esto. Los corruptos no saben lo que es la luz, no lo saben. Nosotros también, cuando estamos en un estado de pecado, en un estado de alejamiento del Señor, nos volvemos ciegos y nos sentimos mejor en la oscuridad y vamos así, sin ver, como los ciegos, moviéndonos como podemos.
Dejemos que el amor de Dios, que envió a Jesús para salvarnos, entre en nosotros y la luz que trae Jesús, la luz del Espíritu entre en nosotros y nos ayude a ver las cosas con la luz de Dios, con la verdadera luz y no con la oscuridad que nos da el señor de las tinieblas.
Dos cosas, hoy: el amor de Dios en Cristo, en el crucificado; en lo cotidiano, en la pregunta diaria que podemos hacernos: «¿Camino en la luz o camino en la oscuridad? ¿Soy hijo de Dios o terminé siendo un pobre murciélago?».
Comunión espiritual, adoración y bendición Eucarística
Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística, invitando a todos a realizar la comunión espiritual con esta oración:
“Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de Ti. Amén”.
Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana que se canta en el tiempo pascual, el Regina Coeli.
Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.
Imagen de portada: Misa en la Casa Santa Marta, 22 Abril 2020
(Foto: © Vatican Media)