En 1986 había en España 20.000 personas sin hogar; hoy hay de 25.000 a 30.000. «Los centros siguen llenos, pero no es cuestión de más plazas, sino de una alternativa de salida», dice Rosalía Portela, presidenta de la red FACIAM, que acaba de cumplir 40 años.
La Federación de Entidades y Centros para la Integración y Ayuda de Marginados (FACIAM) nació en 1979 cuando un grupo de entidades de Iglesia de largo recorrido en el compromiso con las personas más excluidas se unieron para dar una mejor respuesta a la realidad de las personas sin hogar en aquellos años. En la actualidad engloba a diez organizaciones que trabajan en red, tanto en proyectos compartidos de atención a los excluidos como en campañas de información y sensibilización ante este problema.
Las cuatro entidades de Iglesia que aunaron esfuerzos en 1979 «nos dejaron un legado precioso», afirma Rosalía Portela, presidenta de FACIAM. «Fueron unos innovadores del trabajo en red para atender a tantas personas sin techo en Madrid. Gracias a este trabajo, en la España en aquel momento los recursos de FACIAM suponían la cuarta parte de los recursos disponibles a nivel nacional». Se ponía en marcha así un proyecto «basado en la necesidad de acoger y acompañar, que son los conceptos que nos definen», dice Portela.
Cuatro décadas después, los datos hablan por sí solos: solo el año pasado atendieron a más de 5.000 personas sin hogar en sus diferentes recursos y servicios, gracias a 836 plazas de alojamientos temporales, de las cuales 328 son plazas en pisos compartidos. La red también cuenta con 654 plazas de servicio de comedor, 438 plazas en centros de día y más de 180 plazas en procesos de inserción laboral. Estadísticamente, la correlación entre hombres y mujeres atendidos por FACIAM es de cuatro a una; solo un poco más de la mitad son extranjeros; y dos tercios de los usuarios tienen entre 35 y 54 años.
«Nos sentimos muy orgullosos porque en estos años hemos fortalecido dos brazos –explica la presidenta–: la acogida de los que más necesitan, y el de la visibilidad y concienciación ciudadana, porque de lo que no se habla parece que no existe». En este tiempo «han cambiado conceptos y modos de acompañar y de entender la realidad de las personas en situación de calle. Hemos ido creciendo como red porque han venido nuevas instituciones, lo que nos ha permitido dar respuestas de una manera mucho más unificada».
Sin embargo, la celebración tiene un tono agridulce porque «cuatro décadas después la historia continúa, y la realidad del sinhogarismo sigue ahí. No es un fenómeno transitorio ni pasajero. Muchas personas se instalan demasiado tiempo en la situación de calle más severa», explica Portela, que cita la evolución de los datos del INE: si en 1986 estimaba de que en España había 20.000 personas sin hogar, ahora cita de 25.000 a 30.000. «La foto de ahora nos preocupa. Y cada vez aparecen nuevos rostros: mucha mujer en la calle, familias, migrantes…».
Por este motivo, Portela denuncia que «el sinhogarismo se ha convertido en un modelo social, cuando todos deberíamos tener claro que nadie está en la calle por opción personal. Las instituciones que estamos en primera línea acogiendo las situaciones más dramáticas pedimos un acuerdo entre todas las administraciones, porque la solución pasa por una responsabilidad compartida».
«Los centros siguen llenos –continúa–, pero no es cuestión de abrir más plazas, sino de buscar alternativa de salida, porque dejar la calle cada vez es más difícil. Tenemos que romper la puerta giratoria por la que entran y salen de la calle estas personas. Es una cuestión de pactos, de rentas de garantías mínimas, de solucionar situaciones de desahucio, de que haya oferta de vivienda de alquiler social, de considerar la vivienda como un derecho, de que los trabajos sean menos precarios y más estables… Se trata de saber qué sociedad queremos y qué políticas se están desarrollando para llegar a ella».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo