»En los últimos años, a pesar de algunas incomprensiones y dificultades, se ha avanzado en el diálogo interreligioso, incluso también con los fieles del Islam. Para ello, es esencial el ejercicio de la escucha. No es sólo una condición necesaria en un proceso de entendimiento mutuo y de coexistencia pacífica, sino también un deber pedagógico con el fin de ser «capaces de reconocer los valores de los demás, entender las preocupaciones subyacentes a sus demandas, y llevar a cabo convicciones comunes». Es lo que ha dicho el Papa al recibir a los participantes al encuentro organizado por el Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos (PISAI), con motivo del 50 aniversario de su apertura. El encuentro se ha llevado a cabo en la Pontificia Universidad Urbaniana (22-24 de enero) bajo el lema: »Estudiar y comprender la religión del otro».
Francisco ha destacado la necesidad de una adecuada formación, »para que, firme en su propia identidad, se pueda crecer en el conocimiento mutuo. Hay que tener cuidado -añadió- de no caer en las trampas de un sincretismo conciliador, que al final es solamente un presagio vacío de un totalitarismo sin valores. Un enfoque práctico y complaciente, que dice que sí a todo para evitar problemas, termina siendo una manera de engañar al otro y negarle el beneficio que uno ha recibido como un regalo para compartir con generosidad. Esto nos invita, en primer lugar, a volver a los fundamentos».
»Al comienzo del diálogo está el encuentro -continuó-. Con él se genera el primer conocimiento de la otra persona. Pero, si se inicia desde el presupuesto de que todos pertenecemos a la naturaleza humana, se pueden superar los prejuicios y la falsedad, y se puede comenzar a entender a la otra persona desde una nueva perspectiva». Francisco manifestó que tal vez nunca se ha necesitado tanto como ahora de una institución dedicada expresamente a la investigación y a la formación de un diálogo con los musulmanes porque, »el antídoto más eficaz contra cualquier forma de violencia es la educación en el descubrimiento y la aceptación de la diferencia como riqueza y crecimiento». Tarea, que según afirma el Papa, no es fácil, pero que »nace y madura a partir de un fuerte sentido de responsabilidad».
»El diálogo islámico-cristiano -prosiguió-, en particular requiere paciencia y humildad que acompañan a un estudio a fondo, ya que la aproximación y la improvisación pueden ser contraproducentes o incluso causar incomodidad y embarazo. Necesitamos un compromiso duradero y continuo para que las diferentes situaciones y los diferentes contextos no nos sorprendan desprevenidos. Por esta razón es necesaria una formación específica, que no se limite al análisis sociológico, sino que tenga las características de un camino entre personas pertenecientes a religiones que, aunque de diferentes maneras, se refieren a la paternidad espiritual de Abraham. La cultura y la educación no son secundarias en un verdadero proceso de acercamiento hacia el otro que respete de cada persona, »su vida, su integridad física, su dignidad y los derechos que surjan, su reputación, su propiedad, su identidad étnica y cultural, sus ideas y sus decisiones políticas».
El Pontífice confesó su deseo de que dicho Instituto, al que calificó de valioso, sea siempre un punto de referencia para la formación de los cristianos que trabajan en el campo del diálogo interreligioso y que pueda instaurar una fructífera colaboración con los otros Ateneos pontificios. Asimismo, concluyó animando a la comunidad del PISAI » a no traicionar nunca la tarea primordial de la escucha y el diálogo, basado en identidades claras, en la investigación apasionada, paciente y rigurosa de la verdad y la belleza, sembradas por el Creador en el corazón de cada hombre y mujer, y realmente visibles en cada auténtica expresión religiosa».