Después de pasar ocho años en el corredor de la muerte, el mayor cambio que ha vivido Asia Bibi es que «ahora siento la presencia de Dios. Me puso a prueba pero me dio fuerza». Por eso, en entrevista con este semanario, cuenta que ahora tiene una misión: «Hacer por los demás acusados de blasfemia lo mismo que otros hicieron por mí».
La pakistaní Asia Bibi vivió la semana pasada una agenda vertiginosa. De visita en París, el presidente, Emmanuel Macron, la invitó a vivir en el país si finalmente (como había anunciado) solicita asilo allí. También se encontró con el presidente de los obispos y la alcaldesa de la ciudad. El resto del tiempo, una sucesión incesante de entrevistas la obligó a revivir los diez años de suplicio, desde que fue acusada y condenada a muerte por blasfemia hasta su liberación.
Su cansancio era evidente. Y, sin embargo, no dudaba en alargar las entrevistas para subrayar su agradecimiento a todos. «No sabía de dónde me llegaba el apoyo cuando estaba en la cárcel. Me estoy enterando de que fue de este país, y de este, y de aquel…», confesaba a Alfa y Omega. Francia y su presidente; la Unión Europea; la periodista Anne-Isabelle Tollet, que ha liderado la campaña a su favor y con la que acaba de publicar ¡Por fin libre! (Homo Legens); Canadá, donde su familia encontró refugio el año pasado; los Papas Benedicto XVI y Francisco, con quien «deseo de corazón encontrarme algún día»; los medios… y «toda la gente que me ha recordado en sus oraciones».
En el libro que narra su vía crucis, cuenta que su paso por las cárceles de Sheikhupura y Multan la han hecho incapaz de soportar el silencio y ser desconfiada –a su pesar–. A la separación de su familia se sumaba la culpa por el asesinato del gobernador del Punjab, Salman Taseer, y del ministro de las Minorías, Shahbaz Bhatti, que la habían apoyado. Confiesa, incluso, que «faltó poco para que renunciara», y que por un instante se planteó «el suicidio como liberación».
Pero, en su conversación con Alfa y Omega, destaca que «el cambio más grande es que realmente siento la presencia de Dios. Los milagros pueden suceder, Él ha hecho uno en mi vida. Todo lo que me ha ocurrido ha sido una prueba. Y Dios me dio fuerza para permanecer firme en mi fe», ignorando las presiones para convertirse al islam y así recobrar la libertad. También ha perdonado, que «es lo más grande que se puede hacer, es el mensaje de Jesús. Creo que he pasado la prueba».
Este éxito es inseparable de la fuerte conciencia de estar llamada a una misión: «Lo mismo que hicieron otros por mí, me gustaría hacerlo yo por los demás acusados de blasfemia», llamando la atención del mundo sobre esta ley. Con frecuencia se utiliza para ajustes de cuentas, también entre musulmanes. Desde 1987, cerca de 1.700 personas han sido acusadas de blasfemia y, aunque ninguna ha sido ejecutada, 75 han sido asesinadas. La católica pakistaní, que ha roto su silencio de forma excepcional, sabe que no podrá llevar la voz cantante. «Yo tengo que seguir viviendo escondida. Por eso pido a los medios que hagáis algo. Es vuestro trabajo, vuestra responsabilidad, ayudar a esas personas».
La valiente decisión del Tribunal Supremo de anular su condena a muerte, con el apoyo del Gobierno del primer ministro, Imran Khan, y la decisión, unos meses antes, de sancionar las falsas acusaciones de blasfemia, le hacen creer que «ahora la puerta se ha abierto y el camino parece más claro». Tollet, de hecho, habla de una «jurisprudencia Asia Bibi», que ha contribuido a la absolución de varios acusados.
Una nueva inquilina en su celda
A la campesina pakistaní le toca especialmente el caso del matrimonio de Shafqat Emmanuel y Shagufta Kausar. Son un matrimonio, analfabetos como ella, condenados a muerte por escribir SMS blasfemos en inglés. Shagufta ocupa ahora la celda de Asia en Multan. Además los está ayudando el matrimonio que logró liberar a Asia.
