En el acto de presentación del 21 Congreso Católicos y Vida Pública, el prefecto de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha pedido a la Iglesia «trabajar contra corriente para evitar que tantos hombres y mujeres resulten heridos en sus cuerpos, sus almas, su inteligencia, su afectividad…»
Frente a quienes consideran la Iglesia solo como una ONG, a los que «les gustaría que la Iglesia se centrara exclusivamente en el ejercicio de la misericordia, en el trabajo de reducir o incluso erradicar la pobreza, en la acogida de migrantes, en la acogida y acompañamiento de los “heridos de la vida”, el cardenal Robert Sarah ha abogado por «invertir en la solución» de estos «problemas sociales», pero principalmente ha pedido «trabajar contra corriente para evitar que tantos hombres y mujeres resulten heridos en sus cuerpos, sus almas, su inteligencia, su afectividad…».
Dicho de otro modo. El prefecto de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos es partidario de trabajar en las periferias y también emplearse para que más hombres y mujeres no acaben en ellas. Para este segundo ámbito, «¿no es la educación la mejor prevención?», se ha preguntado el jerarca guineano durante el acto de presentación del 21 Congreso Católicos y Vida Pública que se celebrará durante los días 15, 16 y 17 de noviembre en la Universidad CEU San Pablo.
«La educación es el camino de una verdadera realización del hombre», y «está en el corazón de la misión de la Iglesia», ha asegurado el cardenal al mismo que ha reclamado una educación para la libertad, que «no puede prescindir de la formación de la conciencia moral» basada «en la objetividad del bien moral».
Ahondando más todavía en el concepto de educación, el purpurado ha explicado que su «núcleo» es «que la persona educada adquiera las virtudes que le permitan desplegar y estructurar su humanidad y su personalidad de acuerdo con la verdad que les es intrínseca. Una educación lograda es aquella en la que el educador, iluminado por la virtud de la prudencia, confía gradualmente la dirección del crecimiento y la maduración humana e interna al educando, de tal manera que este se convierte verdaderamente en actor de su propia realización».
Una educación impregnada de atmósfera atea
El problema radica, según Robert Sarah, en que «la escuela y la universidad atraviesan una crisis muy profunda: la de una sociedad laicista, secularizada, sin Dios», ha advertido.
Esta crisis ha afectado por un lado a muchos docentes, que se esfuerzan «por ignorar las cuestiones fundamentales de los hombres ya que el secularismo ha generado un ambiente de neutralidad e indiferencia hacia Dios, la religión y la moral». Y por otro lado ha pasado factura a la misma educación, e incluso a las estructuras escolares, que «están impregnada de esta atmósfera atea o de indiferencia hacia las cuestiones religiosas o morales y de rechazo de la Trascendencia, del Absoluto y de Dios».
Familia, sociedad civil e Iglesia
Ante este panorama, el prefecto de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha resaltado la importancia de la familia, la sociedad civil y la Iglesia, y la responsabilidad que tiene cada uno de estos ámbitos en la educación. «La responsabilidad de la iglesia está más comprometida que nunca en promover la verdad de la persona», ha afirmado Sarah.
Y si bien es cierto que «la educación presupone una concepción sana del ser humano», esto «no es suficiente para educar. En efecto, la educación es una tarea eminentemente práctica y la práctica no consiste en aplicar automáticamente una doctrina, ¡aunque sea cierta! El eje central de toda educación es que el educado adquiera virtudes morales e intelectuales que le permitan alcanzar su verdadero bien».
José Calderero de Aldecoa @jcalderero
Imagen: El cardenal Sarah durante la presentación
del Congreso Católicos y Vida Pública.
Foto: José Calderero de Aldecoa