Joseph, hermano de la acusada, explica a Alfa y Omega que hace unos días tuvo lugar la audiencia de apelación, y que esperan la sentencia para abril. «Shagufta está muy deprimida, ya no soporta este sufrimiento y a veces pierde la paciencia. Ojalá el hecho de que Asia hable de ellos, junto con la visibilidad internacional, los ayude», manifiesta desde el exilio. Huyó porque, tras detener a su hermana, «la Policía me llamó y escuché cómo pegaban a mi cuñado. Me dijeron que me iban a incluir en la investigación».
A pesar de los signos de esperanza, persiste el obstáculo de los radicales islamistas, capaces de movilizar a la gente contra la absolución de alguien o contra cualquier intento de modificar la ley. Asia lo sabe bien. Sufrió el acoso y el odio de casi todos en su aldea, entre los demás presos… A sus conciudadanos proclives al linchamiento, «solo espero que Dios los guíe. No quiero más fanatismo. Jesús nos trajo el mensaje de que vivamos en paz y respetándonos». También tiene un mensaje para el resto de perseguidos y para todos los cristianos de su país: «Sed fuertes y no deis marcha atrás ni cambiéis de religión, aunque os suponga problemas. Jesús está con nosotros, se sacrificó por nosotros».
Diez años de sufrimiento
14 de junio de 2009
Unas mujeres musulmanas dan una paliza a Asia, acusándola de haber contaminado el vaso en el que bebían todas por haberlo usado ella, cristiana. La acusación de blasfemia se presenta el día 19, cinco días después.
8 de noviembre de 2010
En un juicio de un solo día, Asia Bibi es condenada a muerte. El día 17 Benedicto XVI se refiere públicamente a «la difícil situación de los cristianos en Pakistán» y expresa su «cercanía espiritual a Asia Bibi y a su familia, mientras pido que se le devuelva lo más rápido posible la libertad». El día 20 el musulmán Salman Taseer, gobernador de Punjab (provincia de Asia), protagoniza una rueda de prensa mostrándole su apoyo y criticando la ley antiblasfemia.
4 de enero de 2011
Salman Taseer (en la imagen) es asesinado por su guardaespaldas Malik Mumtaz Qadri. El 2 de marzo del mismo año, el ministro para las Minorías Religiosas, el católico Shahbaz Bhatti, corre el mismo destino. Quadri fue condenado a muerte el 1 de octubre de 2011 y ejecutado el 29 de febrero de 2016, en medio de fuertes protestas de los islamistas.
16 de octubre de 2014
El Alto Tribunal de Lahore confirma la condena a muerte de Bibi.
15 de abril de 2015
El Papa Francisco saluda en público al marido de Asia Bibi, Ashiq. En febrero de 2018 vuelve a mostrarles su apoyo, pero esta vez recibiendo a Ashiq y a sus hijas, Eisha y Eisham, en privado.
31 de octubre de 2018
El Tribunal Supremo de Pakistán anula la condena de Asia Bibi a muerte. Tras varios días de fuertes disturbios, el 2 de noviembre el Gobierno llega a un acuerdo con grupos islamistas para revisar la sentencia y que se prohíba a la mujer salir del país. El 7 de noviembre es puesta en libertad y comienza un período bajo custodia del Gobierno para garantizar su seguridad.
29 de enero de 2019
El Tribunal Supremo ratifica la anulación de la condena.
9 de mayo de 2019
El Gobierno de Pakistán comunica que Asia ha dejado el país. Ella y Ashiq llegan a Canadá y pueden reunirse con sus hijas, que ya se habían trasladado allí.
María Martínez López
París (Francia)
Imagen de portada:El presidente de Francia, Emmanuel Macron,
durante su encuentro con Asia Bibi el pasado 28 de febrero.
(Foto: EFE/EPA/Rafael Yaghobzadeh)